sábado, 21 de mayo de 2011

DESPEDIDA

DESPEDIDA

Hacía frío, caminé con Pablo hasta el kiosko para comprar unas chuches, estaba de espalda, y no se le reconocía pero he aquí mi sorpresa cuando se dio la vuelta, habían pasado veinticinco años y por un momento dudé de su presencia, como cuando un rostro conocido se desdibuja en la mente después de una larga ausencia, nos miramos, nos reconocimos y en ese mismo instante hizo el gesto cotidiano, en un acto reflejo, de total indiferencia.
Pasaron los días y lo olvidé, como si no hubiera pasado nada, pero lo volví a encontrar, acompañado de un anciano, su padre, caminando lentamente. Como en una especie de ensoñación recordaba los días presurosos de antaño, ahora todo era más lento, había más volumen en su cuerpo, el cabello poblado de canas pero la misma figura esbelta y atractiva de antaño.
Yo también había cambiado, ahora no iba sola, ahora me acompañaba mi perrita, o Pablo, pero fiel a mis costumbres caminaba haciendo siempre el mismo trayecto y dirigía mis pasos hacia  la facultad, como los veinticinco años anteriores. Finalmente me salió una y otra vez al encuentro en la misma calle como para que supiera en donde vivía, qué hacía, en realidad vivía muy cerca de mi casa.Pasaron los días, llegó el verano, llegó el otoño empezó a llover, cada día se aproximaba un poco más, se insinuaba como en otro tiempo con ademán de besarme, a mi me pareció excesivo y respondí con frialdad y cierta perplejidad, ¿cómo era eso posible después de veinticinco años ausente?en mi se despertaba cierto desprecio, mezclado con algo de orgullo, tenía como no, a otra mujer., Continuaron así de aburridas las cosas durante un tiempo más, cruzándonos breves palabras incluso tomando un café y un largo paseo por la ciudad, pero nada más  eso era todo.
Un día aciago lo encontré dentro de un coche con su actual mujer pasé y con mucha dignidad le negué el saludo.
Al  día siguiente volví a pasar delante de su casa, era mi trayecto habitual y cual no fue mi sorpresa que pude leer una esquela pegada en la puerta en la que estaba escrito su nombre, me puse nerviosa, entré en la tienda de al lado y pregunté discretamente qué le había pasado a este hombre, me dijeron que había muerto de repente y que no daban crédito a lo sucedido porque era hombre de buenas costumbres que hacía deporte y no fumaba ni bebía. Consternada salí de la tienda y me encontré de frente con la supuesta viuda que con los ojos encendidos  me miró enfurecida y yo la miré a ella horrorizada.

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