jueves, 7 de julio de 2011

PACTAR CON EL DIABLO

PACTAR CON EL DIABLO

Pobres lo que se dice pobres son los que son muchos y siempre están solos.
 Eduardo Galeano

Se sentó un día cualquiera, al borde de su cama y empezó a conversar con ella en unos términos muy convincentes que dejaban ver sus aviesas intenciones.
Que si el mundo es así y nada lo va a cambiar, que si es “el eterno retorno de lo mismo”... "la nada absoluta que nos arroja impenitentes al vacío"... "el tedio"... "las doctrinas superadas"... y el “hay que hacer”… “hay que superarse”… “hay que”… como consignas, repetidas hasta la saciedad, con afán de negociar…
Recordó entonces, su niñez abandonada a su suerte.
La chabolas estaban alejadas del centro de la ciudad y olían mal, a una mezcla de sudor y humedad en el ambiente que las hacía insoportables. Sus habitantes no hacían nada, sentados en la orilla del río refrescaban sus pies sucios con mugre acumulada de muchos días de andar descalzos, los niños lloraban cuando sus madres les daban el pecho, ya crecidos y hambrientos, los hombres con la delgadez de la desnutrición, acumulaban cartones y chatarra que luego vendían como podían. Pucheros llenos de agua hervían, sobre fuegos improvisados, con gachas en su interior para la comida.
 Él, que se sentó sobre el borde de su cama, para negociar, no lo sabía, pero allí, en esas chabolas, pasaba ella largas horas cuando una organización parroquiana  proporcionaba comida y ropa usada para llevarlo, no existía entonces otro medio.
Los hombres entraban en el hall de su casa, con las botas caladas hasta las rodillas y retumbaba la madera del suelo y crujía, con sus pisadas firmes. Empapados de agua llegaban y dejaban grandes cantidades de dinero sobre el mostrador que habían recaudado  para la empresa, excitados hablaban en voz muy alta y siempre tenían prisa, eran unos cuantos, y ella niña aún, los espiaba, detrás de una cortina, hasta que se marchaban, dejando atrás el ambiente gris de la desolación. Con esa impresión que se repetía todas las semanas, a primeros de mes, se iba a la cama, en donde entonces, nadie se sentaba sobre el borde para negociar y se sentía tan olvidada como los pobres de las chabolas que visitaba
Con un nudo en la garganta y triste, contempla la misma desolación de aquellos días lejanos, que impregna su piel, en el presente, con el hedor  del hastío que produce tanto pacto, y la pobreza extrema en la que se encuentra, harta de negociar con la muerte.