jueves, 31 de enero de 2013

DESOLACIÓN











Desolación

Laura y Miguel llevaban mucho tiempo juntos y estaban satisfechos con las cosas que habían logrado hasta ese momento, poseían una casa confortable con un jardín para su perro, los dos tenían trabajo y de momento no les faltaba de nada.
Hacia la mitad de la semana, Miguel llegó del trabajo muy animado y le dijo a su mujer— sabes? este fin de semana lo vamos a pasar en el campo, me ha llamado Luís y nos invita a comer el sábado en su casa— ¿Qué te parece?
Laura que es una mujer tranquila, muy callada e introvertida, prefería quedarse en casa los fines de semana con su marido, para descansar y mirar la televisión, solía aprovechar para hacer algo de repostería y algunas labores de ganchillo si le daba tiempo, Miguel por su parte solía ocuparse del vehículo, lo lavaba y ponía a punto con el fin de que el lunes no le diera ningún problema al arrancarlo para ir al trabajo.
Ella se quedó mirando a su marido y sin ningún interés, casi resignada le dijo: —de acuerdo si es ése tu deseo iremos allí a pasar el día, le vendrá bien a Rocco—. Conocían a Luís y a su mujer  desde hacía poco tiempo, sabían algo acerca de él a través de una compañera de trabajo de Laura, al parecer había tenido problemas en el pasado, pero todos hemos tenido problemas alguna vez en la vida y no le daban importancia al asunto.
Luís era en exceso cordial y bondadoso, es cierto que encerraba algún misterio, actuaba en silencio con frecuencia y de cuando en cuando surgía de él algún gesto afectado, en extremo correcto, se mostraba encantado con sus amigos, después de todo era un buen anfitrión, nada en él revelaba violencia, muy al contrario se mostraba afable y cariñoso. Laura y Miguel le habían acogido siempre con agrado, y no esperaban ni por lo más remoto que la noche de ese día intrascendente les revelara al fin el misterio.
Su mujer en cambio era un poco alocada y nerviosa, solía vestirse con ropas y túnicas de los años sesenta y escuchaba a Bob Dylan constantemente en todas sus tareas, se había especializado en Educación de niños autistas y siempre estaba pendiente de su marido, se llamaba Ada.
Era un frío día de invierno aquel sábado, se abrigaron bien y llevaron a Rocco, su perro, para que correteara libre por el campo. El trayecto no podía presentarse más hermoso, poblado de árboles a ambos lados de una carretera secundaria, llegaron al fin a la casa de sus amigos que ellos no conocían, de piedra y con enormes portones de madera vieja se hallaba sobre un pequeño montículo desde el que se divisaba un amplio valle surcado por un río rodeado de un bosque de álamos.
Brillaba el sol con intensidad cuando fueron recibidos por su amigo, entraron, se acomodaron  en medio de  enormes ventanales, y una estrecha escalera muy empinada que ascendía hacia el piso superior, tomaron un refresco y Luís muy solícito les invitó a dar una vuelta por el pueblo para cambiar impresiones y que el perro se solazara a sus anchas. Después de contemplar la belleza de sus bosques  y caminar por las calles empedradas del lugar  se acercaron a una tasca en donde les sirvieron unos vinos, unos hombres sorteaban con monedas el coste de la ronda. Se dirigieron a casa a comer y encontraron a Ada muy ocupada en la cocina, se sentaron en el porche y pronto pudieron sentir que un hombre alto y muy fuerte, con unas gafas diminutas, descendía por la estrecha escalera crujiente, se dirigió a ellos y con una voz ronca y muy profunda les saludó entusiasmado, el perro corría por los alrededores y se oían algunos ladridos de contento, Laura estaba callada y ligeramente sonrojada le saludó tímidamente, el hombre alto y fuerte les comunicó que se encontraba allí como invitado de Ada y Luís con el fin de acabar de escribir su novela. Había descubierto parajes de ensueño en la zona, que habían despertado su curiosidad, había encontrado embrujo y misterio, y señaló a Laura con el dedo como dirigiéndose a ella, pero Laura que observaba atentamente clavó su mirada sobre su esposo que estaba atendiendo a Rocco, como pidiéndole ayuda, cuando el escritor  comenzó a informarles del argumento de su novela, una triste historia de un hombre  que había asesinado a su primera esposa en un arrebato de violencia que debió pasar largos años de cárcel y al fin alegando problemas mentales y se libró así de ,la condena, Laura sintió un leve estremecimiento, la desolación se hizo presente, la historia era la misma que había escuchado de labios de su antigua compañera de trabajo, él continuó relatando los pormenores del relato y así pasaron la tarde.
Ya la noche se acercaba fulminante, Ada les ofreció una copa de brandy, – ¿os apetece una copa? –Dijo–, el perro estaba cansado y reposaba sobre la alfombra, Luís azorado les comentó— no tendréis problemas con el camino de regreso, la noche está despejada, el escritor se retiró a dormir, y ellos declinaron la oferta amablemente, extrañaban las dulzuras de su hogar durante el fin de semana.

