jueves, 23 de junio de 2011

PAPIROFLEXIA










PAPIROFLEXIA

El abuelo era un ser desdichado y huraño que vivía de noche y dormía de día, apenas comía, y era también de pocas palabras, pero bien parecido, aunque un poco huesudo, y siempre iba en compañía de su bastón y su sombrero de ala ancha.
Niña aún, le espiaba por ver si algún día reparaba en ella y le revelaba su halo misterioso, a él no le gustaban los niños, pero de vez en cuando les mostraba sus llaves a modo de sonajero, con total indiferencia.
Una noche, se disponía a salir de su casa para dar el paseo habitual y se acercó a su nieta, con los ojos diminutos y encendidos  y le dijo: "si quieres venir conmigo te presento a unos amigos muy simpáticos". Salió en su compañía y se hundieron los dos en medio de una niebla espesa y blanquecina.
Llegaron al café de los artistas, y un anciano no menos enjuto que el abuelo, les acogió sonriente con un enorme libro en las manos de tapas forradas en tela de color verde oscuro, que estaba jugando con servilletas de papel del que florecían, como por arte de magia, figuras diminutas como duendes encima de la mesa, la niña fascinada quiso saber de qué truco se trataba  y él, atento y cariñoso le entregó el libro de tapas de tela verde al abuelo, no sin antes haber estampado en la primera página la dedicatoria: "A mi buen amigo"… y la firma y la fecha, con la recomendación de que no lo abrieran hasta llegar a casa,  para que no se escaparan los duendes.
Andando el tiempo, la niña creció y había encontrado, ya, otros libros que hablaban de muchas cosas más, incluso de seres imaginarios… ...
  El abuelo falleció, y ella todavía pensaba en aquellos duendes del abuelo y su amable amigo y la recomendación de no abrirlo…  un día, en medio de una trifulca, en la que todo le estaba prohibido, incluso salir de su casa, encontró el libro apilado junto con otros libros de gran tamaño y sin dudarlo lo abrió por la primera página en la que reconoció la dedicatoria: "A mi buen amigo"…y temblorosa por el hallazgo, continuó pasando las páginas y descubrió miles de filigranas en líneas de puntos que dibujaban duendecillos que a su paso, iban cobrando vida,  y saltarines, le indicaron acompañándola, la puerta de salida.

Hoy día, el libro reside en su morada y es objeto de muchas miradas ambiciosas que lo consideran de gran valor comercial.