ÁRBOL ADENTRO
Creció
en mi frente un árbol.
Creció
hacia dentro.
Sus raíces
son venas,
sus nervios
sus ramas,
sus confusos
follajes pensamientos.
Tus
miradas lo encienden
y sus frutos de sombras
son naranjas
de sangre,
son granadas
de lumbre.
Amanece
en la
noche del cuerpo,
allá
adentro en mi frente,
el árbol
habla.
Acércate,
¿lo oyes?
OCTAVIO PAZ
Puedo
asegurar con certeza que lo vi, se extendía sobre un papel blanco el poema, lo
leí detenidamente y con todo el tiempo
pausado por delante, hablaba de luces y de sombras, de hojas muertas y de un
árbol; era realmente hermoso, cuando quise pasarlo a mi memoria se había
esfumado como un sueño y me sentí frustrada, trataba de recordarlo y era tarea imposible todo esfuerzo.
Miré
hacia el suelo que estaba cuajado de hojas
redondas y unguladas con manchas negras y brillantes, iluminadas por una
luz intensa y blanca.
Tenía
que reconstruir el poema en mi memoria, contenía pocas palabras, era sencillo y
escueto y recuerdo la forma de sus
versos engordados hacia el centro y acortados al final, tal vez se trataba de
un poema ya conocido, El Árbol.
Impaciente decidí reconstruirlo, pero sólo
contaba con la mitad del árbol, tal vez las hojas en el suelo me hablaran de su
forma íntegra, podía deducir del tamaño de las hojas si eran muy crecidas y
maduras o si por el contrario eran jóvenes y menudas, si habían estado
aposentadas en la parte desaparecida y superior del árbol o bien si se trataba de un árbol frondoso durante el
verano y que yo solía ver todos los días en su plenitud al pasar delante de él.
Atroz sensación la del paso del tiempo, atroz impresión la que produce la
llegada del aullante viento que arranca las hojas, ¿de qué árbol se trataba?,
su tronco no era demasiado grueso, ¿era
quizá un pino redondo en su follaje?, o ¿era en cambio estilizado y delgado?,
no lo recuerdo, miro los árboles que me acompañan todos los días y ya podados
se manifiestan en todo su esqueleto por ver si lo encuentro, consternada miro
hacia abajo y solo contemplo las hojas
iluminadas por esa luz cenital del invierno, luz que mientras éstas crecían desde la primavera hasta el estío tal vez haya
sido una luz de diferentes intensidades y colores reflejados en ellas, de un
verdor brillante y tierno a un verde más oscuro como si se tratara simplemente
de su madurez, pero ahora su color era
marrón y negro y nada podía deducir de su prístina belleza ¿en dónde se
hallaban asidas esas hojas?, el árbol aparecía cortado por la mitad y como el
poema solo la reconstrucción de otro poema haría crecer y aparecer entero el
árbol mutilado. Si reconstruyo el árbol tal vez llegue al poema y si llego al
poema veré entonces el árbol en todo su esplendor,–pensé, será como si se
hubiera detenido en el tiempo, será entonces un canto a la primavera, a la
juventud, al estío abrasador, a una
pasión soterrada, a la eterna lejanía, si reconstruyo el árbol hallaré entonces
la mitad que falta en estos días, será una ausencia recobrada, será el gozo
espléndido de la belleza en ese preciso instante en el que se desvaneció el
poema con sus versos, con sus letras volando a través del éter como pájaros asustados
que huyen de la tierra ante la llegada del severo invierno entre sus hojas
muertas.
Pintura:
El árbol de Monet