INMUNDICIA
Se
amontonan en sus asientos en un recinto estrecho y sombrío rozándose sin pudor
durante horas en espera del primero que pase para importunarle con sus falsas
salutaciones. Ansiosas como comadres en celo, fondonas y envejecidas a
destiempo son capaces de escupir con su mala lengua serpientes y sapos
envenenados.
Así
son y están todos los días a la puerta de mi casa. No dejan vivir a nadie y
molestan continuamente como cotorras desatadas.
En lo más alto del edificio lejos de ese
espanto, pueblan mi casa personajes de toda índole, de esos que son capaces de
describir el transcurso del río del tiempo entre ciudades bien apostadas y
rodeadas de edificios de colores, calles irregulares y pedregosas, el sabor
viejo de una cantina añeja, un trago de tequila, una mezquita, un orante
oriental que clama en el desierto, un hombre fijo de mirada diáfana y aplicada
concentración delante de su libro en un rincón de un café en la vieja Europa, monstruos
de todos los días que sacuden los cimientos de las almas bien asentadas e
infringen castigos injustos y acusaciones y delirios, todas aquellas cosas que
azuzan nuestra vida llenándola de amarguras gratuitas, así, en esa atalaya de
sueños, de caminos hollados por pasos anónimos surgen de pronto ensimismados
diferentes personajes escritos, labrados, elaborados, sentientes y próximos que
con sus voces arrullan los sueños de cada día, de cada noche…
¡¡Cuánta
magia desplegada!, las palabras se adueñan del espacio temporal y nos revisten
de misterio.
A
veces tengo la impresión de que van a derribar con su empuje los muros de mi
casa esos despojos humanos ¡cuántas veces he tenido esa sensación! Algunos de
manera muy explícita han aludido a una torre de marfil. ¡No existe tal torre!
el mundo de los sueños no es más que el transcurso de otras vidas paralelas,
paralelas a esas otras vidas de cacatúas maldicientes, líneas que nunca se
tocan, en idéntico trayecto, pero con diferentes fardos.
Apostadas
en las puertas de mi casa, esas mentes indigentes piden a gritos cierto tipo de
conmiseración que no merecen, acreedoras como son de su inmundicia.
Las
moscas, mosquitos, chinches y pulgas pueblan mis redaños, pobres animalitos que
conviven con las arañas y la podredumbre del polvo. Sin embargo permanecen
intactas tal vez amarillentas ya por el paso del tiempo las páginas de
ejemplares antiguos ¡la tinta permanece! mi vista alcanza sus líneas, se
agolpan las palabras y se deslizan incólumes historias, impresiones y sentires
de aquellos que han permanecido fielmente apostados a las puertas de la vida
capaces de mirar y ver lo que se esconde en la trastienda de esos asientos
desgastados por el peso de una existencia vacía y pavorosa.
Mercedes.
Parece que hubo mucha fiesta el fin de año por Suances, a juzgar por este relato. Espero estés bien Mercedes, saludos, yo bien.
ResponderEliminarBien Fernando, muchas gracias. Abrazo.
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