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Ariadna
Article · January 2006
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DOAJ
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Luis Quintana
Tejera
Universidad Autónoma
del Estado de México (UAEM)
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Ciencia
Ergo Sum
ISSN:
1405-0269
ciencia.ergosum@yahoo.com.mx
Universidad
Autónoma del Estado de México
México
Quintana
Tejera, Luis
Ariadna
Ciencia
Ergo Sum, vol. 12, núm. 3, noviembre-febrero, 2005, pp. 335-336
Universidad
Autónoma del Estado de México Toluca, México
Disponible
en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=10412317
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He
recorrido los laberintos
infinitos
de tu cuerpo
Luis
Quintana Tejera*
para
tratar de descubrir la esencia de lo que nos une.
Me
asomé al abismo de tu vida
y
la sonrisa de los labios que eran míos golpeó mi conciencia y me gritó
su
verdad.
En
tus ojos, Ariadna, he leído historias ruptura yo me sentía perdido
irremediable-increíbles que muchas veces pasaron mente en el laberinto1 de mi
soledad y sufría sin dejar huellas y otras se llevaron por el horror de
encontrarme cara a cara con con ímpetu cruel una pasión que había guar-mi
Asterión2 temido. Y no porque no supie-dado celosamente día tras día.
ra
derrotarlo, sino porque después de hacer-Vi la mano que estirada al viento de
otoño lo, ¿dónde hallaría refugio mi espíritu deses-se despedía de quien no
volvería a ver nunca perado? Cumplida la misión, sólo querría re-más. Sentí en
esos mismos ojos tuyos de qué tornar a tus brazos. Y ese hilo que a través de
manera mi corazón iba acostumbrándose a la distancia nos unía separándonos se
volvía no nombrarte. Y no fui yo quien cortó ese cruelmente invisible y no se
dejaba ver por hilo santo y pagano que a través de los tiem-mis ojos que lo
buscaban en medio de las pos que corren ha venido uniéndonos dia-sombras.
riamente.
Pronto
comprendí que lo invisible renace a He tenido la ilusión efímera de volver a
to-veces con mayor fuerza; y después de una car en tu puerta, pero al
intentarlo me he dado sangrienta caída me levantaba para volver tras cuenta de
que tú ya no estabas allí; o, al me-de ti. Y estaba así condenado a los brazos
de nos, no te hallabas dispuesta para mí. Fueron muchas Ariadnas que me recibían
con la es-tantos y tantos los amores que se repitieron peranza de vencer en mí
al minotauro repeti-en mi alma cansada y fueron tantas búsque-do de la historia
jamás contada por lengua das equívocas y fugaces, que llegué a pensar alguna.
que
la magia de tu guía eterna ya no estaba.
Al
comienzo todo se parecía; eran enormes Felizmente me equivoqué, porque tú,
estrellas que fulguraban a lo lejos; guías de lu-Ariadna de mis recuerdos más
dulces y de ces que me mostraban el camino y me llevaban mis llantos más
severos, me enseñaste a creer en la eternidad de cada instante. Me 1. Posee una
significación simbólica aparte de la alusión contextual implícita con la cual
se hace referencia adoctrinaste para que supiera vivir a pesar al enorme
laberinto de la existencia humana.
de
tantos tropiezos. Y no fueron doce las caí-
2.
Es el nombre del minotauro, ser fabuloso que habitaba el laberinto de Creta.
Era hijo de Pasifae y un toro das, sino miles y miles, incontables. Y en cada
sagrado. Su complexión era mitad toro y mitad hombre. A él debe destruir Teseo.
C I E N C I A e r g o s u m , V o l . 1 2 -
3 , n o v i e m b r e 2 0 0 5 - f e b r e r o 2 0 0 6
335
jugar
a creer que nada es posible en este mundo sin tus alegrías.
Y
un día llegó la hora. Era el mo-
mento
anunciado por pitonisas y reyes. Rendí ante mi arma despiadada al triste
minotauro que al morir lo hizo con una sonrisa de piedad. Sus ojos fueron cerrándose
poco a poco y nada en él me anunciaba un futuro diferente. Muerta su esperanza,
renacido para la vida del recuerdo, dejé al pobre Asterión con una herida mucho
más
honda
que aquella que le ocasionara al encuentro del cruel enemigo, para que Asterión
esperaba mi nueva acometi-la muerte. Lo dejé ir con una relativa venciéndolo,
venciera mis temores. Pero da, yo me retorcía por el dolor de la certeza de que
todo volvía a comenzar.
