“Yo, con
mis candados y mis llaves de aire, yo, que escribo con humo. Te ahorro la
réplica porque la veo venir: No hay sustancias más letales que esas que se
cuelan por cualquier parte, que se respiran sin saberlo, en las palabras o en
el amor o en la amistad”
Rayuela,
Julio Cortázar
Dos
amigas y compañeras de facultad, leían mucho, comentaban mucho sus lecturas,
hacían mucha vida nocturna y escuchaban también mucha música, todo parecía
excesivo en ellas que además con el entusiasmo propio de su juventud intentaban
realizar todo aquello que soñaban y soñaban también mucho.
Una
noche del fin del verano con un libro en las manos que las había dejado sin
habla, en medio de un éxtasis por completo natural, a lo sumo habían ingerido
un par de cervezas, decidieron buscar una guía de París para localizar en su
callejero las zonas urbanas que aparecían en el libro, resueltas a encontrar en
ellas la sombra jocosa y azarosa de algunos personajes de la novela. En
ocasiones la literatura deja una señal indeleble en nuestros espíritus y sin
saberlo nos vestimos del momento preciso encontrado por azar ignorantes de hasta dónde nos llevará, de una manera ingenua
nos dejamos llevar y a veces, también sucede que los efectos de la primera
lectura nos sorprenden al cabo de los años con el aspecto de un encuentro
casual.
Y
azaroso era el contenido del libro y el viaje que emprendieron no pudo
presentarse más onírico, tras muchas peripecias por la capital parisina,
alojadas en un camping sito en el Bois de Boulogne, y acompañadas de dos
jóvenes de esos que gustan de salir a la calle a mirar tetas y culos y engullen
hamburguesas y demás sustancias rápidas, completamente ajenos a lo que ellas se
traían entre manos, proyectaron programar su visita al centro de la ciudad para
el día siguiente. Buscaban una calle en concreto, y una hora crítica en la que
sumergidas en el trajín de la calle, la lectura de sus sueños tomara cuerpo de
realidad, ellos en su ofuscación,
consideraron una locura tal proyecto, ¡Encontrar una calle estrecha y pequeña en el entramado de calles de la ciudad¡ ¡Qué
locura¡ echaron mano del callejero, ya montados en el coche, todo eran quejas y
lamentos… tenían hambre… querían cenar con urgencia… en fin todas esas necesidades primarias que se despiertan en algunos seres cuando se encuentran
en medio de una gran ciudad por primera vez. Con sigilo y muy calladas nuestras
amigas siguieron el trayecto sin impacientarse, como el conductor tenía un gran
sentido de la orientación, dio por fin con el lugar ansiado, y pronto divisaron
el pasquín que les indicaba el nombre de la calle, fácil de encontrar incluso
para unos inexpertos viajeros. Las primeras en descender del vehículo fueron
ellas y se dispusieron a vagar tranquilamente, como ellos querían saciar sus
apetitos les dejaron en un antro de comida rápida, y les dijeron que volverían
a buscarlos.
Huyeron
a través de la calle, se envolvieron con música de jazz callejera, entraron en
algunos locales de los que salían también notas musicales, tomaron vino caliente con canela, lugares de toda índole las estaban esperando, chicha bares, pubs con
ambiente anglosajón, clubes de jazz,
pudieron tomar también una limonada y al mismo tiempo hojear, libros de viejo y revistas
literarias de antaño, se llenaron del
bullicio, de sus fantasmas, y finalmente se perdieron para siempre para
desaparecer en el tiempo.
Hoy,
yo, que también escribo con humo, he vuelto a ser sorprendida por el azar y he
repudiado definitivamente esas sustancias letales que menciona Cortázar, que se cuelan por cualquier parte, que se
respiran sin saberlo…
Nota:
La rue des Lombards es un pequeño sendero peatonal de un centenar de metros de
largo en el 1º distrito de París. Puede llegar a la rue Sainte Opportune desde
el boulevard de Sebastopol. En otras palabras, se puede llegar al corazón de
Châtelet les Halles. Al igual que la zona donde se encuentra, la calle es muy
animada y ecléctica: hay también bares, chicha bares, clubes de jazz, pubs
anglosajónes y tiendas de ropa y de comida rápida. Las calles de Lombard Street
son míticas para los músicos de jazz, por la presencia de los mayores clubes de
jazz en París: Sunset Sunside, Baiser Venta, el Duc des Lombards…
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