martes, 6 de septiembre de 2011

THE BLUES

THE BLUES


 El camino más largo es llegar al sitio donde estás.

Al fondo de la calle a lo lejos estaba apoyado sobre la puerta abierta de su vehículo un hombre menudo y fino, de semblante agradable, con los ojos muy abiertos, con actitud expectante, y rodeado de bolsas que revelaban su actividad anterior, había estado de compras.
Me acerqué recordando un relato de Carver que había leido en los últimos días cuyo título era precisamente ese, “Bolsas”, él se me acercó cariñoso y solícito, y me sugirió que lo acompañara a tomar algo en un bar situado en el pasaje más próximo.
Nos encaminamos, después de meter las bolsas en el coche y cerrarlo, por el medio del pasaje hablando de nuestro encuentro, yo iba dándole vueltas a la atmósfera del relato: no estaba la figura del padre con la bolsa de regalos para su mujer, en su encuentro con el hijo en un bar de un aeropuerto, no había un tiempo de espera para tomar un taxi, o tomar un avión, tampoco estaban los vasos de bebida a base de alcohol fuerte, sólo dos cervezas y cigarrillos, él era un hombre joven y yo una mujer también joven, en las bolsas de la compra a saber qué había, en cualquier caso no era asunto de mi incumbencia,  pero a buen seguro no eran chuches para los niños ni regalos para mí, tampoco estabamos en Chicago o Sacramento, estabamos en Barcelona, en el interior del bar sonaba música de fondo, la conversación en principio versó sobre el relato que me había evocado el encuentro, yo se lo narraba a él y cuando llegué a la puesta en escena de la amante del padre que tanto le apesadumbraba, con su sentimiento de culpa... me mantuve un rato en silencio... como si el autor hubiera sugerido en el mismo, que la amante era yo, me puse nerviosa, de repente mi acompañante me resultaba totalmente desconocido, como si me despertara de un sueño, miré hacia el suelo por ver si estaban las bolsas, pero las bolsas estaban en el coche, entonces me pregunté quién era él, el padre o el hijo del cuento.
Regresamos al coche en silencio y al abrir la puerta vi amontonadas las bolsas sobre el asiento que al punto me revelaron que estaba en lo cierto,  mi amante era el hijo que en el cuento era el depositario de las bolsas que dejó olvidadas en el bar, no pude reprimir cierto sentimiento de alivio, porque yo tampoco era su mujer

martes, 23 de agosto de 2011

SILENCIO DE PAPEL










SILENCIO DE PAPEL


  "Yo he procurado rescatar del olvido un horror subalterno: la vasta biblioteca contradictoria, cuyos desiertos verticales de libros corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira".

J.L. Borges.



Claman ahogadas las voces dentro de sus cajas de cartón, invisibles, afloran por doquier inundando la estancia con su letra impresa.
Salen, refulgen y azotan el ánimo, empujan en medio de un parto de silencios, se desvanecen cansadas de llamar a oídos intemperantes que las suman a otras voces acuciantes y vacías, innumerables en todos los tiempos acuden a la memoria  y se desbordan entretejiendo el laberinto de los sueños olvidados, alguien las rescata del abismo en que se encuentran y solitarios acuden los desesperados, inmersos en la realidad cotidiana. Nuestros días se hacen cada vez más presentes y las voces del silencio permanecen ahogadas por la premura, demasiado silencio… demasiado olvido… algunas que fueron acalladas con violencia, renacen con su fuerza de manera inesperada, ni aun la fatalidad de la muerte puede ya callarlas, brillantes en su testimonio afloran y nos dicen: estoy aquí, ven a rescatarme del olvido, que no es otra cosa que presencia, y presentes nos hablan todavía de nuestro tiempo eterno desde la profundidad de los tiempos, el pasado es entonces presente y se diluye en la memoria, nos azotan sus palabras, esas que nunca mueren acaso solo duermen.
Una forma del olvido, una forma de muerte, es entonces, el silencio… 

sábado, 20 de agosto de 2011

THE WRONG COAST








THE WRONG COAST

Se extiende amplio y profundo tras la ventana y se muestra cambiante como el tiempo, unas veces aparece oscuro casi negro, otras es de color verde , otras veces es azul y refleja la luz del cielo, a veces se mezclan los colores, y la mayor parte de las veces se muestra agresivo y dominante, en medio de un oleaje tumultuoso de agravios y desagravios, sin cesar  zahiriente, aun cuando permanece quieto y da la impresión de sosiego, es preciso entonces, permanecer alerta, porque su interior encierra remolinos de traición, que se llevan por delante vidas enteras de seres inocentes que confian en su momentánea bondad, taimado como es, se enseñorea de esa porción de tierra que toca con su aliento salado y espumoso.
Esta mañana, a mediodía, encontré  a un amigo artista que muy ilusionado me dijo:
-Presento una exposición el mes próximo, y necesito nombrarla de  un modo que se entienda en inglés y se me ha ocurrido que a lo mejor tú puedes ayudarme, con el título-.
¿Qué tal duermes? Me preguntó
 -Duermo muy bien y tengo hermosos sueños, lo único que me molesta es el fiero ronquido del mar, en medio del silencio de la noche- repondí yo
 -Te voy a enseñar la colección que voy a exponer proximamente en New York- me dijo.
 Una colección de imágenes empezaron a deslizarse por la pantalla que yo observaba atónita desde mi asiento, muy bellas, teñidas con hermosos colores, -él hacía acto de presencia otra vez  e intentaba seducirme-, se presentaba anaranjado, y ocre con las rocas entrantes y afiladas en su seno, rojo de atardecer y violeta, con toda la gama de azules, límpido y luminoso, radiante en todo su esplendor, esta vez no le escuchaba, no rugía, silencioso, era todo presencia en la pantalla, la vista se me iba nublando, como cuando sientes los pasos candentes de tu enemigo acercarse, y le dije: no puedo seguir mirando.
 “El autor del daño, siempre es el mismo” y  pensé en la cita de Elías  Canetti, que hace tiempo encontré en uno de sus libros…-pero se me ocurre un título para tu exposición-
Alguien llamó por teléfono en ese momento, y el autor  demandó a su interlocutor, que llamaba desde muy lejos, de tierra adentro, un nuevo título. Antes de que contestara,  la nombré en voz alta y clara: “la costa equivocada”.
-¡Ah¡ ¡ah¡ se interrumpió contento, -en inglés va muy bien- “The wrong coast”
Sí, contesté yo, tranquilizadora, -es raro aquí, ver tanta calma como la que reflejan tus imágenes- Al interlocutor le pareció también,  una buena idea y yo me quedé pensativa…
 Me fui alejando poco a poco de las imágenes y cada vez me acercaba más  y más al mar, que se extiende inmenso a lo lejos  y bordea  mi casa con insistencia, iba barruntando para mis adentros la expresión en inglés…“The wrong coast”… la volví a traducir bajo la impresión del regreso y encontré la acepción que más se  ajustaba a mi enemigo: “La costa del mal”.
 No quise decirle nada a mi ilusionado amigo, comprendí que era mejor para él contemplar en sus imágenes “La costa equivocada”. 

