sábado, 21 de mayo de 2011

LA BIBLIOTECA

LA BIBLIOTECA
Corrían tiempos en que la protesta generalizada y razonable  sobre el estado de las cosas flotaba en el ambiente.Era el primer año de universidad  cargado de sorpresas y encuentros felices o afortunados, como mi compañero de fatigas que con su enorme cabeza destartalada y sus enormes gafas y su enorme macuto que guardaba sobre todo libros y naranjas que procedían del postre de algún comedor universitario ocasional,  con la trenca desabrochada que dejaba entrever algún ejemplar de Hesse o de B. Brecht cuidadosamente afanado en alguna librería, y su andar descuidado hablando sin parar con  su voz estentorea y profunda incluso altisonante, camino de la biblioteca obligación prioritaria para superar el examen de historia del arte que tendría lugar en el transcurso de quince días.
Para acceder a la biblioteca había que atravesar un portón grande cuyas hojas perfectamente plegadas dejaban ver los aldabones que servían para cerrar el palacio fuera de las horas lectivas, según se entraba a mano izquierda, en el claustro,  se encontraba el Aula Triste en donde todavía se impartían algunas clases de filosofía, un poco más hacia el interior  estaba el patio empedrado rodeado de un perfecto artesonado en sus balcones, más adelante estaba a mano derecha la doble entrada de la biblioteca, en primer lugar se empujaba una puerta y después otra con cristales y dentro por fin se encontraba la estancia en la que se sentía el silencio y se escuchaba el  ligero murmullo que se produce al  pasar las hojas de los libros, entramos juntos mi amigo y yo, se notó un revuelo a su paso que todo lo invadía con cierta ferocidad y prestancia, solicitamos los libros nos sentamos en un lugar  libre  en ese momento y rapidamente con gesto ansioso abrimos el ejemplar que contenía las láminas del examen, en medio del paso de las hojas  a nuestro amigo se le ocurrió sacar una naranja y pelarla ocasionando gran revuelo de rumores junto con el agradable perfume de la fruta, justo en ese momento, apareció por la puerta un personaje encorvado muy encorvado, con los pelos canosos disparados de las sienes hacia afuera, con la nariz aguileña los ojos pequeños y relucientes y una mirada severa , era claro está, el bibliotecario cuyo oficio veterano ya, consistía en vigilar el orden de la biblioteca, hizo un alto en su camino donde estabamos nosotros bulliciosos y asustados con la naranja en la mano y las láminas a la vista, en ese momento se llevó un dedo a la boca y soltó un chisttt … y sin decir palabra para alivio nuestro se encaminó hacia el lugar en el que se encontraba la secretaria. 

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