cuando
estaba a punto de lograrlo, la es-ausencia. Cual nuevo y lamentable
Y
seguí tu hilo misterioso, Ariadna.
peranza
quebraba su lanza en lo más Teseo3, ya no sabía cumplir con el des-Me guió por
pasillos incontables; me profundo de mi alma y no me permitía tino de los
dioses y poco a poco me mostró las diferentes facetas de tan hon-concluir la
tarea apenas empezada.
dejaba
morir entre tus brazos.
do
laberinto; me sumergió en la alegría Asterión se burlaba de mí, y aunque cien
También pensé junto con el triste
de
la búsqueda y en la certeza de hallar-veces clavara mi espada en su corazón
minotauro que muriendo alcanzaría mi te al final del recorrido. Estuve solo
atormentado, cien veces renacía para gri-redención. Y él fue quien me lo dijo
como no lo había estado nunca. Recor-tarme des- piadadamente que los dos es-la última
vez que me vio llorar ante sus daba la intensidad de tus besos apreta-tábamos
solos y que únicamente nos di-cascos. Él me recordó que el destino del dos y húmedos
que ofrecían siempre ferenciaba la herida esperanza del espí-
hombre
no es fácil en esta tierra de desdi-una boca de plata con alientos infinitos.
ritu
cansado que era el mío y el terrible chas, en este auténtico valle de lágrimas.
Recordaba
tu misericordia eterna para consuelo de ya no tener que aguardar Y, ¿podrás
creerlo, Ariadna?, el mi-mi alma cansada. Recordaba el dolor porque nada estaba
en su futuro.
notauro
me devolvió la esperanza y me de cada despedida. Y así avanzaba solo,
Quinientas veces le grité que no era enseñó a morir poco a poco. Me mos-pero
seguro; solo, pero consciente del cierto y lo dejé solo con su soledad.
tró
el camino que conduce a la tierra triunfo final que me aguardaba.
Yo
reiniciaba así el camino de la cuer-donde nadie habita. Me llevó de la mano
Cuando llegué a ti, ese cordón
da
extendida hacia el futuro, y al llegar al hallazgo cruel que en otros
momen-umbilical que nos había unido por
no
era tu rostro el que me aguardaba.
tos
le permitió a Odiseo esconderse en meses, años y siglos cansados ya no te-No
eran tus ojos ni tu boca de dientes el anonimato de un pronombre. Nadie, nía
sentido. Te observé temblorosa y organizados y perfectos. Era otra cara nadie.
Sólo el silencio universal que co-tus ojos no miraban la realidad de mi que me
miraba con profunda dulzura bija al hombre cansado de buscar.
presencia.
Se dirigían en cambio hacia y que me ofrecía reiterar el vano es-Y yo no me
engañaba, no. Tan sólo
un
infinito océano que abría su mura-fuerzo para tratar de hallar, ahora sí, me
rendía al placer de volver a pensar lla gris ante tus pies mojados por el lo
imposible.
en
ti. Porque como tu cabeza no hubo agua tibia de la tarde.
Pero
era en tus ojos, Ariadna, don-otra igual; como tus manos nada seme-Y en tus
ojos, Ariadna, donde había de había leído leyendas imposibles; en jante aparecía
en ese universo desola-leído historias increíbles veía ahora una los tuyos y no
en esos ajenos espejis-do donde un alma buscaba y otra se exhortación que más
se parecía a sú-
mos
que nada me darían. Mientras
ocultaba
únicamente por el afán de plica vigorosa que salía de tus labios y que gritaba
al viento: “Nunca más”.
3.
En la mitología griega, hijo de Etra. Se le relaciona frecuentemente con Hércules.
Al igual que éste debió realizar una Sólo quise saber si podía retomar ese
serie de “trabajos” entre los cuales se incluyó el ingreso al laberinto de
Creta para encontrar y destruir al minotauro hilo histórico y volver a empezar
la búsque allí habitaba. Enamorado de Ariadna, hija del rey Minos, se ponen de
acuerdo en el modo como el héroe podría queda imposible. Los ojos de Asterión
salvarse de una muerte segura; para esto la joven le da un ovillo de lana que
debía desenrollar cuando avanzase por se iluminaron en el laberinto de mi los
pasadizos del laberinto. Así lo hizo y cumplida su tarea, regresó feliz a los
brazos de su amada gracias al hilo memoria y en ese momento entendí:
conductor
que lo guió.
“Nunca
más”.
336
QUINTANA, L.
ARIADNA
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