jueves, 18 de agosto de 2011

ZEUS-TORO

ZEUS-TORO

135 Ph'¡ me fevrei", qeovtaure, tiv" e[pleo_ pw'" dev kevleuqa...._
    
 Mosco, poeta y filólogo de la biblioteca de Alejandría, escribió a mediados del siglo II a. C. En el corpus del poeta, encontramos un epilio de poco más de centenar y medio de hexámetros, titulado Europa, que encierra dentro de sí, el mito que sirvió de inspiración al pintor holandés Rembandt, a Rubens, a Ticiano, a Picasso en nuestros días, a Herodoto, a Ovidio y a otros muchos, para la creación de,  El Rapto de Europa ,  en el cual se encuentra muy bien acuñado un compuesto  muy innovador que ha suscitado numerosas cuestiones y se le ha considerado un compuesto de determinación aposicional o “Mischungkomposita”que establece entre sus elementos una comparación. qeo;tauro", un dios  que es como un toro, donde el segundo elemento del compuesto es el fundamental.
 En español, en cambio, “un hombre-lobo” es “un hombre que se convierte en lobo”, mientras el griego cambia el órden de los términos: “licántropo”, y un “pájaro mosca” es un pájaro tan pequeño como una mosca, no una mosca tan grande como un pájaro.
Un compuesto como ajndroqe;a en griego, marca bien la diferencia pues significa “diosa- varonil” y no un hombre que es como una diosa.
Qeotauro" puede ser entonces un compuesto copulativo o dvandva como nuc-hvmeron “noche-día”. Significaría así un ser que era dios y toro. Estos compuestos copulativos, que son raros en época clásica, se hacen cada vez más frecuentes después y son muy numerosos en griego medieval y moderno. La transformación de Zeus es ya un hecho y aparece sugerida en M fr.IV, otro fragmento, también de Mosco.
La mañana era tibia, lucía el sol, las calles todavía permanecían casi vacías, y sus pasos la conducían hacia su lugar de trabajo, el templo en el que moraba Zeus semejante a un toro, objeto de estudio por aquellos días.
Los demás dioses aún dormitaban, la esencia divina es poderosa, duerme cuanto quiere, deja hacer… deja ser… deja pasar… todo se cumple infalible, según su designio, no sabe de ateismo y agnosticismo, da lo mismo, a los ateos también les afecta, suelen ser los más tocados por la divinidad, que  es deseable siempre y siempre se transforma y adopta innumerables formas, es tentadora, es atractiva, encierra dentro de sí  la anhelada inmortalidad.
Todos eran dioses en la ciudad, todos emulaban el poder de Zeus, todos se transformaban y hacían gestos divinos, y se apresuraban tras de su presa con el fin de seducirla, a ella, que nadaba en un mar de confusión y ofuscación.
Solo el poder del rey de los dioses parecía dirigir sus pasos, siempre confusos y erróneos. Inmersa dentro de ese mar divino, vio como poco a poco todos los dioses iban cayendo, humanos al fin, en las garras de la muerte, solo ella era la única que no era divina, y en medio de esa locura olímpica,  a duras penas podía dar un paso simplemente humano, pues humana era su naturaleza., solo la potestad divina acabó con las vidas inmortales de los demás dioses.
 Lejos de la divinidad y de los parajes olímpicos, y también  de su lugar de trabajo, cerca del tormentoso mar, un día ventoso, de lluvia abundante, destapó sus legajos y encontró el rastro del asesino, que dejaba al descubierto su palmaria inocencia, el hermoso compuesto acuñado ya por Mosco en el siglo II a.C. :  Qeotauro".

domingo, 14 de agosto de 2011

EL ENEMIGO DE SÍ MISMO








EL ENEMIGO DE SÍ MISMO

Y quiero arrojar estos guijarros lejos de mí, pero una y otra vez se me caen de las manos, y no puedo apartarlos de mi vista.
El Golem, G. Mayrink