miércoles, 30 de enero de 2013

INSTINTO DE CONSERVACIÓN














INSTINTO DE CONSERVACIÓN



Todos los jueves tiene la costumbre de coger en primer lugar un taxi que le conduce a la parada del autobús y se traslada con esfuerzo a un lugar de la playa. Es un hombre joven,  que ha trabajado toda su vida en el país germano, como transportista, a causa de un accidente de trabajo se vio obligado a  dejarlo todo y regresar completamente inútil a su país, su mujer lo había abandonado y dejó atrás a sus hijos a quienes hace muchos años que no ve.
Es un hombre culto y tiene sus piernas enganchadas a dos muletas que le trasladan posando sus pies adormecidos sobre el suelo para arrastrarlos, las gentes del lugar pasean con carritos de bebé, acompañados con frecuencia de algún perro fiero, y cuando él se encamina de nuevo para coger el autobús siempre con tiempo por delante, lo relegan sin miramientos a la calzada con cierta actitud de seguridad, él, pacientemente desciende de la acera con un único objetivo, llegar a tiempo a la cola en donde a empellones entrega su tarjeta de inválido al conductor.
Ella suele encontrarlo y a veces incluso él la llama por teléfono para tomar unos vinos en algún bar cercano, se han hecho buenos amigos, pasea mucho y camina muy deprisa, suele llegar muy lejos en sus andanzas y se detiene con él para charlar un rato antes de partir para su lugar de destino, en donde la esperan otros amigos, la mayoría bien casados y bien situados,  todos se asombran de verla siempre en compañía de una animal y con gente tan rara.
¡Tienes que encontrar un marido! —Suelen decirle—
Una mujer, perfecta casada, siempre muy compuesta, con mucho lujo para esa circunstancia, la suele comentar muy satisfecha —tú necesitas un tío bueno que tenga dinero y no esa gente con la que andas— ¡mira yo, cuando menos lo esperaba encontré a mi marido! Ella, no respondía, fijó su mirada en un rincón en donde el marido con la cabeza ladeada esbozaba una sonrisa de triste satisfacción, al contrario que su mujer, él no bebía nada en absoluto, ni siquiera agua, no fumaba, no podía comer, con actitud pasiva contemplaba el ir y venir de todos los presentes fumando, bebiendo, picando aquí y allá, riendo constantemente. Respondió a su mirada con estas palabras: “Sí, mi mujer tiene razón, a mi me han abierto en canal tres veces en lo que va de año, y dependo de una máquina de diálisis para poder moverme con libertad, tengo mucha suerte, ella me cuida mucho, mucho, y nadie daba un ochavo por nuestra boda”— te hemos visto en compañía de ése tullido— dijo con desdén—¿cómo se llama?... Más de una vez hemos tenido que llevarlo a su casa completamente borracho, yo creo que lleva las muletas para sostener sus borracheras— sí, debes cuidar más tus compañías, y encontrar un marido con dinero—…
Pasó mucho tiempo desde que no tenía noticias de su amigo, lo encontró por casualidad un día en el pueblo, — ¡Hombre, cuánto tiempo sin verte! — ¿Cómo estás? —He tenido que trasladarme a Alemania, — respondió él— para arreglar unos papeles, mi hermana vio cómo me las arreglaba  con las dos manos al reparar una estufa e informó a las autoridades que me ni siquiera necesitaba muletas, que tampoco necesitaba ninguna subvención. Ahora he venido al Ayuntamiento porque me han indemnizado con veinte millones—
 ¡Estupendo!, —dijo ella muy contenta—, esto  hay que celebrarlo, pide unos vinos—  Y añadió —ahora podrás comprarte una silla de ruedas,
—No, dijo él melancólico— prefiero hacer ejercicio.

martes, 29 de enero de 2013










SIN SALIDA




Regresan al atardecer cargados con los aparejos de pesca y alguna que otra criatura marina. Cansados y con el rostro entumecido por el salitre y los vientos de alta mar, charlan un rato en el muelle mientras recogen y cuenta cada uno  su historia, después acuden presurosos a tomarse unos vinos oscuros y espesos y echan pestes  contra el tiempo y los temporales que suelen avecinarse en esta época del año. Han invertido muchas horas de trabajo y de sueño para conseguir su más preciada posesión “su barco”. Suelen ser los barcos que atracan en el muelle de muy variado atuendo y tamaño cuidados con esmero, los que aún no tienen esa suerte, se embarcan con su equipo en el barco de un amigo con el fin de faenar en compañía y repartirse los beneficios.
Uno de ellos se encuentra marcado por la furia del mar, en un día de temporal, quiso la mala suerte que un golpe de mar lo dejara torcido de por vida, a partir de entonces el terror invade sus miembros y camina cada vez más inclinado, le llaman así, “El torcido”, siempre está malhumorado con un deje de amargura, pocos son los días en que puede faenar. Los inviernos en la costa se sienten con el ritmo del mar que cambia de rumbo y de color según el peso de la atmósfera y la luz que recibe, el viento hace que sean especialmente aterradores.
El Torcido, se considera a sí mismo un lobo de mar, un héroe, sus lubinas siempre son las mejores, sus calamares los más sabrosos pero siempre echa exabruptos por la boca, al contrario que sus compañeros, él no acude a la Lonja para vender la mercancía, prefiere hacerlo en el pueblo, después de todo rara vez encuentra la ocasión de vender. Su mujer no es menos cruel que la mar, le golpea con frecuencia  y las trifulcas son constantes entre ellos, le insulta cada vez que no trae pescado a casa y además se ve obligada a reparar las redes que él, torcido como está, no atina con ellas en la faena, se le enganchan en los palos del barco  y se  rompen. El hombre habla poco con sus compañeros del muelle, cuando le preguntan: ¿Qué torcido, no has salido hoy a la mar?
—¡Cago en Dios¡, ¡Cago en Dios¡, no me preguntes más, yo ya  aprendí la lección y en días como éste no salgo, contesta siempre, él.
Siente ensimismado sin embargo el contacto de sus compañeros alegres y fuertes que se han enfrentado a los peligros que a él le señalan con el dedo, y no se separa de ellos, les espera en el muelle, va con ellos al bar a beber vino y bebe mucho, mucho, no para de beber, su semblante enrojecido no tiene nada que ver con el de sus amigos tostados por el sol, entre las risas y el griterío suele ocultar su terror.
Caminaba por el pueblo rodeado del agua tumultuosa, de espaldas a ella, y sentía el peso de la crueldad sobre sus espaldas y un día se le vio con un vendaje en la cara ¿Qué te ha ocurrido Torcido?— nada importante, decía él, un golpe de mar…

