jueves, 15 de septiembre de 2016

EL RESPLANDOR DE LA BELLEZA

Me enamoré de ella en días luminosos y desérticos, la claridad era tan potente que anulaba todo mi ser dispersándolo en pedazos de vida nonata. Los poros de mi piel rezuman aún cansinos las luces de  aquel amanecer fulgurante. Fue un amor a primera vista, largas noches en vela, tras los pasos de la inconsciencia, dejándome ser, dejándome ir.
Sus ojos acuosos de mirada profunda, fija, rotunda, me hablaron de lejanía, de ausencia ensoñadora y etérea.
Joven aún e ignorante de todas aquellas cosas del Universo todo, que aguardan en su movimiento constante una ráfaga de viento para arrastrar consigo la fragilidad del ensueño. Llegué a una ciudad yerma y candente, una ciudad de provincias con el fin de llevar a  buen fin mi propósito, asustada y tímida en ebullición constante. Un largo trayecto de idas y venidas a tientas y semiinconsciente.
No conocía en verdad el objeto de ese amor que ha perdurado firme en el tiempo y ha suscitado tantos interrogantes.
Tal vez el amor es eso, esa cosa que se te mete dentro y no eres capaz de expulsar lejos, algo incomprensible que nos ciega y aturde.
Cada día que he pasado sumida en ese estado inconsciente, ella, sacaba lustre de lo inaudito, ella siempre me salvaba de los peligros habituales, ella guiaba mis pasos, así, poco a poco se me revelaba el misterio en medio de hermosas visiones supra reales. Su dulzura, su hermosa  mirada cada día me cautivaban más y más porque todo aquello que rozaban mis manos me devolvían su reflejo y me impulsaban más y más a nuevas aventuras.
Lo más probable es que ya la debí sentir meses antes de nacer, tardé mucho tiempo en nacer, lo cierto es que ese amor encendido, jamás lo he visto desfallecer.
Pronto descubrí su dureza implacable, fui incluso objeto de alguna de sus agresiones, y aún así su belleza me arrastraba hasta límites inconfesables.
La vi, la contemplé, me senté incluso para verla pasar todos los días de mi pobre existencia a mi alcance, ¡Bella como nadie! ¡Atávica! ¡Implacable! ¡Impaciente! ¡Caprichosa! Cuya fuerza embelesa a los seres humanos como única oponente a la muerte, su contraria. Comprenderás querido lector que estoy hablando de un amor común y accesible, el amor a la vida.
Mercedes.

15-9.2016

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