Todos tenemos un doble, solo tenemos que acercarnos a un espejo y lo vemos.
Muchos que lo ven se asustan y acaban esquizofrénicos con la visión, otros sin embargo, no lo tienen en cuenta, lo pasan por alto y dan por hecho que está presente. Pero los hay que lo persiguen a muerte con el fin de aniquilarlo.Esos son los que nos ocupan en esta exposición. Una cosa es cierta, de ningún modo podemos eludirlo.
Era un hombre poco agraciado, había nacido medio deforme y era consciente de ello, así que tenía por costumbre,  devorar a su paso a todo individuo que encontraba, y suponía mejor dotado que él, con el fin de usurpar su personalidad.
Se empeñaba en desarrollar otras cualidades que lo hicieran merecedoras de algún elogio, cosa que por otra parte incluso puede parecer legítima, desde un punto de vista meramente humano, pero él pretendía ser un genio. Son muchos los casos de artistas insignes que han conseguido merecidos elogios en una situación semejante, y han logrado al fin, ser grandes genios, como es el caso de Miguel Angel por ejemplo, pero eso no demuestra en absoluto que la condición más o menos afortunada de un individuo, dé lugar siempre a ese acontecimiento insólito, nada más lejos de la realidad.
Era un pobre desgraciado, un buen día se miró en el espejo y descubrió  que su doble era su más ferviente enemigo y entró en contradicción consigo mismo, a partir de entonces todo su afán consistía en destruirlo a cualquier precio.
De una manera obsesiva, lo encontraba en todas aquellas personas que lo rodeaban, el enemigo estaba encarnado de manera diabólica en su mujer… en su amante… en su mejor amigo… en otros amigos… en otras gentes… Con todos los recursos de que disponía: aprendía de memoria párrrafos enteros en los libros y guiones de cine,  se convirtió en un magnífico orador, con una audiencia nada desdeñable, era un artífice de la palabra, consciente de que en sus manos ejercía todo su poder, y ocupaba además, un lugar relevante dentro de la sociedad.
 Pertrechado con sus armas, como estaba, intentaba abatirlo por todos los medios y no lo conseguía, muy al contrario, su enemigo insistía desesperadamente, se imponía a todos sus deseos. Llegó un momento en el  cual ya perdió el sentido de la orientación y su pérdida de identidad, le llevó a comportamientos aberrantes, peroraba y peroraba sin descanso, sus palabras dejaron de tener sentido, las mujeres huían de él, los amigos dudaban de su solvencia, él mismo se mostraba inseguro y poco convincente, enfermó y estuvo a punto de morir, comía y bebía  desaforadamente… y siempre regresaba a su casa con el temor de encontrarlo en su morada.
Pronto, completamente frenético a causa  de su ira, invadido por el odio más feroz, comenzó a perseguir él, a los que encontraba a su paso y a acusarlos de impiedad… de injusticia… a su mujer… a su amante… a su mejor amigo… a otros amigos… a otras gentes… él, llegó a convencerse a sí mismo, de que ya  era su víctima.
De ese modo, poco a poco fue convirtiéndose en su propio enemigo, que acabó con su vida una mañana mientras se estaba afeitando frente al espejo.

viernes, 12 de agosto de 2011

EL RETOÑO FANTÁSTICO










EL RETOÑO FANTÁSTICO

Cuando la hora de los sueños se acerca, debemos permanecer muy atentos

La noche se extiende oscura y larga, los caminos se hacen cada vez más empinados y angostos. Las grullas se han marchado, gatos asoman por el camino al acecho de su presa, los lobos voraces se despiertan a nuestro paso lento y descuidado, los compañeros de Ulises nos acompañan, huyen de Circe, Zeus-Toro dirige a su séquito en pos de Europa, la fantástica Quimera lucha a muerte con las sombras, los caballos cabalgan y cabalgan desbocados, las vacas caminan torpes por la vereda desorientadas, los pájaros ya no cantan, duermen, a lo  lejos, las llamas de los abrojos del día, arden impetuosas en el fondo del  valle, la luna reposa, las tinieblas hacen acto de presencia, no es tiempo de sueño, es tiempo de vigilia, nos devoran las sombras, todo es presente ya, es la hora de vagar  y vagar sin cesar en busca de ese sueño que apague nuestra sed y nos devuelva la calma.
Desde arriba, en lo más alto del bosque, contemplamos, como  se extiende eterna la bahía y saltan los delfines jocosos y enamorados,  nos asomamos tímidamente a disfrutar del espectáculo. La vereda continúa, avanzamos hacia ninguna parte, en pos de ese sueño.
Al fin,  en un recodo del camino se alza fuerte y robusta la figura de un retoño, es un árbol que brota de una caja mágica y suena  excelsa la música de Mozart, se extiende robusto hacia arriba y de  su ramaje,  en sus extremos, brotan  las  luces que sugieren la cornamenta ramificada de un ciervo iluminada.
    Nacemos, caminamos, amamos y soñamos que un día fuimos eso, un retoño imaginario y solitario, que aparece en nuestro tiempo y nos recuerda que es hora ya de empezar a soñar… las luces se encienden y la música no cesa, la atmósfera se llena y se esparce, con tenues sonidos, con luces fugaces, el tronco imaginario evoca el ciervo arbóreo que está plantado, aislado, en la cima del bosque, dentro de  la música de los tiempos.
Absorto un niño mira hacia arriba y contempla la imagen, desde su tierna soledad,  que lo acompañará siempre, hasta la muerte.
En las luces de ese ciervo iluminado y los sonidos que brotan de su regazo contemplamos absortos, como niños, el retoño de nuestra esperanza. Mejor  no despertar nunca de este bello  sueño, que irrumpe rotundo en la sombra  del bosque, poblado de bestias fantásticas.

jueves, 11 de agosto de 2011

EL LEXICÓGRAFO Y EL HALO MISTERIOSO

EL LEXICÓGRAFO Y EL HALO MISTERIOSO


El hombre solitario es una bestia o un dios.

Aristóteles.


De aspecto insignificante y rutinario, acudía todos los días a la hora acostumbrada hacia un espacio minúsculo en donde sin pausa, trabajaba en su quehacer filológico.
Permanecía en una zona apartada y aun así se veía interrumpido constantemente por un ir y venir de personas que acudían a consultar un diccionario… en busca de algún libro… o bien simplemente a utilizar una fotocopiadora.
Soportaba silencioso esas interrupciones, constantes que de alguna manera le descubrían un atisbo de realidad, ajena, a la lexicografía que investigaba. Ellos daban por sentado que se trataba de una persona estudiosa sin otro afán que el que se traía entre manos… las palabras inundaban el ambiente y le conducían a tierras lejanas en donde podía explayar su fantasía. El entramado del léxico, le permitía explorar los entresijos de su propia lengua y de una lengua antigua que le fascinaba.
Un día se dio cuenta de que un halo de misterio aparecía por el recinto, por sus pasillos, por sus rincones, fluctuaba en el aire imponiéndose a la monotonía, él no le dio más importancia y permaneció ajeno  a la fuerza que le impregnaba. Su trabajo requería concentración, y se limitaba a entrar en la composición de las palabras, que ejercían un atractivo sobre él inevitable.
Entraba, salía, se ajustaba a su horario, siempre centrado en sus afanes, desglosaba las palabras, y olvidaba al mismo tiempo toda la literatura profana que había conocido, los textos, en medio de ese halo,  cobraban un valor casi sagrado, se olvidó de todo y convirtió su vida en un ir y venir de textos a diccionarios.
Pasaba el tiempo, se encontraba  a buen recaudo, todos estaban conformes con su presencia habitual y constante, y poco a poco fue convirtiéndose en un mueble  que ocupaba poco espacio. El halo se extendía cada vez más… todos se mostraban impregnados por el mismo… menos él,  que en su rincón, no manifestaba el menor interés, como si se tratara de un elemento más de su rutina, su indiferencia era absoluta.
Al cabo de los años, transcurrieron innumerables horas de este modo y  no tardaron en aparecer las discordias y la desazón generalizadas, unas veces lo encerraban allí bajo llave, otras veces lo sacaban con cualquier pretexto, todos querían ocupar su sitio, se mostraban inquietos y agresivos, hacían mucho ruido, en fin, le importunaban contínuamente y el halo etéreo que los impregnaba, aparecía entonces, distorsionado y grotesco.
Entristecido y cabizbajo acudía como siempre a la hora acostumbrada, hasta que un día en el cual  había trabajado duro, durante muchas horas, vinieron a buscarlo, con el pretexto de asistir a una conferencia. Recogió sus cosas casi a tientas y cuando salió al descansillo, todos, congregados, esperaban su reacción y su amable saludo, por primera vez le dirigieron la palabra, después de años de silencio, entonces él, con la voz entrecortada y la mirada ausente, confesó: lo siento, me he quedado ciego en este preciso instante y pido disculpas.