lunes, 28 de enero de 2013














UÑAS AFILADAS



No tenía trabajo, todas las mañanas abría el periódico con la esperanza de encontrarlo, no había nada interesante excepto un anuncio de la autoridad competente para realizar un curso de “Empleado de oficina”, consideró la oferta y se inscribió en él, el programa consistía en preparar empleados que al final de su instrucción fueran capaces de resolver problemas de contabilidad, utilizar con corrección el ordenador con unas nociones muy elementales, conocer en fin todas aquellas gestiones enfocadas a la buena marcha de una oficina. El curso también incluía una serie de pruebas respecto a la buena imagen que se debería cuidar con esmero.
Al finalizar el curso tendría la recompensa de entrar en una prueba de trabajo en una empresa cuyos directivos a lo largo de un mes deberían evaluar sus servicios y si pasaba la prueba con éxito podría  obtener un contrato de trabajo.
Ya preparada acudió a la cita con el gerente principal de la empresa, la recibió una mujer ataviada de una manera espectacular con tacones de vértigo, muy maquillada para esas horas de la mañana,  con unas uñas excesivamente afiladas y pintadas, y con  la actitud fría y displicente de quien posee la seguridad de un trabajo desempeñado durante muchos años y teme perderlo, la hizo sentarse en la sala de espera, hasta que llegara el gerente más importante.
El gerente se hizo esperar largo tiempo, con el ánimo tranquilo y expectante no pensaba en nada, solo esperaba pacientemente y  observaba el lugar que le prometía un puesto de trabajo. Al cabo de una hora apareció un hombre burdo, de grandes proporciones y con cara de recién levantado de la cama.
 ­—Buenos días, dijo con una voz enronquecida por el sueño, — Buenos días respondió ella.
El hombre  se adentró en su despacho y empezó escucharse un rumor de papeles en desorden….
Al cabo de un rato la mujer que la recibió le anunció que podía entrar, se levantó con serenidad contenida y saludó al gerente que con su currículo en las manos le hizo una serie de preguntas revestido de una bondad convencional, y satisfecho con su presencia, después de escuchar sus respuestas le dijo, —bien, que Rita le indique cuáles son sus ocupaciones. Encontró a Rita muy ocupada jugando con su ordenador, pero en realidad la estaba esperando, con los ojos brillantes y muy apresurados comenzó a emitir órdenes contundentes destinadas a su exclusivo servicio, ella por su parte desempeñó sus primeras funciones sin rechistar. Notó que la máquina del fax funcionaba con dificultad, la copiadora se atascaba, y sentía todo el tiempo la mirada de Rita sobre su persona, como si no tuviera otra cosa que hacer, solamente hizo un breve comentario — Luego vendrá el gerente segundo.
Ya casi a punto de cerrar, llegó el gerente segundo y la saludó muy animado, — ¡Hombre ¡ dijo  con semblante de regocijo, ¡Mira por donde¡ tengo un trabajo para ti, acompáñame por favor. Llegaron a una habitación cerrada y sin ventanas, oscura y fría, montones de carpetas apiladas por el suelo y sobre estanterías desvencijadas, una rígida silla y algo parecido a una mesa de trabajo antigua, componían el cuadro desolador de un entorno al que llamaban pomposamente “el archivo”, en la penumbra, arrinconado, se veía un pequeño radiador que ella contemplaba con ansia heladora —¡Ah! sí, dijo entonces el gerente segundo, tenemos radiador pero lamentablemente hace años que no funciona.
 Se vio en medio de un trabajo de archivística comercial que la mantenía ocupada toda la jornada, las carpetas contenían documentos sin fin, algunos ya caducados, pues hacía tantos años que nadie ponía los archivos en orden,   que muchos de los clientes habían fallecido, todos los días le esperaban dos enormes  torres de carpetas sobre la mesa, el trabajo era monótono y embrollado, como si tuviera que desenredar una madeja de hilo desde hace tiempo enmarañada,  se vio también obligada a seguir el hilo. Como se hallaba en una habitación apartada y olvidada de la oficina, pronto los demás integrantes de la misma comenzaron a exigir su presencia— ¡Tráeme tal archivo¡ gritaba el gerente segundo, o bien ,  ¡Envía un fax a tal agencia ¡ reclamaba  Rita , ¡Prepara tal albarán¡  suplicaba el gerente principal…  …de esa manera salía de su cubículo y el trajín era incesante. Pronto comenzaron las novedades, ante el orden espectacular que iba logrando, el gerente segundo maravillado, decidió que unos operarios repararan las estanterías, ¡Al fin contaban con un archivo remozado¡ compraron una máquina de fax nueva y arreglaron la copiadora. Así terminaron aquellos días de prueba, muy satisfecha con el trabajo realizado, se despidió del gerente principal y él le dijo— Muy bien ya la llamaremos. Pasaron muchos días y no recibió llamada alguna, una tarde nublada, cuando ya bajaba la niebla, encontró a una compañera del curso “Empleado de oficina”, muy alegre y jovial, muy arreglada, con las uñas perfectamente pintadas,  se acercó a ella gesticulando mucho con las manos, había encontrado trabajo en una agencia y le explicó que su trabajo era muy fácil solo tenía que recibir clientes, algo así como de relaciones públicas, que el lugar era muy moderno y contaba con un archivo perfectamente ordenado, le indicó dónde estaba situada la agencia, y sin más se despidió. Ella volvió a casa con una extraña sensación, triste, se sentó en su sofá y se dispuso a limar sus uñas que cuidadosamente había dejado crecer para la próxima entrevista de trabajo. 

