Se habían concitado allí, para revelarme el paso del tiempo….
Era una noche fría, de tormenta, y nos acercamos a casa con el fin de resguardarnos.
La casa estaba poblada de espejos por todas partes que cuidadosamente, él, mi acompañante había colocado porque consideraba que la casa vacía de espejos carecía de una realidad imperiosa, el juego de luces y de sombras.
Se fue la luz y encendimos velas, el aspecto en general era algo tenebroso pero curiosamente tenía para mí, algo de acogedor y cálido.
Quien me iba a decir que esa noche descubriría los lugares más recónditos de mi pensamiento…
Había, estratégicamente situados espejos en las esquinas, en las planas paredes, de manera que estos se multiplicaban hasta el infinito procurando una sensación de amplitud a la estancia que se multiplicaba y multiplicaba reflejando y poblando de imágenes las habitaciones... había incluso uno, situado sobre la cama y clavado con escarpias en el techo inclinado, que producía una sensación de terror al acostarse, con el temor de que se desprendiera amenazante.
El reflejo de los relámpagos entraba por las ventanas, el viento que se colaba por las rendijas de la vieja casa, agitaba parpadeante, la luz de las velas, las luces y las sombras se mezclaban incesantes y nosotros, en el centro de todas estas cosas, mirábamos asustados nuestras imágenes temblorosas que nos hablaban sin parar.
Vi entonces mi rostro sombreado y poblado de surcos que me insinuaban el paso del tiempo en mis rasgos cansados y profundamente sellados por la sombra, vi también la sombra de la locura y de la muerte, vi mi imagen desdoblada y confundida con la del otro ser que me acompañaba, que se apagaba y se encendía de manera intermitente, vi a mi padre, a mi madre , a todos mis amigos que en su cercanía y multiplicados, extendían sus brazos hacia mí pidiéndome que les abrazara, por un momento creí enloquecer y sobrecogida me agarraba al asiento que dulcemente me acogía entre los cojines ocasionalmente situados, vacilante, me levanté con la esperanza de que volviera la luz y di una vuelta por la casa, la visión se hacía insoportable, yo, aparecía como drogada, ebria de espanto y de un asombro inocente que me reveló el acuciante paso del tiempo y la confusión del espacio infinitamente extendido y desplegado… … ¡No le digas a nadie lo que has visto¡ exclamó confundido en la sombra mi acompañante ....
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