LA ARAÑA.
Arania
,arana, rana, rémora en el cielo palpitante de estrellas, trepa y se cobija en
los sueños y teje una gran tela de rayas oblicuas, paralelas, temblorosas,
reptan sus patas de alambre sobre el corazón roto, expulsa y se engancha en la
red el líquido y se pega contra el aire
en ese entramado trabajoso, mientras pasan esas horas laboriosas del tiempo, la
mujer respira y palpita una vida que conserva como oro en paño, recorre las
calles polvorientas y secas y la araña culmina su trabajo; casi a ciegas escala
los pisos de su casa y jadeante abre la puerta cuando un sonido imperceptible
se desprende del techo, la araña ha caído y la ha pisado, mira hacia la parte
superior y descubre el tejido de tantos días sumida en los sueños, ahora sabe
que no está sola, la acompañan los trabajadores bichos que habitan su casa
indiferentes al tiempo.
Lasitud
lisa, lúgubre, catafalco para la araña miserable que le ha robado las horas mientras ella se desvanecía
en las sombras del silencio, raigambre de ensueños, la araña ha tejido sin
tregua las desdichas ignotas, ocultas, que recogió deslizándose a través de su
lecho hecho de hilos en un enjambre de besos, la recoge la envuelve y la
arroja al vertedero, los hilos se amontonan y forman una pelota pegajosa e
informe.
Acude de nuevo a su lecho, tejedora de sueños se envuelve en medio de un
sin número de eternas telas agazapada en la penumbra, insecto lábil se desliza
al amanecer, arácnido arania, arana, rana, rémora a través de la luz que
riega y rompe la noche, desvanece al
instante las figuras nocturnas casi divinas, mientras sus ojos se estrellan
contra la ventana y salen de pronto al encuentro del nuevo día.
Pintura:
Salvador Dalí.
Araña
de la tarde Esperanza 1940.