 Todos acudieron a la conferencia investidos cada uno con su halo, menos él, que regresó feliz  a su rincón, en donde recobró la vista. 

martes, 9 de agosto de 2011

EL VIEJO ANARQUISTA









EL VIEJO ANARQUISTA

¿Tornan de nuevo las grullas a ti, las naves el rumbo
tuercen, van de tus playas en pos? ¿Serenas y ansiadas
brisas llegan al plácido mar, y al sol asomando
del abismo el delfín, luz nueva inunda su dorso?
¿Jonia brilla? ¿Tiempo es ya? ……

Friedrich Hölderlin

Su pasado era oscuro, así lo consideraban los habitantes de su nuevo entorno, que lo habían sacado de la miseria después de largos años de posguerra.
Había participado activamente en la guerra  y un hermano suyo del bando contrario tuvo que encerrarlo en un colchón escondido, para que no lo mataran sus enemigos, y así pasó el tiempo que duró la contienda.
Su hermano le consideraba un desastre, porque había prendido fuego  a un kiosko en una refriega y lo habían detenido muchas veces por participar en asambleas y motines.
El hombre de aspecto cetrino y menudo, asentía siempre con paciencia ante los razonamientos del hermano que le consideraba un inútil, y adoptó su condición de maldito sin rechistar, lejos quedaban sus trabajos penosos de picapedrero, de obrero sin cualificar, de cerillero, y un sinfín de oficios, que a duras penas le daban de comer a él y a su mujer.
Ahora, libre de su colchón protector, la vida le brindaba los honores de la victoria y le daba de comer a cambio también de un trabajo,  no mucho más digno que los anteriores: obedecía órdenes en una empresa  que lo tenía de recadero, de vigilante, de visitador y cobrador, de cualquier utilidad sin importancia que resultaba tediosa e indigna dentro de la jerarquía. Era considerado por la gente, un pobre hombre inofensivo que había sido víctima de malas influencias extranjeras.
Solía refugiarse en la cocina de la casa que le dio cobijo donde se explayaba entre los demás empleados y exponía sus sueños de futuro, recitaba poemas de Hölderlin y piezas de teatro clásico, era un hombre cultivado,  y entonaba también  canciones tradicionales  de guerras pasadas.
Todos le aplaudían con júbilo en la cocina, en donde se producía  un gran alboroto siempre que él llegaba, porque todos allí permanecían expectantes.
Tenía costumbres peculiares, desayunaba una copa de vino que empapaba con galletas, solía comer el pescado crudo y siempre iba muy abrigado en tiempo de frío , con ropajes muy antiguos y raros.
Y siempre, después de cenar, recitaba sus sueños en voz muy alta y conmovedora:
Habrá un tiempo en que todo será más fácil, decía,  en el que no existirán los gobiernos que ahora nos agobian ni la injusticia, y todos laboriosos e instruidos nos procuraremos el sustento sin moneda de cambio, un tiempo llegará también en el que todos votemos a mano alzada como hacían los griegos y seremos multitudes, no existirán las diferencias de género y de color, no existirá la familia como entidad social seremos todos una gran familia, haremos el amor libres de toda atadura y contrato o registro, la educación no será más, un comercio orientado hacia la estupidez, todos seremos educados y nunca usurparemos el saber estar de los animales, no habrá derechos y deberes porque  nadie tendrá que legislarlos, no habrá hambre y miseria, no habrá violencia y envidia, nadie nos informará sobre guerras en paises lejanos porque no existirán las guerras… todos le escuchaban boquiabiertos, sumidos, dentro de esos sueños de esperanza.
Y así esperanzados se iban a dormir.
El resto del tiempo libre del que gozaba hasta que le llegaba una nueva orden, que obedecía siempre diligentemente, permanecía sentado en un taburete, en un rincón de la cocina, taciturno, delante de un vaso de vino, mientras le llegaba una nueva inspiración para invitar a soñar a sus compañeros,  como hacía todas las noches.
Vivió muchos años y  ahora todos lo recuerdan como un hombre bueno que no hacía mal a nadie, tan  solo invitaba a soñar…

