Era el atardecer de un día próximo a la primavera y salimos de la facultad dispuestos a tomar una caña en un bar de la zona centro. Entramos y nos acomodamos en la barra y con el soniquete de una radio de fondo, conversabamos con agrado sobre cosas intranscendentes cuando al cabo de un rato, de pronto, saltó la noticia del día, unos individuos habían entrado en el Congreso y habían armado gran alboroto con tiros al aire y demás gestos de asalto.Dentro del bar se escuchó un murmullo fuerte y voces de asombro, mis acompañantes mudaron sus sonrisas en una expresión de desasosiego mezclada con confusión, algunos palidecieron, entonces, con un ademán tranquilizador me dirigí a ellos y les dije: “no pasa nada , seguro que no pasa nada, mañana cuando vaya a la estación de tren y compre el periódico todo se habrá quedado en un susto”, me miraron perplejos y uno de ellos arremetió contra mi, nervioso, insultándome incluso, tal era el estado de excitación que se produjo.
En cuestión de segundos el bar fue quedándose vacío y nosotros salimos también apresurados por las circunstancias. Mis amigos que tenían casa propia y eran ya independientes, optaron en este caso por acudir a la casa de sus padres , yo vivía sola y carecía de casi todo, incluso de televisión y teléfono, me encaminé hacia mi casa atravesando una ciudad ya fantasma con la única presencia de algunas patrullas policiales en la plaza, se respiraba el miedo… tuve todavía la serenidad suficiente como para ir a una cabina telefónica y llamar a algunas de mis amistades…, a mi familia …, nada…, todo era inútil, estaban todos horrorizados…, como además tenía que acudir a una cita con el Ministerio de Asuntos Exteriores a la mañana siguiente y tomar un tren temprano con el fin de tramitar una beca para Bélgica, me fui a dormir.
Yo no vi ninguna imagen del suceso, contaba solo con una radio-despertador que puse en hora para despertar al día siguiente, además, vivía entre dos fuegos, era la mía una calle conflictiva la mitad era de un bando y la otra mitad del otro extremo, y pensé: "como sea cierto lo que está pasando, aquí perezco"….…
Al día siguiente como había pronosticado, compré el periódico al llegar a la estación y leí la buena noticia, todo había quedado en un susto… me subí a un tren desolado, era la única pasajera junto con el revisor y otros empleados del ferrocarril. Llegué a la capital y al descender me encontré en medio de un gran tumulto y clamor de sirenas por todas partes, la gente corría apresurada presa del pánico, tomé entonces un taxi y pregunté y ahora… ¿qué pasa? el taxista me miró por el retrovisor y dijo con sorna: "nada, estos, que quieren continuar la juerga de anoche"… me dirigí tranquila al Ministerio y todavía tuve que abrirme paso por el medio de una hilera de metralletas hasta alcanzar la ventanilla donde dejé al fin mi carnet de identidad. Diez años más tarde contemplé atónita las imágenes de lo sucedido en el televisor… ….