lunes, 7 de septiembre de 2015

MERECER LA PENA








MERECER LA PENA

"Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor"
Samuel Beckett



En una habitación en penumbra, una mañana soleada, el rostro apagado, marcado por la amenaza inminente de la muerte y sin embargo los ojos encendidos de ira, de indignación y de odio.
Un ángel inocente a su lado, sonríe lejos del acontecer del momento, junto a ellas, tejí como Penélope la espera, en lana blanca y esponjosa, los nervios así se destensaban y un hálito de vida asomaba en la mueca espantada, asustada, del espectro viviente.
El dolor y la amargura del ambiente me azotaban con fuerza, entraba, salía, abría las páginas de un libro sin leer una sola línea, mis ojos desorbitados sobrepasaban sus líneas, y sin embargo, entera, y excluida del evento ; los demonios arrojados sobre mis espaldas me hablaban de locura, de prostitución, de delitos, de estupidez, de falsedades sin número, iban y venían envueltos en una culpa acompasada, la edad de ella, su deterioro, su estrepitoso final inesperado, su inconsciencia, la violencia de nuevo, el sigilo, la hipocresía, la avaricia, la envidia, la soberbia, un espectáculo dantesco sobrecogedor hacía mis pasos lentos y apesadumbrados, y sin embargo mi deseo era ver el final, la despedida, porque un día la amé eternamente.
En un acto impregnado de orgullo y recuerdo, abatida por la tensión y el desprecio, acerté a formular una simple pregunta que en otro tiempo escucharon mis oídos respecto a mi propia vida y sin vacilar mi respuesta entonces fue un sí triunfante, en este caso la negativa debía salir a la luz, tal vez se hacía necesaria una defensa, tal vez el poder de la muerte sobre el ser que ha tocado y el espanto me movieron a formular esa pregunta sin vacilar, como para dejar en evidencia tanta infamia, pero con cierto temor a ocasionar un daño, sentí ese temor, sentí esa duda, y decidí finalmente soltarla para que aquel espectro tuviera el descanso eterno en la verdad. Entonces dije – ¿Mereció la pena tanto esfuerzo?, la respuesta no se hizo esperar, como en una escena de ficción fantasmagórica, alzó los débiles huesos de su cráneo tocado, cerca de otro mundo, y un no escueto, rotundo, agresivo, fuerte, casi salvaje salió de sus amoratados labios.
No volví a escuchar su voz colérica, el acceso a ella se me cerró herméticamente, tuve que volver a la vida sola como siempre y ahora la pregunta revierte sobre mi misma — ¿mereció la pena preguntar?.... —la pena fue grande y la respuesta es el fracaso.