jueves, 10 de septiembre de 2015

SIN ARNÉS

SIN ARNÉS
¿En dónde empezaba?
¿Acababa en dónde?
Me quedé por siempre sentado
en las vagas lindes de tu alma.

Pedro Salinas , El ama tenías.

Tenía que escalar esa roca, el arnés se quedó en casa y todo su cuerpo relucía sostenida tan solo por el collar. Era un trayecto ya conocido, la ciudad se extendía a nuestros pies, pero la roca era empinada como una sima y sentí miedo.

Las gentes del paseo nos observaban, eras tú otra vez, pero la roca era otra, recordé entonces que había dejado el arnés sobre una caja de libros, mi deseo de volver a recuperarlo creció a medida que la roca se empinaba más y más, tu cuello, escapa con frecuencia del collar, el arnés es más seguro, me mirabas como para decirme que la empresa era imposible, gritaban algunos que contemplaban el descenso, ¡sin arnés!, ¡sin arnés gritaban!, volví mis ojos a la caja de libros, mientras tanto tú te concentrabas en el trayecto, tal vez yo no sabía conducirte, tal vez te estaba pidiendo demasiado, pero tú, tú te concentrabas y seguías, era una sima sí y tú me alumbrabas pacientemente. Decidí entonces regresar, yo no podía hacerte eso, me preocupaba el arnés, íbamos a desprendernos del collar en breves instantes, al menor movimiento, tu cuello no lo resiste, ni aún con veinte centímetros de vacío, y volarías bajo mis pies hundiéndote en el vacío, no podía hacerte eso. Tan blanca, tan pura, tan lúcida, soy yo, la bestia, esa que se enfurece ante cualquier adversidad, esa que lo resiste todo, incluso el arnés olvidado sobre la caja de libros, yo te protejo con el mismo candor que tú me transmites, ya hemos llegado al final, decido en un arrebato de mis sentidos abandonar la sima, temo lastimar tu hermoso cuello, asciendo contigo en la escalada, por fin alcanzamos el arnés ansiado, tú no necesitas arnés me digo, ni collar, tu cuello y mi cuello se enlazan perfectamente, juro que no te someteré a más simas rocosas, juro que permaneceré en silencio a tu lado y te besaré el cuello malherido. Ahora ya en casa ante la caja de los libros ¿comprendes acaso mi silencio?
 Esa roca es la rabia, el desarraigo, la miseria, tú eres un ángel, tú sabes muy bien que en tu regazo se esconde una fiera y tus ojos se encienden cada vez que me miran, pero no puedes ser una fiera, eres angelical, etérea, placentera, sosegada, paciente, hermosa en todos tus actos, eres bondadosa, inteligente, ajena a cualquier desgarro. Fijé mi mirada en la sima, volví hacia ti mis ojos enloquecidos y los tuyos me indicaron el camino de regreso al arnés posado descuidadamente sobre la caja de libros, a tu alma se iba por caminos amplios, despejados… me quedé para siempre sentada en las vagas lindes de tu alma la mía malherida se quedó en la aviesa sima y sin arnés.

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