lunes, 8 de agosto de 2011

EL CONSEJO DE LA MUJER DE LA ALDEA

EL CONSEJO DE LA MUJER DE LA ALDEA

Cuenta Tácito en el libro II de las Historias que existió una mujer en el Lacio en el tiempo en que los romanos asolaban su aldea -cuando los romanos asediaban una aldea todo era desolación y masacre- y acostumbraban a llevarse el botín, lo arrasaban todo, así las cosas  prendieron a una mujer con un enorme bulto bajo el vestido y creyendo que era portadora de tesoros ocultos la violentaron hasta que ella en un grito de horror abrió sus ropajes y mostró sin pudor su vientre embarazado. Esta historia lleva por título “La mujer del Lacio”.
Era una mujer algo enjuta y de gesto endurecido, tal vez a causa del frío de la nieve que caía durante los largos inviernos que pasaba en su aldea, rodeada de enormes montañas y peñascos escarpados y practicamente aislada del resto del mundo.
Acostumbrada a cabalgar en libertad, entre montañas, y arrear el ganado, y a las duras labores del campo. Solitaria, y un poco cansada de esa soledad, decidió un buen día acercarse a la ciudad,  asentarse en ella, y cuidar niños.
En la casa que la acogió, había una niña  que enseguida despertó su interés con la que congenió de maravilla.
Debía hacerse cargo de ella y de sus hermanos porque los padres apenas tenían tiempo de ocuparse de ellos a causa de su intensa vida social.
A pesar de su aspecto, misterioso y demacrado, como para infundir a un niño cierto respeto, la niña se mostraba encantada con el misterio y le confiaba todos sus secretos, ella le contaba historias fantásticas de animales salvajes, de lobos voraces, de pájaros siniestros que anidaban por las noches cerca de su casa, de venados que los cazadores abatían sin piedad, ciervos maravillosos que iluminaban su arbórea cornamenta y emitían sonidos inquietantes, de perros y gatos fieles a su voluntad, de veredas estrechas y empinadas que se veía obligada a atravesar con sus animales en noches de luna llena, en la estación en que las vacas tienen que ser transportadas para  invernar, de árboles  enredados en la nieve que sugerían formas imaginarias y extrañas…
A la pequeña le fascinaban esas historias tan reales y fáciles de verificar en un futuro próximo en el que podría visitar la aldea de la mujer maga, así la llamaba ella.
La niña agradecida y estimulada, a cambio, le contaba todos los días lo que había aprendido en el colegio, y todo lo que se le ocurría.
Fue creciendo y la mujer de la aldea se daba cuenta de que la niña iba a ser una mujer atractiva y de clase acomodada. Como también aprendía con facilidad y obtenía siempre muy buenos resultados y era muy despierta,  le aconsejó con sigilo -debes estudiar y leer mucho, porque te pretenderán los hombres por el dinero de tus padres, y lo que tú aprendas y sepas no te lo quitarán  nunca- y  no se lo digas a nadie.
Emprendió su vida, y lo que le dijo la mujer se cumplió fielmente, llegó muy lejos y siempre rodeada de hombres acosándola con toda clase de argucias, ella le guardó el secreto a la mujer, y nunca dijo nada a nadie, siguió su camino amable con todos y huía al mismo tiempo de sus requerimientos, no se casó nunca, y ya tenía edad madura, cuando alguien desesperado por el misterio que desprendía su persona, le preguntó con voluntad de arrebatárselo y sospechando alguna estrategia rara ¿qué tienes tú en la cabeza? Libros, -contestó ella- resuelta.
 Pesarosa comprendió que lejos de sus padres y en la miseria ya no la pretendían por su dinero, sinó por su misterio. Quiso encontrar a la mujer mágica para contárselo y le dijeron con desprecio, hacia ella y hacia la mujer, que había sido ingresada en un psiquiátrico pobre y abandonada.

sábado, 6 de agosto de 2011

EL FARO DE LOS SUEÑOS












EL FARO DE LOS SUEÑOS

Si vieramos realmente el universo tal vez lo entenderíamos. J. L. Borges

A lo lejos se alzaba majestuosa iluminando la noche una luz blanca, rotunda y hermosa, quieta, que invitaba a soñar.
Ya las luces del día se habían acostado, y las sombras permanecían encendidas en la oscuridad cansadas de su empeño pertinaz, en oscurecer el día.
Como todos los días, se asomó a la ventana desde la cual contemplaba extensa la bahía silenciosa y una luz intermitente  le desazonaba todas las noches, porque se repetía de manera muy humana… ese caminar errante del día,  de la luz hacia las sombras.
Miró a su alrededor y comprobó que esa luz inquietante, sobraba ese día, la noche se extendía por el cielo iluminada.
Con esa impresión mágica en los sentidos se fue a dormir, esa noche era una noche blanca que todo lo inundaba y los sueños se demoraban y demoraban y no llegaban nunca, no podía conciliar el sueño.
Escuchó las voces y los gritos que habían surcado el día, vio a los niños que jugaban en la playa, vio a los hombres y mujeres trajinar de aquí para allá con sus afanes, recordó las palabras de otros, insistentes y cortantes.
 Distante, como la luz que se extendía en el cielo, contempló todos los quehaceres cotidianos, las prisas, la rutina, el tedio, los enamorados dispuestos a confundir y mezclar su amor con otros seres, ese vagar de aquí para allá, siempre en espera de algo, siempre en pos de una sorpresa que no llega nunca.
 Las cosas más nimias se tornaban relevantes entonces, y todos vagaban inconscientes en la certidumbre de ese presente, activo y presuroso dirijido hacia ninguna parte, todos andaban errantes y daban vueltas y más vueltas a lo mismo, ufanos y erguidos, ajenos  a la realidad del universo en el que habitan, vestidos de monotonía y hastío, vestidos de blanco…
Se quedó dormido al fin, y pudo contemplar sereno, esa luz blanca y brillante que siempre lo acompañaba y lo había perseguido desde su más tierna infancia.
Comprendió que la futilidad de los días se alza hermosa en el cielo, algunas noches de luna llena. 