domingo, 27 de enero de 2013

LA CISTERNA











LA CISTERNA


Se despidió aquella mañana temprano de sus compañeros en la oficina, había decidido salir definitivamente de su país e ir en busca de otras experiencias, de otros sueños, el trabajo que desempeñaba lo abrumaba de tal manera que día tras día se sumía en una angustiosa depresión. Salió apresurado y dispuesto a ultimar los últimos preparativos del viaje, entretanto se topó con una antigua amante que le saludó muy efusiva y al conocer las vicisitudes de su partida, le deseó buena suerte y le dio un beso en la mejilla. Cogería el avión que le iba a llevar a una ciudad  de Centroeuropa al día siguiente muy temprano.
¡Cuántos momentos ansiados en la monotonía de los días de trabajo en el rincón de su despacho… cuántos sueños por realizar¡
Cansado y con emoción contenida, ya al atardecer cuando el crepúsculo anuncia las confortables y esperanzadoras horas del sueño, se dirigió a su casa para preparar la cena y empaquetar algunas cosas, había dejado los alimentos justos en el frigorífico con el fin de vaciarlo y desenchufarlo, se sentó en un taburete de la cocina y cenó en compañía de una botella de vino tinto, el sueño y las emociones le habían vencido y  se acostó ilusionado.
Cuando sonó el timbre del despertador a la mañana siguiente, cosas del destino que uno no puede prever y que ocasionan impaciencia y malhumor derrotando de un plumazo todas nuestras expectativas, como cuando en la más tierna niñez se nos rompe nuestro juguete preferido e intentamos arreglarlo desesperanzados, evocó en un instante, las calles de Viena por donde transitó un hombre cargado con el manuscrito ilusionado de su primera y única  novela, las  conversaciones con un hombre sin cualidades en un rincón de un café maltrecho, el renacer de Virgilio en pleno siglo XX, las cartas sin respuesta de un hombre que habitaba una montaña llena de magia y diálogos interminables, las notas melancólicas de una sinfonía creada a pesar del desengaño, y el incendio provocado de una biblioteca a manos de un hombre enloquecido, ¡Dios mío, cuántas páginas rotas¡… Las calles por las que iba a deambular rodeadas de grandes edificios, su catedral gótica, jardines de ensueño, cafés, teatros, cines, música vienesa se vieron anegados por una lenta y fortuita inundación de agua que le impedía levantarse de la cama sin empaparse hasta las rodillas, consternado miró a su alrededor sin perder de vista la hora que marcaba el reloj despertador, todo era inútil el avión ya había despegado sin él, sin sus cosas bien dispuestas, angustiado y casi a punto de resignarse a su fatal destino a media mañana sonó el timbre, era ella, su antigua amante, cuando se levantó de su lecho inundado con intención de recibir a su amiga, contempló estupefacto sumirse la riada en dirección a la cisterna.

sábado, 26 de enero de 2013

BUGANVILLA












BUGANVILLA




Aquel verano, vivía en la zona más antigua de la ciudad, justamente en la mitad de una vieja casa remozada con arte,  era muy pequeña y apenas encontraba sitio para depositar mis libros y suficiente espacio para mis animales, aunque era muy vistosa sin embargo presentaba muchos inconvenientes, y además el precio del alquiler era desorbitado y eso me impedía vivir con cierta tranquilidad y dedicarme a mis asuntos.
 Ya al final del verano Miguel, un amigo del alma, me llamó para salir a tomar un refrigerio, me encontró preocupada y me preguntó, -¿qué te pasa, no te encuentro muy feliz esta tarde?, -nada importante - dije yo, es esa casa, me siento como vendida, Miguel que es persona muy sensata me explicó que a fin de cuentas una casa es un lugar de tránsito, que los ingleses, que él conocía bien, cambian de residencia cada año por lo menos, -Ya, ya, -dije yo, pero esto de depender de alguien que me pague un alquiler tan costoso no me gusta, me hace sentirme con escasa libertad, y he decidido después de mucha reflexión habitar una casa familiar que no tiene coste y para mi propósito es el lugar ideal, podré dedicarme a leer y a escribir, a preparar mi oposición con entera libertad pues el lugar está muy aislado y rodeado de naturaleza, -bien, -dijo Miguel, pues  está decidido -¿qué necesitas? -Un vehículo, la casa está en la montaña,  entonces no se hable más.
Cuatro personas que observaban con atención nuestra mudanza, vivían allí y a pesar de todo había algo en su semblante que evocaba la ausencia,  acompañé a Miguel a la estación desierta y polvorienta y al despedirlo le dije -¡vuelve pronto¡ tal vez los peligros pasados pesaban en mi  ánimo y la visión tan cercana de la naturaleza y sus habitantes me impresionaban demasiado como si estuvieran cargados de malos presagios.
Subí en dirección a mi nuevo hogar en medio de un atardecer esplendoroso, cargado de aromas silvestres, de colores cambiantes a la luz cada vez más mortecina de la tarde y con la melancolía propia de la despedida.
 El amanecer me despertó con los primeros rayos del sol, y cuando me disponía a poner las cosas en orden sentí  la mirada insistente de un hombre que me observaba desde lo alto de un terraplén colindante, - ¡Buenos días¡ -dije alzando un poco la voz, el hombre no contestó, simplemente esbozó algo parecido a una sonrisa placentera sin duda provocada por la novedad de mi presencia.
El lugar era paradisíaco, y la casa estaba situada en la cima rodeada de un bosque de hayas, como colgada y desde sus ventanales podía contemplarse el valle poblado de animales y pastores, y minúsculas casas en perspectiva.
Los días pasaban allí como pasan las cosas de la naturaleza por nuestros sentidos y acomodé mi horario al horario de la jornada, de ese modo podía contemplar con asombro los cambios rutilantes del día. Cuando me disponía a coger el coche para salir del recinto uno de esos días llenos de luz y bienestar, el hombre asomó por el terraplén dispuesto a descender, era un hombre que visto de cerca representaba unos ochenta años, de estatura mediana, cabeza redonda y grandes entradas, con unos ojos diminutos que expresaban una mirada entre pícara y gastada, las manos regordetas y encallecidas por las labores del campo,  entonces me ofreció sus servicios como jardinero y me dijo
-“la primavera está próxima, si quiere  le puedo podar la buganvilla y el sauce para que tenga buena sombra”,
- me parece una buena idea, le contesté, “después de todo yo no tengo mucha idea de jardinería, muchas gracias”,
 continuó jocoso ante mi respuesta, -“yo he sido el jardinero de su madre”
Todos los días a partir de entonces asomaba y descendía por el terraplén, yo me preguntaba por qué no entraba por la verja como las demás personas y siempre me ofrecía unas veces frutos de su huerta, otras veces huevos de sus gallinas,  así sucesivamente, era de pocas palabras pero muy concretas, la buganvilla crecía y crecía hermosa en todo su esplendor, parecía trepar con la misma agilidad que el hombre por el terraplén, pues ya apuntaba la primavera y yo descansaba con frecuencia a la sombra del   sauce perfectamente podado, él en silencio, podaba aquí y allá, segaba la hierba, y trajinaba por el jardín sin dejar de observarme, a veces balbucía entre dientes, -“una mujer sola, tan joven, y en este lugar…” Poco a poco fue convirtiéndose en mi única compañía.
Así pasábamos de una estación a otra siempre pendientes del sauce, de la buganvilla, y de la hierba que crecía de manera constante, pero llegó el momento en que me destinaron a otro lugar y recordé las sabias palabras de Miguel, “una casa es un lugar de tránsito”... Me ausenté por una larga temporada, cuando regresé encontré la casa en un completo abandono, la hierba había crecido tanto que la cubría por completo, la buganvilla y el sauce estaban marchitos, y el hombre que los cuidaba  había desaparecido para siempre de ese hermoso lugar de tránsito.    

