viernes, 10 de enero de 2014

LA ARAÑA.










LA ARAÑA.

Arania ,arana, rana, rémora en el cielo palpitante de estrellas, trepa y se cobija en los sueños y teje una gran tela de rayas oblicuas, paralelas, temblorosas, reptan sus patas de alambre sobre el corazón roto, expulsa y se engancha en la red el líquido  y se pega contra el aire en ese entramado trabajoso, mientras pasan esas horas laboriosas del tiempo, la mujer respira y palpita una vida que conserva como oro en paño, recorre las calles polvorientas y secas y la araña culmina su trabajo; casi a ciegas escala los pisos de su casa y jadeante abre la puerta cuando un sonido imperceptible se desprende del techo, la araña ha caído y la ha pisado, mira hacia la parte superior y descubre el tejido de tantos días sumida en los sueños, ahora sabe que no está sola, la acompañan los trabajadores bichos que habitan su casa indiferentes al tiempo.
Lasitud lisa, lúgubre, catafalco para la araña miserable que le ha  robado las horas mientras ella se desvanecía en las sombras del silencio, raigambre de ensueños, la araña ha tejido sin tregua las desdichas ignotas, ocultas, que recogió deslizándose a través de su lecho hecho de  hilos en un  enjambre de besos, la recoge la envuelve y la arroja al vertedero, los hilos se amontonan y forman una pelota pegajosa e informe.
 Acude de nuevo a su lecho,  tejedora de sueños se envuelve en medio de un sin número de eternas telas agazapada en la penumbra, insecto lábil se desliza al amanecer, arácnido arania, arana, rana, rémora a través de la luz que riega  y rompe la noche, desvanece al instante las figuras nocturnas casi divinas, mientras sus ojos se estrellan contra la ventana y salen de pronto al encuentro del nuevo día.

Pintura: Salvador Dalí.

Araña de la tarde Esperanza 1940.