martes, 26 de julio de 2011

EL RELATO PERFECTO












EL RELATO PERFECTO

Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos.
JORGE LUÍS BORGES

Maravilloso se extendía hacia lo más alto, imposible de alcanzar, El Relato. Yo, estiraba los brazos hacia arriba con afán y solo llegaba a ver a lo lejos, un pliego de pergamino amarillento perfectamente estructurado.
Arriba, a la izquierda, se veía un monstruo dibujado con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón y se podía vislumbrar en él, a  la Quimera, que vomitaba fuego por la boca,  iluminando y destruyendo así, la sombra de los días, sujeta, en la esquina superior izquierda, por el Cancerbero, que lo alejaba, cada vez que yo intentaba acercarme al pliego para leer lo que allí estaba escrito.
Después de un gran esfuerzo, la luminosidad del vómito  de la fiera cegó al anciano, que soltó el pergamino  y pude hacerme con él y leer, en caracteres muy claros, escritos en rojo, “La sombra y la Quimera”, ese era el título, un poco más abajo,  perfectamente estructurado y manuscrito, se extendía el relato en todas sus partes canónicas, al menos eso me pareció a simple vista.
Tuve entonces, acceso al pliego de pergamino de aspecto espléndido y continué leyendo entre sueños…
Era el tiempo del calor asfixiante en el  mes de agosto, en el cual la ciudad inundada por el sol, apenas deja lugar  a una sombra en donde guarecerse de los rigores del verano…
De este modo  comenzaba…
Yo, deambulaba por el medio de la ciudad a esa hora desierta de la siesta, en la que las ánimas de los muertos caminan inacansables en busca de sus seres más queridos, unas, y otras, perdidas y  sin cobijo, reclaman la venganza de su asesino.
Continuaba leyendo todo el proceso del relato y un devenir incansable a través de todos los lugares conocidos, se hacía cada vez más intenso y agotador, en busca de una sombra que me diera cobijo, finalmente la encontré y me acomodé en un banco, que había sido testigo antaño de numerosos encuentros  acogedores y candorosos.
Me senté orgullosa con mi pliego de pergamino amarillento, en busca del final inminente del relato, que nunca llegaba, atrapado, en un laberinto de conceptos y aconteceres imaginarios, que sugerían una espera impaciente. El calor y la luz del sol nos habían impactado tanto a ambos, que yo me encontraba sofocada y ansiosa y reclamaba el frescor de la sombra, pero el pergamino iba iluminándose cada vez más, hasta incendiarse y delante de mis ojos asombrados, comenzó a arder, desvaneciéndose sus colores, el título, el monstruo dibujado, la introducción, el desarrollo… y… ¿el desenlace?...
Consternada comprendí que solo un desenlace era posible: el de la muerte. Acudí entonces a mi casa, me dispuse a escribir  mi sueño en el teclado y cuando desperté… contemplé preocupada, que   un puñado de cenizas surcaba mi almohada.

domingo, 17 de julio de 2011

LA MÁSCARA ENAMORADA













LA MÁSCARA ENAMORADA
No hay arte sino sueño.
Julio Cortázar

Una tarde calurosa de verano, recibió una visita inesperada de un buen amigo suyo, a la hora de la siesta.
Él le dijo: quiero llevarte a un lugar, para que conozcas, a un amigo artista que puede interesarte, no vive en la ciudad, pero podemos acercarnos en mi coche, no está muy lejos. Muy gustosa aceptó la proposición, confiando en el buen hacer de su amigo.
Llegaron a un pueblo desértico y aparcaron el coche, para conducirse a través de un campo yermo, hacia la casa del personaje amigo.Después de mucho caminar por el campo y con mucho calor llegaron a una casa de dos plantas,  que vista desde lejos, no parecía tan grande en extensión, hacia lo ancho.
Llamaron con la ayuda de una aldaba y después de un rato se abrió de par en par el portón de hierro y apareció el amigo, que los recibió con júbilo y agradecimiento.
Lo primero con que se encontraron, fue, un enorme patio cubierto de imágenes esculpidas en hierro y teñidas en negro, de tamaño natural, que representaban a diferentes personajes, habitantes del pueblo. 
El anfitrión los iba conduciendo, abriéndose paso entre ellas, hasta llegar a una escalera que desembocaba en el piso de arriba, donde los esperaban con diferentes actitudes, muchas imágenes tambien esculpidas en hierro. Llegados a este punto ella empezó a abrir los ojos más y más a medida que reconocía por el camino a todos los amigos de antaño, muchos de ellos ya desaparecidos.
 Muchas de esas imágenes estaban cubiertas con paños blancos para preservarlas del polvo, pero otras, las de factura más reciente, estaban al descubierto así, reconoció a un vagabundo al que le faltaba un brazo, con su viejo sombrero de ala ondulada cayéndole sobre los ojos, y su chaqueta raída, reconoció también al viajero incansable, cargado con su maleta perfectamente confeccionada en hierro y con la expresión de la melancolía en el rostro. Una nave formada por dos grandes bloques de  granito flotaba a la deriva en medio de la estancia, con vistas a ser colocada sobre una fuente de agua abundante, en la ciudad, y muy apartado, en un rincón, reconoció también, una mesita redonda, con un flexo, un atril en el centro y  un libro abierto, frente al cual estaba sentado leyendo, con un cigarro apoyado en la comisura de los labios, un hombre corpulento y complacido.
El anfitrión, que era el autor de todas estas obras los fue llevando hacia el interior y les invitó a tomar un té, con el fin de descansar y charlar un rato con ellos, se disculpó por el desorden y su cocina rudimentaria, e hizo que se  sentaran en torno a una mesa camilla rodeada de butacas con viejos cojines.
Frente a ella, había, colgada en la pared una máscara blanca y redonda, con los ojos muy grandes,  que impresionaban por causa de  su vacío y una lágrima negra dibujada sobre la mejilla, tenía la boca pequeña y enrojecida, y una nariz diminuta y respingona, justo al lado, había, apoyado sobre una una gran capa de hierro negra posada en el suelo, un casco enorme con un penacho de plumas rojas, extraordinariamente llamativo.
A ella siempre la habían impresionado las máscaras y en carnaval solía rehuirlas, incluso, evitaba salir de  casa, para no encontrarlas,  y ahora la tenía ahí, delante, mirándola fijamente.
El escultor llegó y se sentó debajo de la máscara, de modo que la imagen quedaba perfectamente asociada a él. Charlaron de muchas cosas referentes a la confección de sus esculturas y de los trámites a seguir, para exponerlas por las calles de la ciudad en un futuro próximo, ella callada y sobrecogida por la presencia de la máscara, observaba la escena con atención, aún así, preguntó al autor, si los personajes representados eran conocidos suyos: “unos sí”, y “otros...  son creación mía”, respondió amablemente.
De regreso, ella no hizo ningún comentario, impresionada como estaba a causa de lo que había visto, su amigo la dejó en su casa y se marchó
Después de muchos días, salió a dar un paseo por la ciudad y empezaron a aparecer en su camino, las esculturas de su amigo esparcidas por todos los rincones, algunas no las conocía, pero se veía la misma mano en ellas, todas habían sido forjadas en hierro macizo, se acercaba a ellas y efectivamente, estaban todas firmadas, estaba el vagabundo, estaba el hombre melancólico de la maleta, estaba, dentro de  una gran fuente, en una plaza, la nave del naufragio, causando el efecto esperado, se encontraba así, con algunos de sus amigos desperdigados aquí y allá.
Cuando volvía ya, a su casa, al doblar una esquina, se topó asustada, con una última imagen, era la máscara blanca con el enorme casco del penacho rojo y la pesada capa de hierro negra. En cuestión de segundos, la imagen se despojó a sí misma de la capa y extendió hacia su amiga un ramo de rosas rojas: “teníamos que encontrarnos” le dijo, se quitó la máscara, y descubrió su verdadero rostro, que no era otro que el del escultor amigo: “quiero que me acompañes” dijo algo nervioso, "para que veas esculpido, un sueño que he tenido recientemente".
Así lo hicieron, llegaron otra vez a su casa  y en el rincón, estaba todavía más aislada, la mesa camilla con el atril, el hombre corpulento y una figura femenina sentada con las manos cruzadas encima de la mesa, que tenía una máscara sobre el rostro, idéntica a la que ahora llevaba en sus manos el escultor,  con la misma lágrima negra dibujada en la mejilla.
 Él la miraba con insistencia, ella no pudo contener una lágrima de emoción y de alegría, al verse a sí misma en la sala, habitáculo de todos sus amigos de antaño y del hombre de la mesa. Él escultor, buen conocedor de los efectos más primigenios, que el arte ocasiona en un alma sensible, insistía con su mirada, emocionado él también. Con mucha ternura, la cogió de la mano, y juntos se acercaron a la imagen del sueño y contemplaron maravillados, cómo la lágrima negra de la máscara se había emborronado y en su lugar, relucía una lágrima  líquida y transparente. 