viernes, 25 de enero de 2013


EL TREN Y LA EXTRAÑA PASAJERA





Siento frío, aún contemplo la despavorida soledad de tus ojos al mirarme. Las noches de niebla espesa con la mirada helada y húmeda, el resonar de nuestros pasos sigilosos dentro de la catedral, tantos días caminando sobre la nieve espumosa y crujiente, desvaneciendo imágenes, cubiertos los dos bajo el mismo abrigo, sí, siento frío y extraño las noches tachonadas de estrellas del último verano. Veinte años recién estrenados, los libros por el suelo que tú recogías con afán para ofrecerme los títulos más sugerentes, “La montaña mágica”… “El lobo estepario”… “La Gradiva de Jensen”… “Memorias de un seductor”…”Psicoanálisis del arte”…   “Poemas de amor”..., ¡cuántos cantos melancólicos se asomaron a mi mente¡ las ventanas ensartadas en cuadrados grandes y soleadas por la mañana lanzaban sus rayos sobre los libros abandonados a su suerte por el suelo, mezclados con calcetines usados desperdigados aquí y allá, dejadez extrema y manos temblorosas y un parloteo incesante y absorbente que invitaba a la huida, fotografías, imágenes constantes de árboles solitarios, del humo del tabaco, de calles sinuosas, de vanos profundos en la sombra, sí, poseo la memoria más atroz, la memoria de los sentidos, la memoria de tantos años de silencio.
Estaba aparcado en el andén como un presagio en medio de un invierno crudo y vagabundo, ateridos de frío subimos al tren y allí estaba ella, seca encorvada, con la tez cetrina y arrugada muy arrugada, la nariz como la tuya ligeramente ganchuda, los ojos diminutos y la mirada cruel y dura, envuelta en un abrigo de paño oscuro y un pequeño gorro de lana del que asomaban unas greñas que le estrechaban el rostro, ¡yo, yo no pensaba¡ solo sentía, con la mirada fija en la puerta corredera que me indicaba la salida, a juzgar por tus palabras mi expresión era la del horror contenido, cuando la anciana se levantó para salir la vi precipitarse de repente en el  andén dejando atrás el maltrecho gorro de lana, me  gritaste  al oído ¡no pasa nada es mi tía! Mi malestar era visible, y empezaste a impacientarte y entonces sin más demora me acusaste de asesinato inconsciente. No he vuelto a coger ese tren y tampoco he vuelto a contemplar la despavorida soledad de tus ojos al mirarme, pero siento frío mucho frío.

LA OFICINA


"Hypocrite lecteur,  mon semblable,  mon frère!"

Charles Baudelaire

María   ha llegado tarde a la oficina esta mañana, tenía que asistir a las nueve bien acicalada. A María se le notan los surcos cubiertos por el maquillaje, acusan cansancio y sobre excitación  me dan ganas de coger una toalla para limpiar su rostro envejecido pero es preciso mantener las apariencias a fin de cuentas los que la rodean no ven más allá de la coloración de su aspecto.
 La conozco hace tiempo, sé de su frustración de antaño, pero ha decidido salir adelante y se embadurna la cara, se pone minifalda aunque no luzca unas bellas piernas, de su boca salen exabruptos, en una palabra ha decidido ser banal y sus pasos reflejan un vahído estúpido en la caída de sus labios, desde mi rincón en la oficina quisiera decirle que a pesar de todo siento algo por ella semejante al amor, pero ya es demasiado tarde no es más que un reflejo fiel a mi persona que la observa y se apena. He salido con éxito de mi mismo y he encontrado el anhelo del otro que me embarga y abruma tanto como mi propia mismidad.
Con gusto le diría: “No insistas en tocarme, hace mucho tiempo que he tocado fondo y me juré a mi mismo no volver a hacerlo más, mejor flotar en el aire, simplemente dejo que las cosas sean”. Los surcos de un rostro hablan por sí mismos, encierran una historia y es difícil no vivir en armonía. A veces, la música es una tortura insoportable sacude nuestros oídos y machaca nuestra cabeza. Del mismo modo vienes a mi encuentro para torturarme y obligarme a hacer cosas que no quiero. La armonía de las cosas se consigue con la mano de un artesano,  y el desenlace la mayor parte de las veces es fatal, porque la belleza es un instante que se va y nos suele dejar perplejos y entristecidos con ese sabor agridulce del abandono. Por favor no quiero que me pongas música tu me has enseñado a huir hacia otro mundo, el mundo del otro.
El otro soy yo siempre que lo miro con detenimiento, hay días que no puedo mirarme en el espejo y el mundo de las apariencias, el mundo de la imagen generaliza la estupidez, tal vez solo  buscas el consuelo, de la misma manera que  se usan otros ojos, otras miradas, otras ropas, para vestirse de otro, y salir del vacío ensimismado, de la propia mismidad que abruma y encoge, que anega y embrutece, en el reflejo constante del espejo humano, cómo decirte entonces que desde mi asiento  me afano en acuñar una frase para construir poco a poco un edificio de palabras. No te engañes, en ocasiones son engañosas, lo exige la ficción, representan solapado, nuestro estado de ánimo, entonces la página en blanco se llena de motas negras dibujando un diagrama musical que a veces reverbera en el lector y le provoca un cambio repentino, surgen de pronto, paisajes y veredas que iluminan una idea. Pienso en ti con frecuencia, María, los pensamientos van y vienen para decirnos que es mejor estar despierto, desde mi mesa de trabajo consciente de tu indiferencia espero haberte servido de consuelo.
Un estruendo de tacones resonaba en el despacho, ya habían llegado otras Marías, con sus miradas desvaídas y sus surcos en la piel bien prensados, era la hora de la reunión, me levanté de mi asiento, me dirigí a los aseos y un espejo enorme me dirigió la palabra.

