domingo, 3 de febrero de 2013

SIN NOTICIAS DEL EXTERIOR










SIN NOTICIAS DEL EXTERIOR



Un hombre,  muy activo y próspero y con mucha elocuencia, se sentaba a la mesa a la hora de comer y arengaba a su familia cuando se disponía a dar cuenta de sus viandas, solía elogiar la ternura del lechazo, el fulgor de las cigalas jugosas, que compartían todos los comensales, las bondades del mar y de la tierra que él pródigo regalaba a sus congéneres con orgullo, eran los únicos discursos que escuchaban y las voces del hombre clamaban a través de las ventanas. Llegaba aún más lejos en su prédica diaria, les recordaba a todos las inversiones que había realizado con esfuerzo gracias a su empeño y actividad incesante.
Todos callaban, comían y bebían, con voracidad todo cuanto se les ofrecía, los sirvientes rodeaban la mesa atentos, solícitos y sonrientes, ¡Cuántas bondades! ¡Qué bien habla el señor!... —comentaban para sus adentros, ¡Qué inteligencia la suya!... ¡Cuánto mérito y prosperidad!...
Un día al atardecer, cuando paseaba con su esposa saludando pomposamente a sus más allegados vecinos: ¡Buenas  tardes D. Marcelo! y con ademán complaciente esbozaba una reverencia, ¡Buenas tardes Da Casilda! ¿Están bien los niños? Enunciaba entusiasmado, Y al mismo tiempo apremiaba a su mujer  para que mostrara la mejor sonrisa… De pronto, se oyó un tumulto tan fuerte que retumbaba el asfalto, una multitud pisaba con firmeza y con proclamas de libertad, rápidamente la esposa muy alterada se desembarazó del marido y se acercó a la calzada, ¿Qué piden, señor, qué piden?—le dijo a uno que pasaba visiblemente preocupada. — ¡Pan y justicia señora! — ¡Pan y justicia!...— insistió y respondió él muy serio.
El marido la cogió con fuerza del brazo y apretó el paso, ya poco le importaban los saludos, debía llegar lo antes posible a su casa, en donde los sirvientes les esperaban a mesa puesta.

Él, esta vez comía en silencio, no pronunciaba la arenga acostumbrada, solamente comentó en voz baja, mirando a su mujer con desprecio— ¿a quién se le ocurre?, preguntar a un exaltado “qué pide”, todos los comensales rieron y comieron y los sirvientes se mostraron satisfechos.