sábado, 21 de mayo de 2011

LA CIUDAD

LA CIUDAD
Llegamos un día muy próximo a la primavera muy frío, helador, y fuimos derechos a acampar.Estábamos muy cansados y necesitabamos tomarnos un tiempo pero al día siguiente salimos eufóricos del camping dispuestos a devorar todos los espacios que se abrían amplios ante nosotros provistos de todo lo necesario, para ello no nos faltaban guías y otras informaciones acerca de la cultura de esta hermosa ciudad, además disponíamos de vehículo pero lo dejamos en el camping y preferimos movernos a pie y en el metropolitano.Nos dirigimos al centro y probamos a vagar por sus calles rememorando espacios literarios que abundan por doquier en este lugar, poco a poco ibamos descubriendo los cafés, si sonaba una música en un local y la sentíamos desde afuera entrábamos apresurados a disfrutar de tal o cual encanto, contemplamos el barrio poblado de pequeñas buhardillas a lo alto, miles de restaurantes de diferentes orígenes que poblaban las estrechas calles, se podía sentir a la Maga de Rayuela y la rue Lombard , el plácido y agradable café Flore de los existencialistas, grupos de jazz tocando en la calle , un viaje de ensueño por esas calles parisinas nos llevó a caminar por sus parques y a visitar sus museos buscando a más gente que en otro tiempo la habitó, buscando su rastro. En el pequeño museo del Jeu de Paume encontramos a todos aquellos que ensamblaban en sus lienzos las bondades de otro tiempo, así nos encontramos también con Van Gogh en Montmartre  y una larga fila de retratistas callejeros que nos invitaba a posar, sí, la ciudad, las ciudades se multiplicaban frenéticas uno no sabía si estaba soñando  o si lo estaban soñando, poco a poco las guías se volvieron meros puntos de de referencia a los que acudir, en realidad guiados por el sentido del gusto más exquisito, los libros. Visitamos muchas librerías, adquirimos asimismo muchos libros, y vagando a orillas del Sena se produjo un hermoso encuentro con un lugar muy antiguo, una vieja librería, frente a Notre-Dame, justo después de atravesar el viejo pont des Arts, en la margen izquierda del rio, en la que se hallaba  un descendiente de Joyce que  nos invitó a pasar y según una bella costumbre suya nos invitó también a tomar en medio de tantos libros viejos y nuevos mousse de chocolate, que compartimos con otros dos bellos efebos que le acompañaban para combatir el frío, así lo hacía con todos los jóvenes que asomabamos a su librería en donde aparecía sentado en el fondo ante una pequeña mesa y un flexo, con su rostro anguloso y sus gafas pequeñas.
Así descubrimos encantados que la ciudad que buscabamos nos estaba esperando tal  como la habíamos soñado y el destino quiso que ella también  nos hiciera partícipes de su sueño.
Volví al cabo de un tiempo con otra mirada, la ciudad estaba dormida y toda su hermosura agazapada, los autores que busqué con pasión en otro tiempo estaban silenciosos mi guía era un parisino, y fueron sus ojos los  que se reflejaron en los míos, los cerré con mucho cuidado y me dispuse a soñarla…….….. ….. 

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