LA RUE DES LOMBARDS












LA RUE DES LOMBARDS




 “Yo, con mis candados y mis llaves de aire, yo, que escribo con humo. Te ahorro la réplica porque la veo venir: No hay sustancias más letales que esas que se cuelan por cualquier parte, que se respiran sin saberlo, en las palabras o en el amor o en la amistad
Rayuela, Julio Cortázar

Dos amigas y compañeras de facultad, leían mucho, comentaban mucho sus lecturas, hacían mucha vida nocturna y escuchaban también mucha música, todo parecía excesivo en ellas que además con el entusiasmo propio de su juventud intentaban realizar todo aquello que soñaban y soñaban también mucho.
Una noche del fin del verano con un libro en las manos que las había dejado sin habla, en medio de un éxtasis por completo natural, a lo sumo habían ingerido un par de cervezas, decidieron buscar una guía de París para localizar en su callejero las zonas urbanas que aparecían en el libro, resueltas a encontrar en ellas la sombra jocosa y azarosa de algunos personajes de la novela. En ocasiones la literatura deja una señal indeleble en nuestros espíritus y sin saberlo nos vestimos del momento preciso encontrado por azar ignorantes de  hasta dónde nos llevará, de una manera ingenua nos dejamos llevar y a veces, también sucede que los efectos de la primera lectura nos sorprenden al cabo de los años con el aspecto de un encuentro casual.
Y azaroso era el contenido del libro y el viaje que emprendieron no pudo presentarse más onírico, tras muchas peripecias por la capital parisina, alojadas en un camping sito en el Bois de Boulogne, y acompañadas de dos jóvenes de esos que gustan de salir a la calle a mirar tetas y culos y engullen hamburguesas y demás sustancias rápidas, completamente ajenos a lo que ellas se traían entre manos, proyectaron programar su visita al centro de la ciudad para el día siguiente. Buscaban una calle en concreto, y una hora crítica en la que sumergidas en el trajín de la calle, la lectura de sus sueños tomara cuerpo de realidad, ellos en  su ofuscación, consideraron una locura tal proyecto, ¡Encontrar una calle estrecha y pequeña  en el entramado de calles de la ciudad¡ ¡Qué locura¡ echaron mano del callejero, ya montados en el coche, todo eran quejas y lamentos… tenían hambre… querían cenar con urgencia… en fin todas esas necesidades primarias que se despiertan en algunos seres cuando se encuentran en medio de una gran ciudad por primera vez. Con sigilo y muy calladas nuestras amigas siguieron el trayecto sin impacientarse, como el conductor tenía un gran sentido de la orientación, dio por fin con el lugar ansiado, y pronto divisaron el pasquín que les indicaba el nombre de la calle, fácil de encontrar incluso para unos inexpertos viajeros. Las primeras en descender del vehículo fueron ellas y se dispusieron a vagar tranquilamente, como ellos querían saciar sus apetitos les dejaron en un antro de comida rápida, y les dijeron que volverían a buscarlos.
Huyeron a través de la calle, se envolvieron con música de jazz callejera, entraron en algunos locales de los que salían también notas musicales, tomaron vino caliente con canela, lugares de toda índole las estaban esperando, chicha bares, pubs con ambiente anglosajón,  clubes de jazz, pudieron tomar también una limonada y al mismo tiempo hojear, libros de viejo y revistas literarias de antaño,  se llenaron del bullicio, de sus fantasmas, y finalmente se perdieron para siempre para desaparecer en el tiempo.
Hoy, yo, que también escribo con humo, he vuelto a ser sorprendida por el azar y he repudiado definitivamente esas sustancias letales que menciona Cortázar,   que se cuelan por cualquier parte, que se respiran sin saberlo…


Nota: La rue des Lombards es un pequeño sendero peatonal de un centenar de metros de largo en el 1º distrito de París. Puede llegar a la rue Sainte Opportune desde el boulevard de Sebastopol. En otras palabras, se puede llegar al corazón de Châtelet les Halles. Al igual que la zona donde se encuentra, la calle es muy animada y ecléctica: hay también bares, chicha bares, clubes de jazz, pubs anglosajónes y tiendas de ropa y de comida rápida. Las calles de Lombard Street son míticas para los músicos de jazz, por la presencia de los mayores clubes de jazz en París: Sunset Sunside, Baiser Venta, el Duc des Lombards…

jueves, 24 de enero de 2013


OCUPAS


Andar y encaminarse de un lado a otro del planeta es el sino de todos los seres humanos sobre la tierra desde sus primeros pasos hasta el ocaso de sus días que no siempre ocurre en un lugar seguro y arropado, escapar a las inclemencias del tiempo, a los altercados callejeros, refugios en tiempos de guerra, miserias, soledad, melancolía, desde que el mundo es mundo un habitáculo es lo primero que se construye.
Jaime, Dani y María jóvenes aún eran muy conscientes de su situación controvertida y comprometida. Los tres amigos solían reunirse en las primeras horas de la tarde y bebían café,  charlaban con el entusiasmo propio de su edad de sus avatares diarios relacionados con la convivencia familiar, el arte, los libros que leían, en líneas generales de todos aquellos intereses que les ocupaban, Dani elaboraba bisutería que vendía en un mercado, Jaime era pintor y realizaba retratos en la calle de aquellas personas que se lo encargaban, y María disfrutaba de una beca universitaria y contaba también con escasos recursos así que vivía en una buhardilla envejecida por los años que estaba a punto de derrumbarse, su propósito era convertirse en escritora.
Un día caminando por las calles antiguas de la ciudad se toparon con una casa situada encima de unos soportales, de estilo modernista de cuya fachada pendían como por encanto adornos y filigranas que hacían, en el entorno en que se encontraba, que sobresaliera sobre las demás, Jaime instruido en el arte y agudo observador quiso que Dani y María se aproximaran con él con el fin de observarla con detenimiento, es increíble como la necesidad a veces se hermana con el arte, de cerca la casa parecía deshabitada y mostraba cierto abandono incluso las arañas habían tejido en ella sus redes.
Entraron, sin que nadie se lo impidiera y subieron acompañados de una balaustrada floja e inestable, y al llegar al primer piso la puerta de entrada de una de las viviendas estaba ligeramente entornada, entraron y examinaron el entorno con una perfecta distribución de habitaciones y enyesados en el techo, con columnas rococó llenas de polvo como todas las demás habitaciones, el silencio era absoluto, pero Jaime que era el más espontáneo rompió a reír con una sonora carcajada que provocaba el eco en todo el recinto, Dani sorprendido no salía de su asombro y María la más juiciosa exclamó: ¡bonito lugar para vivir, es cuestión de asearlo un poco¡
Sin más preámbulos la decisión estaba tomada, se instalaron cada uno en una habitación junto con sus útiles de trabajo. Disfrutaron de su suerte durante tres años sin que nadie advirtiera su presencia al cabo de los cuales sus vidas se dispersaron con violencia lejos de ése lugar que los hermanaba y enfrentados a sus familias que los hostigaban, Jaime fue a parar a los pasillos de un psiquiátrico, Dani a los barrotes de una cárcel y María aún continúa errante por el mundo en busca de cobijo, el techo de su buhardilla se derrumbó y ya no tiene a sus compañeros de piso para recogerse, después de muchas vueltas en busca de vivienda, eso sí, todavía vive para contarlo.       

