martes, 6 de septiembre de 2011

THE BLUES

THE BLUES


 El camino más largo es llegar al sitio donde estás.

Al fondo de la calle a lo lejos estaba apoyado sobre la puerta abierta de su vehículo un hombre menudo y fino, de semblante agradable, con los ojos muy abiertos, con actitud expectante, y rodeado de bolsas que revelaban su actividad anterior, había estado de compras.
Me acerqué recordando un relato de Carver que había leido en los últimos días cuyo título era precisamente ese, “Bolsas”, él se me acercó cariñoso y solícito, y me sugirió que lo acompañara a tomar algo en un bar situado en el pasaje más próximo.
Nos encaminamos, después de meter las bolsas en el coche y cerrarlo, por el medio del pasaje hablando de nuestro encuentro, yo iba dándole vueltas a la atmósfera del relato: no estaba la figura del padre con la bolsa de regalos para su mujer, en su encuentro con el hijo en un bar de un aeropuerto, no había un tiempo de espera para tomar un taxi, o tomar un avión, tampoco estaban los vasos de bebida a base de alcohol fuerte, sólo dos cervezas y cigarrillos, él era un hombre joven y yo una mujer también joven, en las bolsas de la compra a saber qué había, en cualquier caso no era asunto de mi incumbencia,  pero a buen seguro no eran chuches para los niños ni regalos para mí, tampoco estabamos en Chicago o Sacramento, estabamos en Barcelona, en el interior del bar sonaba música de fondo, la conversación en principio versó sobre el relato que me había evocado el encuentro, yo se lo narraba a él y cuando llegué a la puesta en escena de la amante del padre que tanto le apesadumbraba, con su sentimiento de culpa... me mantuve un rato en silencio... como si el autor hubiera sugerido en el mismo, que la amante era yo, me puse nerviosa, de repente mi acompañante me resultaba totalmente desconocido, como si me despertara de un sueño, miré hacia el suelo por ver si estaban las bolsas, pero las bolsas estaban en el coche, entonces me pregunté quién era él, el padre o el hijo del cuento.
Regresamos al coche en silencio y al abrir la puerta vi amontonadas las bolsas sobre el asiento que al punto me revelaron que estaba en lo cierto,  mi amante era el hijo que en el cuento era el depositario de las bolsas que dejó olvidadas en el bar, no pude reprimir cierto sentimiento de alivio, porque yo tampoco era su mujer