EL MODERADOR
La historia que se movió en la sombra acaba en la sombra.
El Duelo J.L.Borges
Era un hombre demasiado delgado y esbelto, de modales amables, con mucho prestigio, y le acompañaba siempre un gesto de esfuerzo en su rostro porque en otro tiempo estuvo a punto de quedarse ciego y en el presente, a duras penas vislumbraba las letras de sus documentos con la ayuda de sus gafas. En general, su apariencia inspiraba confianza.
Era asimismo el encargado de ejecutar dos testamentos contadictorios y confusos, y con ese fin congregó a los herederos en su despacho a través de una cariñosa carta.
Todos acudieron a la convocatoria el día señalado, acompañados de sus respectivos abogados, administradores y legajos, que se iban amontonando sobre la mesa en medio de una humareda espesa de tabaco rubio que inundaba los ceniceros a medida que transcurría la tarde. En pie, apoyado en una esquina de la mesa rectangular y alargada, él ejercía de moderador entre gritos, discusiones, y demostraciones de toda índole, que inducían fácilmente al descrédito y a la desconfianza de cuanto iba aconteciendo. El lenguaje se traducía en una jerga jurídica por parte de los letrados, con tintes chulescos y autoritarios, que iba dirigida a todos los presentes ajenos a ella, a excepción de uno, que visiblemente era su cómplice.
El moderador se tornó invisible y no había manera de entenderse, todo transcurrió como en una pesadilla de cifras que al amparo de las leyes dejaban traslucir el engaño en medio de la confusión, y todo allí era estrategia, él se levantaba, iba y venía, discutía acaloradamente, en contraste con su aparente fragilidad, los buenos modales desaparecieron por completo, otros le secundaban.
En un momento determinado se alzó una voz firme y serena con aire de indignación, que afirmó rotundamente, “no creo una palabra de lo que aquí se está diciendo”, entonces se levantó la sesión y todos muy nerviosos se apresuraron hacia la puerta, encendieron sus cigarrillos, iban murmurando… ahora todo era dispersión y silencio, el moderador se puso su gabán y salió del despacho rumbo hacia su casa muy excitado, envuelto en una niebla de fracaso y dispuesto a solicitar su renuncia , la fatalidad quiso que al cruzar la calle le atropellara un vehículo grande y falleció en el acto.