RELATO EN LA SOMBRA











RELATO EN LA SOMBRA


Una fresca mañana de verano, la lluvia caía a intervalos breves de tiempo colándose los primeros rayos del sol  iluminando el entramado de calles por los que acostumbraba a perderme deambulando sobre el empedrado abultado y repleto de grietas.
Atravesé una calle estrecha y a mi derecha se encontraba lleno de presagios el marco de una ventana desvencijada y cubierta de óxido su madera vieja e irregular, el fondo era oscuro y nadie se asomaba en ella, justo pegada a ella estaba la puerta de entrada también gastada e irregular, unos pasos más adelante sobre un banco de piedra iluminado por el sol y húmedo descansaba un anciano con una mano sobre otra, apoyadas ambas en una cachaba, su mirada perdida en el vacío en actitud de espera, ignoraba toda presencia incluso la mía que se sentó a su lado observando el momento del día y lamentando la ausencia de una cámara que detuviera el instante. En ese tiempo saltó a la calle desde la puerta desvencijada un hombre esbelto, muy  delgado con una mirada joven, brillante y encantadora y paso decidido portando sobre su hombro una bandolera de tela raída.
 La mente va y viene del pasado al presente y raras veces puede prever qué nuevos aconteceres nos esperan, sumida entre esas primeras impresiones de un día inesperado y azaroso, recordé un  breve relato escrito en francés cuyo título es “La Promeneuse et le danseur” y comprobé que estaba evocando un sueño. Pocos días después abrumada por el choque del tiempo quise investigar sobre el lugar, el anciano que esperaba su final   había danzado en su juventud, el marco de la ventana conservaba su infinita mirada y al advertir mi presencia  sin apartar su mirada fija, me dijo: “danzamos y danzamos y nunca sabemos lo que nos espera”, me levanté, proseguí mi camino, miraba hacia el sol brillante y me dejaba mojar por la lluvia intermitente en esa mañana de contrastes, así llegué al duro asfalto con el relato evocado en mi mente, al llegar a mi casa busqué con afán el relato, escrito a máquina, comprobé la fecha y había sido creado cincuenta años atrás, en los que conocí a un joven brillante y decidido que se dedicaba a la danza profesional, ahora con la mirada perdida descanso con frecuencia en el mismo banco que asistió al nacimiento de esta historia.   

miércoles, 23 de enero de 2013

FÉRREA DISCIPLINA














FÉRREA DISCIPLINA



A lo lejos camina por la playa un bulto cuadrado que lleva de la mano un perrito pequeño, a lo lejos se la ve caminar y mojarse de vez en cuando las piernas en la orilla a horas muy tempranas. Siempre está en la playa, es una mujer.
Camina con esfuerzo, es de una pieza, parece que alguna fuerza del todo material hubiera forjado su aspecto,  llegados a una edad nos convertimos en aquello que hemos hecho durante los años del pasado y en ella todo expresa fuerza bruta, por otra parte ejercida desde el exterior, cuando está cerca se puede observar su mirada triste a su pesar, su tez congestionada siempre, y las lágrimas brotando de manera inconsciente, es medianamente robusta, le sostienen dos piernas en forma de poste que expresan un cansancio atroz, como si la hubieran sostenido en pie durante muchos años, con una fuerza de voluntad asombrosa camina constantemente de la mañana a la noche, es una mujer mayor y da la impresión de una entereza tal que sus pasos absolutamente físicos se introducen con rotundidad  en la mente de quien la observa, años de trabajo que posee con orgullo, sobre su cuerpo cansado, para finalmente reposar en un medio que la desprecia, ¡está loca¡ suelen decir cuando pasa, como necesita el contacto de sus habituales compañeros de trabajo en una empresa de centro Europa, no vacila en abordar cordialmente a un paseante para entablar conversación, añora su trabajo y mantiene el horario que la sostenía en su labor cotidiana, ha llegado al final de su vida vestida del hierro que la forjó.
 He entrado en su corazón tan tierno como dura ha sido su vida y hace dos días llamó a mi puerta para ofrecerme unas golosinas para mi perrita, cuando la besé para darle las gracias, sentí que la potencia del hierro inundaba mi casa.   

