NOCHE ESTRELLADA
Il faut voyager
loin en aimant sa maison.
APOLLINAIRE, Les mamelles deTirésias.
Una noche clara, tibia, iluminada por cientos de
luces lejanas titilantes en el cielo oscuro y extenso sobre el ancho mar, caminaba sin rumbo con mi perrita y
de repente el largo paseo en perspectiva se estrechaba cada vez más, tal vez
caminaba demasiado lenta, tal vez me sobrecogiera un encuentro fortuito, tal
vez el tiempo se detuvo en ese instante en que alguien pronunció mi nombre
desde la oscuridad.
La silueta era enorme, la silueta de un hombre sin
duda, con un cigarrillo apoyado en la comisura de sus labios y portaba además
un perro de grandes dimensiones de su mano derecha.
Los perros son amigos de saludarse y conocerse entre
ellos, se olisquearon un rato y continuaron el camino a nuestro paso.
El hombre miraba al cielo mientras hablaba y con el
ceño ligeramente fruncido a causa del cigarrillo pendiente de su boca a punto
de caerse. Creo que nos conocíamos desde
tiempos remotos no puedo decirlo con certeza, una nube de sueños velaba
mi entendimiento, pues viajaba en esos momentos a lo largo de páginas leídas
con un placer de esos que perduran y se asocian a otros en el presente y forman
entre sí una sociedad extraña en revoltijo. Ignoro por qué pero el hombre me
vino como asociado a una de esas noches parisinas en las que la lluvia salpica
pertinaz el empedrado de sus calles y es preciso guarecerse en una café al azar
y tomar un vino caliente o quizás algo más fuerte que ahuyente la humedad.
Tras comentarios repetidos e insistentes a cerca de la
noche esplendorosa que acompañaba nuestros pasos él hombre sugirió sentarnos en
un banco para mostrarme un enmarañado lio de papeles que con destreza desplegó
sobre sus largas piernas. A la luz artificial de una farola en los pliegos se
dibujaban infinidad de circuitos con puntos bien significados y flechas que
indicaban nada menos que el ir y venir de los astros. Él conocía todos sus
nombres y movimientos, y de vez en cuando alzaba la vista al firmamento y
señalaba con el dedo tal o cual situación de una constelación, de una estrella.
Sentí el calor y el efecto del vino caliente en mi
estómago y seguí las indicaciones de mi mentor
sin vacilar y entusiasmada. Las calles empedradas y empapadas de lluvia
se confundieron con los adoquines secos de un paseo improvisado a la orilla del
mar iluminado con fuerza por centenares de estrellas. Los perros, símbolos
siempre del momento presente alzaron sus pesados cuerpos sobre sus patas y nos
indicaron su ansia de trayecto.
Una nebulosa extraña velaba mis ojos, tal vez el
brillo que dibujaba extrañas perspectivas, perdida como siempre, palpé con mis
propias manos el vacío del aire que me circundaba, solo las páginas de un libro
me revelaron el enigma de esta noche mágica, el hombre corpulento, las calles
empedradas húmedas de lluvia, la noche poblada de estrellas, idéntico universo
de noches sucesivas se confundieron en qué y por qué.
Ya más relajada alcé mi obnubilada vista hacia el cielo y constaté que la presencia de
las estrellas era tan real y tan etérea
como la presencia de un sueño.
FOTO: La noche estrellada sobre el río Ródano
Vincent van Gogh