jueves, 14 de julio de 2011

EL PASAJE EMBRUJADO












EL PASAJE EMBRUJADO

Algunas ciudades se abren ante nosotros como un mar intrincado de calles estrechas que tienen la apariencia de no llevarnos a ninguna parte y que vamos descubriendo a nuestro paso cuando vagamos decididos, sin rumbo por ellas y cuando nos dirigimos a algún lugar concreto, preguntamos a algún transeúnte  y sin ningún temor, nos acercamos  a esa dirección determinada, en la que se encuentra nuestro destino.
Joven aún, llegó cargado con su maleta el atardecer de un día laborable a una ciudad muy antigua de color dorado brillante iluminada por  el sol poniente. Callejeó un rato mientras encontraba su destino y entró en un pasaje lleno de vida, con el suelo empedrado  y magníficamente decorado, al que se accedía a través de una gran puerta de hierro abierta de par en par con un enorme candado colgando en una de sus hojas, y una escalera en la entrada con barandillas de madera.
 Grandes arcos se abrían a su paso y figuras diferentes entre sí colgaban del techo acompañando a un reloj encajado en una arcada, había también otras posadas  a ambos lados,  adosadas a las paredes formando filigranas, un ángel en medio sobre una peana posada en el suelo,  tocaba una trompeta, y en el centro de los arcos  celosías cubiertas con cristales de colores dejaban pasar la luz proyectando haces fantásticos sobre el piso cuajado de piedras  y sobre las paredes. A su paso, según caminaba, a uno y otro lado había grandes escaparates que albergaban galerías de arte, librerías de viejo, tiendas musicales, tiendas de antigüedades y cafés, situados cuidadosamente debajo de pequeños balconcillos de madera muy trabajada  que correspondían a diferentes viviendas también habitadas.
 Se topó con vagabundos, vestidos con harapos, con ancianos que caminaban con dificultad apoyados en sus bastones, mendigos, saltimbanquis y personajes de la farándula, intelectuales que leían sentados en las terrazas y discutían acaloradamente, bailarines y músicos tocando el violín, gimnastas, pintores con sus caballetes haciendo retratos, delineantes que esbozaban los trazos del lugar,  toda la bohemia de la ciudad parecía haberse dado cita allí para recibirlo. Encantado con el lugar, se asomó a una librería de viejo en donde encontró a un hombre encorvado con los rizos pelirrojos que le caían sobre sus gafas, muy corpulento, que estaba sentado de manera muy descuidada y miraba con desdén su mercancía, como si el paso de los  años hubiera impregnado en él solamente, el polvo de sus libros.
 Salió del lugar con rapidez y continuó su camino, se topaba también con gente de paso, que como él, cruzaba el pasaje, con el  aspecto marcado por la rutina , al final se abría una plaza rodeada de las galerías blancas de sus viviendas, tiendas, librerías, y un aserradero en el cual se construían pequeños muebles de uso común y de olor penetrante a madera y clavos,  en la que unos niños jugaban a la pelota con gran griterío, mientras  unos pocos ancianos los miraban sonrientes desde sus bancos. Continuó, cansado como estaba y se vio obligado a entrar en una calle larga de apariencia infinita, muy estrecha y también empedrada, retrocedió abrumado por el cansancio y se sentó en la plaza, en donde habló amigablemente con unos jóvenes que le dieron toda clase de explicaciones sobre el acceso a su lugar de destino, es más, le indicaron que también ellos estarían allí  más tarde, en un viejo café.
 Centrado en su trayecto, se encontró  de nuevo en otro pasaje muy semejante al anterior pero este era transversal y también culminaba en una plaza, en la que había tenderetes con objetos antiguos a la venta y unos farolillos encendidos sobre ellos indicaban que la noche estaba cerca, desfallecido continuó caminando sin prestar ya mucha atención a lo que veía, impaciente por llegar a su destino ,  y así uno tras otro caminaba recorriendo pasaje tras pasaje que iban apareciendo, en un itinerario sin fin y zigzagueante, los perros cabizbajos  le salían también al paso, se dio cuenta de que el trayecto nunca acababa, perdió el sentido de la orientación y comenzó a sentir frío, la noche se le venía encima y aún no había llegado al ansiado lugar que buscaba, el encanto se iba desvaneciendo a medida que el agotamiento hacía mella en él, se sentó en un recodo y angustiado se quedó dormido encima de su maleta.      
  Cuando despertó,  era ya un anciano que apenas veía y con mucho esfuerzo se incorporó en su cama,  para beber un vaso de agua.

