EL
RESPLANDOR DE LA BELLEZA
Me
enamoré de ella en días luminosos y desérticos, la claridad era tan potente que
anulaba todo mi ser dispersándolo en pedazos de vida nonata. Los poros de mi
piel rezuman aún cansinos las luces de
aquel amanecer fulgurante. Fue un amor a primera vista, largas noches en
vela, tras los pasos de la inconsciencia, dejándome ser, dejándome ir.
Sus
ojos acuosos de mirada profunda, fija, rotunda, me hablaron de lejanía, de
ausencia ensoñadora y etérea.
Joven
aún e ignorante de todas aquellas cosas del Universo todo, que aguardan en su
movimiento constante una ráfaga de viento para arrastrar consigo la fragilidad
del ensueño. Llegué a una ciudad yerma y candente, una ciudad de provincias con
el fin de llevar a buen fin mi
propósito, asustada y tímida en ebullición constante. Un largo trayecto de idas
y venidas a tientas y semiinconsciente.
No
conocía en verdad el objeto de ese amor que ha perdurado firme en el tiempo y
ha suscitado tantos interrogantes.
Tal
vez el amor es eso, esa cosa que se te mete dentro y no eres capaz de expulsar
lejos, algo incomprensible que nos ciega y aturde.
Cada
día que he pasado sumida en ese estado inconsciente, ella, sacaba lustre de lo
inaudito, ella siempre me salvaba de los peligros habituales, ella guiaba mis
pasos, así, poco a poco se me revelaba el misterio en medio de hermosas
visiones supra reales. Su dulzura, su hermosa
mirada cada día me cautivaban más y más porque todo aquello que rozaban
mis manos me devolvían su reflejo y me impulsaban más y más a nuevas aventuras.
Lo
más probable es que ya la debí sentir meses antes de nacer, tardé mucho tiempo
en nacer, lo cierto es que ese amor encendido, jamás lo he visto desfallecer.
Pronto
descubrí su dureza implacable, fui incluso objeto de alguna de sus agresiones,
y aún así su belleza me arrastraba hasta límites inconfesables.
La
vi, la contemplé, me senté incluso para verla pasar todos los días de mi pobre
existencia a mi alcance, ¡Bella como nadie! ¡Atávica! ¡Implacable! ¡Impaciente!
¡Caprichosa! Cuya fuerza embelesa a los seres humanos como única oponente a la
muerte, su contraria. Comprenderás querido lector que estoy hablando de un amor
común y accesible, el amor a la vida.
Mercedes.
15-9.2016
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