EL
ESPECULADOR DE ALMAS
Chíchikov se despertó… hizo
una castañeta y recordó, con radiante faz, que era dueño poco menos que de
cuatrocientas almas.
Nikolai
Gogol, “Almas muertas”
Nunca
olvidaré aquel sueño leve, en el cual yo deambulaba por las calles. Una noche
de lluvia fina, contemplé, junto a
una esquina, a un hombre que llevaba puesto encima mi chubasquero blanco, con
la capucha encajada en su cráneo desnudo y el aspecto de una calavera, era la
viva imagen de la muerte, según se acercaba a mí, se transformaba en un
personaje muy conocido en la ciudad, por su modo de proceder siniestro y
perverso.
Ocurrió
hace mucho tiempo, y en la actualidad, esta vez, fuera ya del sueño, el
individuo apareció un día cerca de mi casa, en la misma esquina,
caminando hacia mí, apresuré el paso para no verlo y subí a mi casa con
inquietud.
Poco
tiempo después, un camión enorme de mudanzas anunciaba un nuevo inquilino en la
casa, con gran estrépito de muebles y embalajes muy grandes y planos, que eran
transportados con sumo cuidado, denotando su fragilidad, –el personaje del sueño
no sabía vivir sin espejos– siempre, en compañía, de cualquier interlocutor
ocasional, contemplaba su imagen en los espejos con insistencia, proyectándola
sobre él, sin ningún pudor, el protagonista de esta historia tenía un aspecto horrible.
Tuve
un mal presentimiento, el hombre de la esquina se instalaba en mi edificio. Así
ocurrió. Muy pronto empezaron a suceder cosas extrañas en la casa, averías de
todo tipo, enfados entre vecinos, muertes inesperadas, y un subir y bajar por
las escaleras agitado y convulso de todos los vecinos.
Decidí
enfrentarme a él sin temor, conociendo perfectamente sus intenciones, –la
muerte había llamado a mi puerta y se presentaba dispuesta a negociar– no soy experta en negocios, nada me repugna
más, pero hice uso de mis recursos como pude. Se trataba sólo de estrategias
reiterativas y aburridas, que yo iba derribando, no sé cómo, una por una. Mi
persona constituía un capital de almas vivas para él, porque eran muchos mis
amigos en la ciudad y él, las iba minando sin piedad.
Unas
perdían la vida, otras sus amores, todas se volvían horribles en su aspecto,
otras perdían su trabajo, otras enfermaban, en ese tiempo yo perdí a muchos de
mis amigos y las cosas me iban muy mal. Negocié y negocié sin parar, hasta que
él encontró a una mujer, se tranquilizó, y al fin prescindió de mí.
Hoy,
muy alejada de sus malas artes, lo he vuelto a ver en un sueño, apostado en una
esquina, esperando la lluvia fina y con mi chubasquero blanco. Cuando me
desperté corrí angustiada hacia el ropero y comprobé que mi chubasquero blanco
estaba allí olvidado, junto a uno dorado, de uso más reciente. La lluvia caía
insistentemente, bajé a la calle y me informó una mujer, que tres de mis
vecinos habían pasado a mejor vida, consternada, subí de nuevo a mi casa, con
el fin de deshacerme de esta prenda maldita y comprobé, horrorizada, que había
desaparecido y la percha vacía, bailaba, colgada en el ropero.
De: Canto De Sirenas.
De: Canto De Sirenas.
Maravilla de relato, Mercedes.
ResponderEliminarMuchas gracias Dora me alegra que te guste.
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