LA MEMORIA DE CLÍO
“Creyeron los griegos que la memoria es hermana del tiempo y de la mar, y no se equivocaron”.
EDUARDO GALEANO
Mnemosine, es la madre de las nueve musas y significa Memoria. Los antiguos griegos distinguían entre Memoria e Historia. Clío es la musa de la Historia y la poesía heroica, hija de Zeus y de la Memoria. Los griegos conciben la Historia como hija de la Memoria que comprenden como una realidad anterior a la Historia de tal modo que Clío aparece adornada con algunas cualidades que no poseía su madre como la reflexión sobre lo acontecido y la belleza en su exposición. La Historia entonces se construye a partir de las huellas del pasado que se encuentran en el seno de la Memoria que a través de un ejercicio de comprensión creativa pasa a ser el testimonio de las gestas humanas que constituyen la historia de los diferentes pueblos del mundo.
Mito de Clío:
Se la suele representar como una muchacha coronada con laureles, llevando una trompeta en la mano derecha y un libro escrito por Tucídides en la izquierda. Su nombre Clío (en griego Κλειώ de la raíz κλέω ‘alabar’ o ‘cantar’) viene a significar “célebre”, es la musa de la historia y de la poesía heroica. Como todas las musas, es hija de Zeus y Mnemosine. Clío tuvo un hijo con Piero rey de Macedonia llamado Jacinto que por su belleza enamoró a Apolo. Algunas fuentes afirman que también fue madre de Himeneo. A estos atributos se une a veces el globo terráqueo sobre el que posa y el Tiempo aparece junto a él, para mostrar que la Historia abarca todos los lugares y todas las épocas. A veces sus estatuas llevan una guitarra en una mano y un plectro en la otra, pues también se le consideraba la inventora de la guitarra En otras representaciones mucho más clásicas se representa a Clío llevando en su mano izquierda un rollo de papiro y a sus pies, una capsa o caja para guardar rollos.
Según el mito, Jacinto el hijo de Clío, y su amante el dios Apolo estaban jugando a lanzarse el disco el uno al otro, cuando Apolo para demostrar su poder e impresionar a Jacinto lo lanzó con todas sus fuerzas. Jacinto, para a su vez impresionar a Apolo intentó atraparlo, fue golpeado por el disco y cayó muerto. Otra versión del mito dice que el responsable de la muerte de Jacinto fue el dios del viento Céfiro quien a causa de los celos desvió el disco con la intención de matar a Jacinto.
El tiempo es frío, la mar está revuelta con oleaje encrespado y furioso, de un verde coronado por espuma blanca y negro al fondo arrastra consigo la locuaz memoria, trae en sus ondas, miradas profundas, brillantes y acuosas que se extienden solícitas en la eterna música del tiempo, con él se hermana esta historia y arrasa con el recuerdo vivo de la presencia amada.
Cómo sustraerse a esas huellas de la historia, indelebles surcan nuestro rostro con la mirada torva que recae aviesa sobre aquellos que la olvidan, si la memoria es también olvido, se sustraen a ella e imponen nuevas huellas de dolor sobre la tierra aquellos que la desdeñan.
Cómo olvidar el paso del tiempo, desde la primera vez que nuestro cuerpo se sumergió en las aguas de un mar tumultuoso y agreste, invadiendo con su terror nuestro ser. Al abrigo de sus ojos inundados por el mar enfurecido de su tierra, su forma tenue de caminar, con cautela y a tientas casi ciega, su voz perfecta, libre de afectación, natural y llena de música, ese transcurrir etérea sobre las simas que el día impone al habitante peregrino en la tierra, el rincón que abriga su poesía, su lecho, sus cosas cuidadosamente guardadas como quien esconde su amor de la mirada ajena. Aquellos años que transcurrieron alegres, con esplendoroso entusiasmo y un despertar de estímulos que un alma todavía infante despliega a su alrededor como los rayos del sol cuando se extienden sobre la tierra iluminándola, una luz intensa y perdurable llega hasta nuestros días y emerge de entre las sombras como si estas fueran su cobijo, a salvo de los envites de la vida, de los ladrones de almas, ahí están aquellos años que resuenan como fuente de dicha en las herramientas del arte de vivir, llena de otras voces palpitantes en armonía con la voz del recuerdo, que a estas horas de la noche la mar circundante introduce en una habitación abandonada, es la dicha de la memoria entonces, los sentidos se desperezan con su canto portadores de ese primer contacto con el mundo, único resorte vital en estos días de olvido pertinaz, que conforma una vida, que ahoga las voces oscuras del tiempo transcurrido para reunir a dos almas gemelas que se amaban mientras tanto en la penumbra del pasado.
De Claros y Sombras
Mercedes Vicente González
Foto: Clío. Pierre Mignard 1600