PASEO
Gritan como grajos enfurecidos que anuncian la muerte. Los veo caminar por las calles sombrías y miran convencidos de no ser observados.
Me acerco un tanto a la pared y comprimo al animal entre mi regazo y su sombra. Unos pasos más allá, un hombre descansa en una terraza y fuma despaciosamente su puro apoyada su otra mano en una lustrosa copa de cognac que refleja intensamente la luz del sol. Siento entonces el líquido atravesar mi garganta, cuando una mujer regordeta de aspecto abandonado se acerca para saludarnos, aún su beso pegajoso y lleno de babas me molesta sobre mi mejilla y siento entonces deseos de llegar a casa y lavarme.
Recorro las calles en lo posible vacías y dejo mi mente en blanco, miro hacia la luz y mis ojos sostienen su intensidad, estoy ciega, en perspectiva angular los edificios se abaten sobre mi sombra, estoy inventando otra ciudad, otras ciudades en medio de una noche oscura, sin luna, apresuro el paso y al fin llego a mi portal, lejos de esos gritos salvajes, con el corazón comprimido contra mi pecho remonto cuatro largos pisos y al fin descanso en la intimidad de mi casa vacía.