lunes, 24 de junio de 2013





INCINERACIÓN
 “Un sueño pierde su poder cuando aislamos sus componentes”
“Auto de fe” Elías Canetti

Leyó la esquela al pasar delante del Estanco pegada a la pared, el funeral tendría lugar a las cinco, del día señalado en la iglesia de las Lindes, y a continuación el cadáver sería trasladado al tanatorio en donde se procedería a su incineración.
Todavía murmuraba dentro de sí el sueño de la noche anterior, un terrible incendio solo semejante al que asoló la Biblioteca de Alejandría, se propagaba crepitante desde la sala de los libros extendiendo su humareda pegajosa y su intenso olor a quemado hasta la orilla de su lecho. Mientras ardían los infinitos libros, un zumbido en uno de sus oídos clamaba con insistencia, —siempre supuso que esos zumbidos insistentes eran un aviso, un reclamo al menos—, cuenta la leyenda que cuando padecemos insomnio es que habitamos despiertos en el sueño de otro, pero estaba soñando y dormía agitándose en medio del fuego, uno por uno fue salvando los volúmenes oníricos, recorrió sus páginas que en otro tiempo endulzaban sus días, leyó en diferentes lenguas lo allí escrito, recorría también apresurado aquellas calles que la antigüedad le evocaba, ¡qué maravillas se estaban extinguiendo!, todas sus notas cuidadosamente recogidas en aquellos cuadernos artesanos que tanto le gustaba surcar con su pluma… fue tan vertiginoso el recorrido como voraz aparecía el incendio. En el rincón más alejado de la casa se acurrucó leyendo sin protección alguna el pasaje parejo de una biblioteca víctima de un incendio a manos de enemigos de la muy poderosa Roma, su bibliotecario descendió a través de empinados escalones y derrotado contempló la masacre desde la plaza de enfrente, cuando al fin, satisfecho por haber salvado su vida, surgió el alivio que le despertó a él, arrinconado en su habitación dispuesto a desentrañar su extraño sueño.
No asistió al funeral, desazonado y confuso en su despertar  sí en cambio sintió vibrar al muerto con absoluta nitidez, vivo en todos los ámbitos de su memoria, su amigo tan amante de los libros, invadió su ser con toda su nobleza. Para entonces, ya a las alturas de la tarde del día siguiente él mismo contempló su metamorfosis, no se hacía necesario el protocolo acostumbrado en estos casos, su amigo tras el desastre  ya habitaba su casa y ordenaba cuidadosamente sus libros en la biblioteca y mientras tanto era incinerado su cadáver en el Tanatorio señalado.


FOTO: Libros quemados


De: Silencios en Otoño.