martes, 12 de marzo de 2013

EL ESPECULADOR DE ALMAS











EL ESPECULADOR DE ALMAS

Chíchikov se despertó hizo una castañeta y recordó, con radiante faz, que era dueño poco menos que de cuatrocientas almas.
Nikolai Gogol, “Almas muertas”

Nunca olvidaré aquel sueño leve, en el cual yo deambulaba por las calles. Una noche de lluvia fina,  contemplé,  junto a una esquina, a un hombre que llevaba puesto encima mi chubasquero blanco, con la capucha encajada en su cráneo desnudo y el aspecto de una calavera, era la viva imagen de la muerte, según se acercaba a mí, se transformaba en un personaje muy conocido en la ciudad, por su modo de  proceder siniestro y perverso.
Ocurrió hace mucho tiempo, y  en la actualidad, esta vez, fuera ya del sueño, el individuo apareció un día  cerca de mi casa, en la misma esquina, caminando hacia mí, apresuré el paso para no verlo y subí a mi casa con inquietud.
Poco tiempo después, un camión enorme de mudanzas anunciaba un nuevo inquilino en la casa, con gran estrépito de muebles y embalajes muy grandes y planos, que eran transportados con sumo cuidado, denotando su fragilidad, –el personaje del sueño no sabía vivir sin espejos– siempre, en compañía, de cualquier interlocutor ocasional, contemplaba su imagen en los espejos con insistencia, proyectándola sobre él, sin ningún pudor, el protagonista de esta historia  tenía un aspecto horrible.
Tuve un mal presentimiento, el hombre de la esquina se instalaba en mi edificio. Así ocurrió. Muy pronto empezaron a suceder cosas extrañas en la casa, averías de todo tipo, enfados entre vecinos, muertes inesperadas, y un subir y bajar por las escaleras agitado y convulso de todos los vecinos.
Decidí enfrentarme a él sin temor,  conociendo perfectamente sus intenciones, –la muerte había llamado a mi puerta y se presentaba dispuesta a negociar–  no soy experta en negocios, nada me repugna más, pero hice uso de mis recursos como pude. Se trataba sólo de estrategias reiterativas y aburridas, que yo iba derribando, no sé cómo, una por una. Mi persona constituía un capital de almas vivas para él, porque eran muchos mis amigos en la ciudad y él, las iba minando sin piedad.
Unas perdían la vida, otras sus amores, todas se volvían horribles en su aspecto, otras perdían su trabajo, otras enfermaban, en ese tiempo yo perdí a muchos de mis amigos y las cosas me iban muy mal. Negocié y negocié sin parar, hasta que él encontró a una mujer, se tranquilizó, y al fin prescindió de mí.
Hoy, muy alejada de sus malas artes, lo he vuelto a ver en un sueño, apostado en una esquina, esperando la lluvia fina y con mi chubasquero blanco. Cuando me desperté corrí angustiada hacia el ropero y comprobé que mi chubasquero blanco estaba allí olvidado, junto a uno dorado, de uso más reciente. La lluvia caía insistentemente, bajé a la calle y me informó una mujer, que tres de mis vecinos habían pasado a mejor vida, consternada, subí de nuevo a mi casa, con el fin de deshacerme de esta prenda maldita y comprobé, horrorizada, que había desaparecido y la percha vacía, bailaba, colgada en el ropero.

De: Canto De Sirenas.

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