EL BAZAR DE LOS SECRETOS OLVIDADOS.
Despuntaba ya la primavera, aunque las mañanas eran
frescas aún como recuerdo de un invierno gélido y solitario, a lo largo del día
podía sentirse un calor sofocante.
Me dirigí a mi pequeño despacho, reducto presencial
de sabias y acaloradas discusiones que tenían lugar con seguridad en mi
ausencia y con la idea de desbrozar un texto, en el que me encontré con la
terrible dificultad de no encontrarle
sentido. Con la presunción casi exculpatoria en lo que a mí se refiere, atribuí
tal anomalía a un defecto o descuido del escriba que transcribió mal el verso y
esa noche no pude conciliar el sueño con esa torpeza mía tan inesperada como
preocupante.
Una vez dentro de mi despacho, leí con detenimiento
el verso por aquello de la desconfianza que a veces me procuran mis ojos, es
entonces cuando más extraño un objeto esencial en mi oficio, la lupa, mi lupa
adorada, que en medio de avatares diversos
perdí de vista, pues bien no sin impaciencia volví una y otra vez a leer
mi verso y digo mi verso porque ya formaba parte de mi piel, me había quitado
el sueño, me hizo beber cantidades extraordinarias de café, y de pronto reparé
en que la métrica del verso no cuadraba, una vocal escondía el error y me
llevaba al equívoco, para el no versado en métrica clásica puede parecer un
asunto banal, pero para los que pasamos horas midiendo versos, buscando entre
cientos de legajos testimonios de los más antiguos y ancestrales poetas, puede
llegar a constituir una cuestión transcendental, empecé a revolver Roma con
Alejandría, en mi furibunda búsqueda, la búsqueda anhelante de esa dichosa
vocal, ya errática en mi mente, me hizo olvidar mi realidad por completo, el calor
se hacía insoportable en medio de una concentración, ahora lo veo, excesiva,
entonces era el deseo implícito de dar sentido al verso, como cuando nos falta
algo primordial que dé sentido a nuestra vida. Mis compañeros de departamento
entraban y salían apresurados en mi seminario, me miraban consternados, yo
empecinada en mi rastro, que seguí a través de sucesivas lecturas quedé
confinada allí, encerrada bajo llave, mientras todos se marcharon a comer,
olvidada entre mis papeles durante horas y horas que pasaban como una exhalación
por encima de mi vocal alfa.
Pues bien, pasado el tiempo y lo que les voy a
contar no es baladí, decidí poner orden en mi desastrada vida y la clave fue mi
lupa, apenas he tenido muebles en mi vida, me faltan cajones y me fascinan los
cajoncitos en donde puedo anidar cuantas vocales desee y con el tiempo
introducir mi mano en ellos y encontrar los secretos que de una manera
inconsciente o tal vez con cierta ligereza olvidamos a menudo, sí, a cambio de
muebles pertrechados de cajones y
cajoncitos, tengo cajas y cajitas.
Aquel día encontré la controvertida vocal, era una
larga, lo cual prolongó aún más mis ilusiones ese día, cuando me despertó el
bedel al día siguiente, no sin el consabido rapapolvo, me encontré con un
verso que era de una cadencia musical hermosa y brillante, y desde
entonces adquirí ese bendito hábito, de rebuscar, investigar, no sin disciplina,
seguir el rastro y hallar incluso entre cajas de embalaje, los secretos
olvidados que dan presencia a nuestras vidas.
Así las cosas y con esa certeza que da la experiencia
de la investigación, me dispuse a buscar mi lupa y cuidadosamente guardada en su
cajita la encontré al fondo de una caja grande llena de pequeñas cajitas.
Al día siguiente recordé otro de mis objetos olvidados,
y así con paciencia un día tras otro, puede parecer una obsesión, puede parecer
afán de riquezas incluso, en fin diferentes manías podrían aducirse, son por lo general pequeñas cosas que han aportado
calor a mi vida, insignificantes tal vez pero con esa cadencia musical hermosa que
como la vocal al verso da sentido a mi vida, y ¡qué decir de los textos escritos
y cuadernos guardados! pienso que nuestra vida y nuestra mente llega a ser con el
tiempo un hermoso bazar de objetos olvidados que de alguna manera determinan nuestros
pasos y su hallazgo nos conforta y nos invita a soñar como un verso perfectamente
ajustado a su cadencia.
De Mares y Mareas
FOTO: Interior con flores
MARK CHAGALL