domingo, 14 de abril de 2013

LA TRANSGRESIÓN DE MEDEA



LA TRANSGRESIÓN DE MEDEA


“Medea.-Los hombres dicen que llevamos una vida fácil, seguras en nuestras casas mientras ellos lo arriesgan todo ante la punta de una lanza. ¿Qué saben ellos? Yo preferiría entrar en batalla tres veces con escudo y lanza que dar a luz una sola vez. "
Eurípides. Medea. Fragmento
LA  TRANSGRESIÓN DE MEDEA
Extranjera entre los griegos, Medea, la princesa hechicera, es víctima de un amor apasionado por el héroe Jasón, que inmortalizó Apolonio de Rodas en el viaje de los Argonautas, a quien formó el centauro Quirón, mientras Medea ha aprendido sus artes de hechicería de Hécate a quien sirve como sacerdotisa y asimismo de la hermana de su padre Circe.
La Cólquide lugar de origen de Medea es un lugar apartado y territorio bárbaro. Era una ciudad-estado colonizada por los griegos a orillas del mar Negro, en lo que hoy sería Georgia en donde se encontraba el mítico vellocino de oro colgado de un árbol. El vellocino era una piel de carnero sobre cuyos poderes se ha especulado y el más probable es el que está relacionado con la realeza, en concreto el vellocino de oro representa la idea de la realeza y la legitimidad: de ahí el viaje de Jasón en su busca, para restaurar el legítimo gobierno de Yolco en Tesalia.
. A fines del siglo II a.C., en el Asia Menor, al este del Ponto Euxino (Mar Negro) y al sudoeste deTranscaucasia, dos reinos florecían, el de Diaoji y el de Colca o Cólquida (en griego: Κολχίς / Kolquís).
Se comprende así mejor el desarraigo de Medea que abandona su  pasado patrio y familiar para seguir a un hombre que le promete amor eterno, una vez consiguió su objetivo: alcanzar el vellocino, para lo cual tuvo que superar duras pruebas impuestas como condición por el padre de Medea Eetes. Ella le hizo invulnerable al fuego y le dotó de una fuerza sobrehumana con sus artes mágicas y también durmió al guardián del vellocino en el bosque, una serpiente que nunca dormía, con sus encantamientos.
Como nieta del titán Helios, su belleza era según narra la historia, deslumbrante. Así pues nos encontramos ante una mujer poderosa y pasional, presa de los lazos del amor.
Pero lo irracional prevalece sobre lo cerebral. La erupción de los sentimientos no puede ser dominada por la razón, y el amor es una fuerza destructora (por amor  Medea roba y mata).
 En la antigua Grecia lo irracional estaba simbolizado, entre otras cosas, por lo femenino y lo extranjero. Medea reúne ambas cualidades, y eso la convierte en una paria rechazada por la flamante Corinto, que recela de ella como elemento caótico, descontrolado, vestigio de un mundo antiguo, atrasado y hechicero.
Mata a su hermano Apsirto que trató de bloquear su salida del suelo patrio, mata al rey Pelias de Yolco tio de Jasón, a la futura esposa de Jasón Creusa hija del rey de Corinto Creón que muere con ella y finalmente presa del repudio de su esposo da muerte a sus propios hijos y destruye así su porvenir, temerosa del futuro que les esperaba en manos de su odioso padre ensoberbecido por sus éxitos, según la tradición los dioses no perdonan la hibris.
 Es un personaje antipático para el público biempensante, considerada paradigma de la maldad y la hechicería, pero es fundamentalmente una mujer despreciada por un marido ingrato que se sirvió de ella para alcanzar sus objetivos utilizándola. Todas las interpretaciones del mito confluyen y hacen hincapié en “la venganza de Medea por desamor”.
“Medea” trata también sobre el desarraigo y la inadaptabilidad en un mundo que señala al diferente con desprecio. Desde esta óptica, se la puede considerar como una crítica de la sociedad actual, en la que muchas veces confluyen todos estos elementos.
 ¡Ay, ay! ¡Ojala me libere con la muerte, dejando antes de tiempo una existencia odiosa! Son las palabras de Medea en la obra de Eurípides.
Medea se lamenta de ese absurdo patriarcado que hace que las mujeres estén sometidas a las decisiones de sus esposos, por arbitrarias que estas sean, la separación no da buena reputación a las mujeres, ni siquiera les es posible repudiar al esposo.
Las palabras que pone  Eurípides en boca de la nodriza nos pone en situación:
Llora por su padre querido, por el país y la casa que traicionó para venir con un hombre que ahora la desprecia
Medea se lamenta con estas palabras:
Este suceso inesperado que se me ha venido encima me ha destrozado el alma (…), pues mi esposo, en quien tenía yo puestas todas mis ilusiones, –bien lo sabe él, ha resultado ser el peor de los maridos”.
En ese momento el Corifeo, portavoz del coro de mujeres corintias, se solidariza con Medea, comprende sus sentimientos e incluso llega a justificar la venganza que está latente en la obra y de la que todavía ni siquiera se ha hablado:
con toda justicia castigarás a tu esposo, Medea. Y no me extraña el dolor que sientes por tu infortunio
Como Medea una mujer de nuestros días lejos de su familia se casó muy enamorada de un hombre que pronto  despertó sospechas por su violencia.  A continuación, se vio marginada y repudiada por su marido, con la única misión de traer hijos al mundo y conservar fielmente la tradición familiar.
 Cada vez que concebía un hijo lo guardaba en secreto todo el tiempo posible arropada con un grueso manto hasta los pies, con la ciega esperanza de hallar en el nuevo ser la luz que alumbrara sus días y con el pudor de su íntima alegría oculto a la vista de los demás, a diferencia de otras mujeres que lucen abiertamente sus barrigas orgullosas de su estado y quizá ignorantes del destino común a todas ellas que habitan en un mundo de hombres de los cuales dependen de una forma u otra, o bien en su trabajo o bien el hogar.
Muy celosa de su intimidad femenina esperaba el feliz advenimiento con una belleza exultante que a nadie hacía sospechar su estado, un oscuro presentimiento le hacía manifestar tanto secreto, que los seres que habitaban en su vientre continuaran su fatal destino. Cuando por fin tenía lugar el acontecimiento su tez relucía con el brillo de sus ojos y disfrutaba de su maternidad como cualquier madre común. Solía comentar con frecuencia… —siempre debería haber un pequeño en la casa, esta se llena de luz y de alegría con su presencia…
Sin embargo cuando sus hijos llegaban al uso de razón, le eran arrebatados de sus brazos y pasaban a ser educados y tutelados por su padre.  Llegó un momento en que sus hijos ya no le pertenecían,  crecieron y la trataban como  a una extraña. Extranjera en su propia casa, una mujer de carácter como era, desarrolló la violencia como única vía de escape a su demencial situación. Como Medea, ella no era una mujer que asumiera con facilidad una derrota. Había demostrado saber hacer frente con energía a las adversidades. Había criado unos hijos que vio convertirse en monstruos, cada vez más fuertes que reproducían las mismas actitudes para con ella que su padre, y cansada de tanta violencia  y ya sin fuerzas, como Medea, también se sentía engañada, burlada, traicionada, defraudada, decepcionada, no correspondida en el amor que manifestó siempre a su esposo y a sus hijos, y con terrible aflicción solía lamentarse — ¿qué hijos he traído yo al mundo?, – ¡monstruos!  —¡Preferiría verlos muertos!…   cuando se vio en medio del más completo desarraigo e impotencia,  acabó con su vida y la vida de su progenie maldita en su interior, para caminar errante en el mundo de los muertos.
 Cuenta el mito que después de su venganza los habitantes de Corinto, bien en venganza por la muerte de Creonte o bien decepcionados por el comportamiento de Medea, la apedrearon en el templo de Hera y la obligaron a abandonar la ciudad en el carro de serpientes aladas que le había regalado su abuelo Helios. Tras errar por distintos lugares en busca de protección, Medea llegó a la ciudad de Atenas, cuyo rey, Egeo, no sólo le ofreció hospitalidad sino que se casó con ella con la esperanza de que sus hechicerías le permitieran concebir un hijo pese a lo avanzado de su edad. La hechicera cumplió sus expectativas teniendo de él un hijo al que llamaron Medo. Con la llegada de Teseo hijo de Egeo y heredero del trono, Medea tuvo que huir nuevamente con su hijo acusada de atentar contra su vida y todavía hoy pervive su condición errática en el corazón de numerosas mujeres.
De: Claros y Sombras
Mercedes Vicente González
Foto: Medea. De Pier Paolo Pasolini. María Callas