lunes, 11 de julio de 2011

CRISTAL DE BOHEMIA













CRISTAL DE BOHEMIA
Titilaban las lágrimas colgantes desde lo alto y llenaban de luz el ámbito tenebroso, en medio del cual, estaba colocada la lámpara. Luces cristalinas, irisadas, dentro de  un haz redondo y enorme poblado de pequeños racimos arbóreos, la acompañaban, por su tamaño no guardaba proporción con la altura del techo, y con la vibración del ambiente, se escuchaba el suave tintineo de los cristales rozando unos contra otros.
Todas las tardes subía cuatro pisos muy altos hasta alcanzar su morada, moteada por el polvo sobre  libros tirados por el suelo, en torno a una mesita camilla muy pequeña y desvencijada, colocada justo al lado de una estufa de leña que era la única calefacción, para resguardarse de los fríos inviernos que pasaba allí, el hombre, de oficio anticuario, que guardaba celosamente, sus antigüedades en un antro interior, también asfixiado por el polvo.
 No había en la casa ni rastro de un alma femenina, él mismo se cocinaba en las noches de invierno una humilde sopa de verduras con un hueso en la olla para darle gusto, y después de cenar, algunas veces se preparaba sobre la estufa un bebedizo, a base de ron caliente.
Las palomas ronroneaban constantemente sobre el tejado, sobre su propio estiercol acumulado  y endurecido, malhumorando al hombre de carácter ya de por sí atrabiliario, cada vez que intentaba abrir la claraboya con el fin de disipar el humo que provocaba la estufa de leña, mientras, cortaba la leña con el hacha  sobre un tronco robusto y pequeño.
Todo en el ambiente era antiguo y teñido con cierto aire de austeridad, él mismo poseía unos ojos diminutos, nariz aguileña y una larga barba que contrastaba con su calvicie.
Aquella tarde había encontrado una hermosa lámpara de origen desconocido cuajada de cristales de bohemia, que, embargado por la ansiedad y la codicia, le resultaba difícil tasar.  Después de cumplir con sus costumbres, se sentó frente a la hermosa lámpara, colocada sobre la mesa y comenzó a abrillantar aún más los cristales.
 Al cabo de un rato, empezó a surgir de los critales, un desfile de imágenes que inundaban su humilde casa y se iban acomodando sobre las paredes, sobre la cama,  sobre los libros, en un momento, se pobló de seres extraños su casa, unos con trazas, de artistas,  le acercaban un cuadro, otros, sabios, un libro maravilloso, otros, músicos tocando diferentes instrumentos, le deleitaban con su música, en el fondo de la estancia, se veía a otro esculpiendo una bella imagen, se veían también hombres y mujeres que trabajaban laboriosamente en un prado verde  e iluminado, se escuchaban voces que cantaban extraños himnos… de pronto, surgió una figura femenina, diminuta y frágil vestida de blanco, que él reconoció enseguida, porque durante muchos años la había amado en secreto. Con mucha dulzura, salíó del brillante cristal que la contenía, desvaneciéndose al mismo tiempo todas las imágenes que lo acompañaban, todavía el resplandor de los cristales ya vacíos lo cegó un instante, se  acercó a él  y le dijo: yo soy la dueña de esta lámpara  que he recibido en herencia, hace ya mucho tiempo, la daba por perdida y  tiene un valor incalculable.
 Él, completamente obnubilado y sin dar crédito a lo que veía, con un brillo insoportable en los ojos, palpaba las paredes en busca de las imágenes, buscaba con insistencia sobre los libros, se tendió  sobre la cama dando vueltas, se palpaba los oídos  porque quería escuchar la música y las voces que cantaban, nada de eso se encontraba ya en su casa, la lámpara apagada, perdió su lustre, ella desapareció en la sombra, solo, con una mano en la cabeza y con lágrimas en los ojos, completamente enloquecido y extenuado, se sentó apesadumbrado en su sillón.  

sábado, 9 de julio de 2011

NO HAY MÁS CERA QUE LA QUE ALUMBRA








NO HAY MÁS CERA QUE LA QUE ALUMBRA

Aquella noche durmió mal, tuvo una pesadilla que sembró la confusión en el tiempo.
La ciudad estaba dormida, a pleno sol, las calles eran pateadas insistentemente por gente apresurada que golpeaba con fuerza el asfalto, las tiendas estaban cerradas, las librerías se habían declarado en quiebra, las salas de cine y las bibliotecas habían sido clausuradas, la asociación de conciertos había desaparecido, las tertulias de los cafés ya no existían a causa de las prisas, las aulas de los diferentes centros de enseñanza se poblaban de chicos absortos que, con una actitud pasiva, no entendían nada, los más pequeños eran clasificados en las escuelas, con un criterio  que los proyectaba hacia la incapacidad. Las casas de reposo de los ancianos eran brillantes barracones donde hacinados, recibían mal trato a diario con un alto coste , los centros de salud mental estaban repletos de locos abandonados a su suerte, atiborrados de medicación, los hospitales soportaban cada vez más, grandes colas de enfermos que en su mayor parte morían de cáncer, grandes epidemias infectaban calles y plazas, las diferentes instituciones sociales no daban abasto, la comida estaba envenenada, el aire era irrespirable, la población se aglomeraba en la ciudad y los pueblos, desiertos, albergaban solamente unos pocos ancianos.
 Los barrios se vestían con las galas de la riqueza, la opulencia de los mejor parados cegaba con su brillo a los más pobres,  que poco a poco iban perdiéndolo todo, las casas permanecían vacías y sus antiguos habitantes vivían en la calle. Las nuevas gentes que entraban en la ciudad, procedentes de otras tierras, se ocupaban de los trabajos más miserables y eran los nuevos marginados, los periódicos se ocupaban de las noticias de  paises lejanos y las noticias locales solo eran anécdotas intranscendentes, un torrente de información televisiva aturdía y confundía sin cesar con gran alboroto.
La violencia y la amenaza, afloraban por doquier, la nueva educación consistía en la perdurabilidad de la ignorancia, la gente desatada, daba rienda suelta a sus pasiones. Completamente desorientados, daban contínuamente palos de ciego. Ciegos  y presurosos se abalanzaban voraces sobre cualquier oferta de futuro, así,  inconscientes y espeluznados, flotaban en medio de un mar de dudas, sobre una nave que nunca tocaba puerto, la nave del olvido, extenuados , extendían sus brazos hacia el cielo y esperaban la muerte.
A punto de  despertar, se encontró frente a una ventanilla al final de una larga cola, con un cartel que decía: No hay más cera que la que alumbra.