jueves, 24 de enero de 2013


OCUPAS


Andar y encaminarse de un lado a otro del planeta es el sino de todos los seres humanos sobre la tierra desde sus primeros pasos hasta el ocaso de sus días que no siempre ocurre en un lugar seguro y arropado, escapar a las inclemencias del tiempo, a los altercados callejeros, refugios en tiempos de guerra, miserias, soledad, melancolía, desde que el mundo es mundo un habitáculo es lo primero que se construye.
Jaime, Dani y María jóvenes aún eran muy conscientes de su situación controvertida y comprometida. Los tres amigos solían reunirse en las primeras horas de la tarde y bebían café,  charlaban con el entusiasmo propio de su edad de sus avatares diarios relacionados con la convivencia familiar, el arte, los libros que leían, en líneas generales de todos aquellos intereses que les ocupaban, Dani elaboraba bisutería que vendía en un mercado, Jaime era pintor y realizaba retratos en la calle de aquellas personas que se lo encargaban, y María disfrutaba de una beca universitaria y contaba también con escasos recursos así que vivía en una buhardilla envejecida por los años que estaba a punto de derrumbarse, su propósito era convertirse en escritora.
Un día caminando por las calles antiguas de la ciudad se toparon con una casa situada encima de unos soportales, de estilo modernista de cuya fachada pendían como por encanto adornos y filigranas que hacían, en el entorno en que se encontraba, que sobresaliera sobre las demás, Jaime instruido en el arte y agudo observador quiso que Dani y María se aproximaran con él con el fin de observarla con detenimiento, es increíble como la necesidad a veces se hermana con el arte, de cerca la casa parecía deshabitada y mostraba cierto abandono incluso las arañas habían tejido en ella sus redes.
Entraron, sin que nadie se lo impidiera y subieron acompañados de una balaustrada floja e inestable, y al llegar al primer piso la puerta de entrada de una de las viviendas estaba ligeramente entornada, entraron y examinaron el entorno con una perfecta distribución de habitaciones y enyesados en el techo, con columnas rococó llenas de polvo como todas las demás habitaciones, el silencio era absoluto, pero Jaime que era el más espontáneo rompió a reír con una sonora carcajada que provocaba el eco en todo el recinto, Dani sorprendido no salía de su asombro y María la más juiciosa exclamó: ¡bonito lugar para vivir, es cuestión de asearlo un poco¡
Sin más preámbulos la decisión estaba tomada, se instalaron cada uno en una habitación junto con sus útiles de trabajo. Disfrutaron de su suerte durante tres años sin que nadie advirtiera su presencia al cabo de los cuales sus vidas se dispersaron con violencia lejos de ése lugar que los hermanaba y enfrentados a sus familias que los hostigaban, Jaime fue a parar a los pasillos de un psiquiátrico, Dani a los barrotes de una cárcel y María aún continúa errante por el mundo en busca de cobijo, el techo de su buhardilla se derrumbó y ya no tiene a sus compañeros de piso para recogerse, después de muchas vueltas en busca de vivienda, eso sí, todavía vive para contarlo.       

RELATO EN LA SOMBRA











RELATO EN LA SOMBRA


Una fresca mañana de verano, la lluvia caía a intervalos breves de tiempo colándose los primeros rayos del sol  iluminando el entramado de calles por los que acostumbraba a perderme deambulando sobre el empedrado abultado y repleto de grietas.
Atravesé una calle estrecha y a mi derecha se encontraba lleno de presagios el marco de una ventana desvencijada y cubierta de óxido su madera vieja e irregular, el fondo era oscuro y nadie se asomaba en ella, justo pegada a ella estaba la puerta de entrada también gastada e irregular, unos pasos más adelante sobre un banco de piedra iluminado por el sol y húmedo descansaba un anciano con una mano sobre otra, apoyadas ambas en una cachaba, su mirada perdida en el vacío en actitud de espera, ignoraba toda presencia incluso la mía que se sentó a su lado observando el momento del día y lamentando la ausencia de una cámara que detuviera el instante. En ese tiempo saltó a la calle desde la puerta desvencijada un hombre esbelto, muy  delgado con una mirada joven, brillante y encantadora y paso decidido portando sobre su hombro una bandolera de tela raída.
 La mente va y viene del pasado al presente y raras veces puede prever qué nuevos aconteceres nos esperan, sumida entre esas primeras impresiones de un día inesperado y azaroso, recordé un  breve relato escrito en francés cuyo título es “La Promeneuse et le danseur” y comprobé que estaba evocando un sueño. Pocos días después abrumada por el choque del tiempo quise investigar sobre el lugar, el anciano que esperaba su final   había danzado en su juventud, el marco de la ventana conservaba su infinita mirada y al advertir mi presencia  sin apartar su mirada fija, me dijo: “danzamos y danzamos y nunca sabemos lo que nos espera”, me levanté, proseguí mi camino, miraba hacia el sol brillante y me dejaba mojar por la lluvia intermitente en esa mañana de contrastes, así llegué al duro asfalto con el relato evocado en mi mente, al llegar a mi casa busqué con afán el relato, escrito a máquina, comprobé la fecha y había sido creado cincuenta años atrás, en los que conocí a un joven brillante y decidido que se dedicaba a la danza profesional, ahora con la mirada perdida descanso con frecuencia en el mismo banco que asistió al nacimiento de esta historia.