martes, 22 de enero de 2013


GODSPELL

La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido” J.L.Borges

Esta mañana al despertar resonaba en mis oídos la palabra “Godspell”, que durante el sueño descubrí impresa en un libro en las manos de Borges, a hurtadillas tomé el libro en mis manos y dejé sin tocar otro libro en las manos de su autor, la penumbra me impidió ver el otro título. Ufana con mi botín deambulé por las calles confusas de una ciudad fantasma poblada de vigas viejas. Ya despierta me quedé pensando en ese término bíblico y pude recordar el cuento de J.L.Borges, en español “El Evangelio según  Marcos”, en inglés “The Góspel according to Mark”. El término significa “palabra de Dios”. Busqué el cuento para recordarlo en el “Informe de Brodie” y volví a leerlo.
Es la breve historia de un hombre bondadoso y cultivado que a falta de otros libros para leer en un día tormentoso y de desastres a sus acompañantes analfabetos y primitivos, encontró una Biblia y se dispuso a leer, en el transcurso de la lectura uno de ellos le preguntó si Dios hecho hombre y muerto por los hombres, era capaz de perdonar a sus asesinos, el hombre inocentemente respondió que sí, el terrible desastre de unas vigas en el exterior de la estancia le estaba esperando al final porque esas mismas vigas habrían de servir para crucificarlo cuando abrió la puerta.
Una noche cerrada de invierno deambulaba por las calles desiertas con un libro de poesía helenística en mis manos  que había expuesto involuntariamente en mi departamento por la tarde, un hombre reparó en él por azar del destino, se trataba de mi tutor en la universidad me llamó a su despacho y me ofrecía el tema de una posible tesis,
¿Qué le gustaría hacer?  Me dijo, entonces contesté con rotundidad, “palabras y poesía”
Fue suficiente, la respuesta, ya estaba en el aire, en ese libro que yo llevaba conmigo y que curioseaba, ignorante de hacia dónde me llevaría, el libro era mío, reflexioné unos segundos mirando hacia una perspectiva que vislumbraba ya, palabras y poesía es decir filología y que mejor objeto de estudio que unos poetas filólogos de época Helenística, deambulé largamente esa noche visiblemente emocionada, ¡tanto tiempo buscando poetas¡ ¡tanto tiempo abrumada por las palabras¡ el libro contenía en sí mismo muchas historias de raptos, de temas amorosos, de muertes, de seres abandonados, de seres mitológicos, de términos innovadores y creativos, de belleza en suma en toda su extensión de una exquisitez inusitada. Con el alma por entero desarmada llegué a mi casa dispuesta a soñar por espacio de veinticinco años.
Hoy he vuelto a soñar y he llegado sin proponérmelo a encontrar en mi sueño al Maestro de los sueños.







"El Evangelio según Marcos (originalmente en español "El Evangelio según Marcos") es una historia corta por el argentino escritor y poeta Jorge Luís Borges. Es una de las historias en la colección de cuentos El informe de Brodie (originalmente en español El Informe de Brodie), publicado por primera vez e 1970. 


EL CAFÉ DE LOS ARTISTAS



Noches eternas, conversaciones entusiastas, consumiendo bebidas y café, en ese lugar se daban cita personajes habitantes de la ciudad, con toda clase de inquietudes y caracteres. Su antigüedad proverbial le hizo famoso, tenía el sabor de los primeros hippies, de los pintores insignes, muchos ya desaparecidos, de poetas, de alcohólicos, de homosexuales y músicos, de locos,  y  de todo aquel que ante la imposibilidad de serlo podía con un golpe de placer sentirse durante unas horas representante de la bohemia.
Situado sobre una pequeña loma al pie de una iglesia contaba con una perspectiva espléndida y desde allí se podía contemplar el paseo convencional de las gentes en fin de semana. Muy iluminado, dotado de apliques estratégicamente colocados y lámparas que colgaban de su techumbre, su luz se reflejaba en un mar de haces sobre todos los espejos que lo rodeaban de suerte que uno podía sentarse en cualquier lugar y podía contemplar sin asombro, con la mayor naturalidad la multiplicidad de seres que entraban y salían o simplemente sentados en su mesa. Sus paredes contenían innumerables retratos de escritores, de literatos, de poetas, uno se encontraba allí con Baudelaire, con Artaud, con Henry Miller, con Pasolini, con bailarinas famosas como Isadora Duncan, con insignes músicos de jazz y un largo etcétera, de suerte que junto con la música escogida según la hora del día y de la noche uno podía leer hablar y soñar con entera libertad.
En ese entorno ligeramente paradisíaco, sin embargo tuvieron lugar acontecimientos inesperados relacionados con hampones de la ciudad y personas de dudoso comportamiento, una de esas maravillosas noches entraron en grupo unas personas que llevaban consigo un perro especialmente bondadoso, como mi persona rezuma  perro por los cuatro costados, deduzco que el animal suelto y    confiado se acercó a mí y comenzó a besuquearme como lo hacen los perros habitualmente a lametazos, muy furioso su dueño le gritó y no contento con eso introdujo su puño en el gaznate del animal, ocasionándole la asfixia. El animal cayó al suelo y ante el asombro de todos los presentes falleció. 

DÍAS DE MAGIA








DÍAS DE MAGIA



Cae la tarde como caen los días al anochecer, musitan los pájaros que se van acostando. Los pájaros allí cantaban siempre al amanecer y ella les escuchaba desde su yacija. La calle poco a poco se va vaciando mientras ella avanza por el enlosado estrecho. Algún transeúnte observa sus tenues pasos, liviana, menuda, camina sin detenerse con la firmeza del que se dirige a un lugar concreto porque le espera un gran advenimiento.
Tuerce hacia su derecha y continúa el trayecto. No se detiene, no piensa, solamente espera el sueño que vendrá esa noche a acompañarla, sueño tras sueño, día tras día, noche tras noche esperanzada sin saber muy bien qué es lo que espera.
Nuevas miradas entorpecen su paso seguro y resuelto, las ignora, no se detiene, desea el cansancio que no llega, nunca se fatiga, su camino es presuroso sin embargo. Siente la inmediatez de las cosas, la eternidad del tiempo en un segundo, detiene el instante, respira hondo y se deja envolver por la noche y las estrellas, la luna ilumina las calles y reverbera sobre el asfalto. Poco a poco las luces artificiales se mezclan con la claridad de la luna, da la vuelta escucha solo sus pasos, se dirige hacia su casa, mientras se aproxima al portal  una sombra la está esperando, la sombra de un sueño, sube, se prepara para acostarse y se sumerge en un sueño profundo que solo despertará el primer trino de los pájaros al amanecer entre amigos que todo lo saben, que han tocado innumerables noches ese sueño, que duermen dentro de  los libros sobre las improvisadas estanterías y esperan que les llegue su turno, cuando ella por fin despliegue su magia  en ese encuentro feliz.