domingo, 24 de febrero de 2013

LA MUJER DEL ANDÉN


LA MUJER DEL ANDÉN

Porque los hechos de los inmortales no son en  vanotú cuídalos. Vete ahora a tu casa y no lo descubras,  yo soy Poseidón, estremecedor de la tierra. Odisea, XI.

 Una pareja de enamorados que se encontraba en la estación, contempló la llegada en el andén, de una mujer frágil  con aspecto de soñadora, con la sonrisa escrita en su rostro y de mirada brillante y esperanzadora, cargada con una maleta cuadrada y marrón, muy antigua y desgastada por los años, y un vestido largo, hasta los tobillos que dejaba entrever su extremada delgadez,  se encaminaba hacia el vagón que la llevaría absorta y ensimismada en sus pensamientos a su lugar de destino.
 Impacientes la siguieron con la mirada encantados con su aparición, como de otro tiempo, en medio de  esos momentos apresurados, en los que la gente se agolpa para tomar un tren.
Por suerte para ellos, se acomodó en el asiento de una de las ventanillas situada justo enfrente de los enamorados. Ella, ajena a sus miradas  y sin sentirse observada, emprendió el viaje que la llevaría, como a todos los circunstantes, a un lugar cualquiera del planeta, donde  nunca pasa nada.
A veces, las apariencias más ingenuas nos deparan acontecimientos inesperados…
 Iba decidida a consumar un plan que había entretejido laboriosamente a lo largo de los años.
 En la capital visitaría a un viejo amigo bibliotecario que guardaba celosamente un ejemplar muy ligado a ella, que le había robado en  otro tiempo y que con  la furia de la juventud, lo tomó prestado. Ella ahora, en la lejanía de aquel tiempo, quería recuperarlo, lo añoraba especialmente porque había, contenido en él, un mensaje que necesitaba releer y recordar antes de desaparecer para siempre de este mundo.
Lo encontró sumido en la miseria, ebrio de alcohol y desgastado por los años, al verla aparecer le repuso sin miramientos, sabiendo a lo que venía, – no te lo voy a devolver, –dijo, —el libro me pertenece ya  por un derecho muy  legítimo.
 Ella, nerviosa y temerosa por la  resolución, con la que él  la había recibido, le preguntó de qué derecho se trataba, entonces él acudió presuroso  en busca del libro  y después de largas, larguísimas páginas en blanco, llegó a la página que buscaba afanosamente y le mostró el mensaje esperado: “Para quien me sobreviva”…... Todas las  páginas restantes las había borrado el paso del tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario