miércoles, 8 de agosto de 2018

ARIADNA


     

           
               
              
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            Ariadna
            Article · January 2006
            Source: DOAJ
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            1 author:
            Luis Quintana Tejera
            Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM)
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            Ciencia Ergo Sum
            ISSN: 1405-0269
            ciencia.ergosum@yahoo.com.mx
            Universidad Autónoma del Estado de México
             
            México
            Quintana Tejera, Luis
            Ariadna
            Ciencia Ergo Sum, vol. 12, núm. 3, noviembre-febrero, 2005, pp. 335-336
            Universidad Autónoma del Estado de México Toluca, México
            Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=10412317
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            He recorrido los laberintos
            infinitos de tu cuerpo
            Luis Quintana Tejera*
            para tratar de descubrir la esencia de lo que nos une.
            Me asomé al abismo de tu vida
            y la sonrisa de los labios que eran míos golpeó mi conciencia y me gritó
            su verdad.
            En tus ojos, Ariadna, he leído historias ruptura yo me sentía perdido irremediable-increíbles que muchas veces pasaron mente en el laberinto1 de mi soledad y sufría sin dejar huellas y otras se llevaron por el horror de encontrarme cara a cara con con ímpetu cruel una pasión que había guar-mi Asterión2 temido. Y no porque no supie-dado celosamente día tras día.
            ra derrotarlo, sino porque después de hacer-Vi la mano que estirada al viento de otoño lo, ¿dónde hallaría refugio mi espíritu deses-se despedía de quien no volvería a ver nunca perado? Cumplida la misión, sólo querría re-más. Sentí en esos mismos ojos tuyos de qué tornar a tus brazos. Y ese hilo que a través de manera mi corazón iba acostumbrándose a la distancia nos unía separándonos se volvía no nombrarte. Y no fui yo quien cortó ese cruelmente invisible y no se dejaba ver por hilo santo y pagano que a través de los tiem-mis ojos que lo buscaban en medio de las pos que corren ha venido uniéndonos dia-sombras.
            riamente.
            Pronto comprendí que lo invisible renace a He tenido la ilusión efímera de volver a to-veces con mayor fuerza; y después de una car en tu puerta, pero al intentarlo me he dado sangrienta caída me levantaba para volver tras cuenta de que tú ya no estabas allí; o, al me-de ti. Y estaba así condenado a los brazos de nos, no te hallabas dispuesta para mí. Fueron muchas Ariadnas que me recibían con la es-tantos y tantos los amores que se repitieron peranza de vencer en mí al minotauro repeti-en mi alma cansada y fueron tantas búsque-do de la historia jamás contada por lengua das equívocas y fugaces, que llegué a pensar alguna.
            que la magia de tu guía eterna ya no estaba.
            Al comienzo todo se parecía; eran enormes Felizmente me equivoqué, porque tú, estrellas que fulguraban a lo lejos; guías de lu-Ariadna de mis recuerdos más dulces y de ces que me mostraban el camino y me llevaban mis llantos más severos, me enseñaste a creer en la eternidad de cada instante. Me 1. Posee una significación simbólica aparte de la alusión contextual implícita con la cual se hace referencia adoctrinaste para que supiera vivir a pesar al enorme laberinto de la existencia humana.
            de tantos tropiezos. Y no fueron doce las caí-
            2. Es el nombre del minotauro, ser fabuloso que habitaba el laberinto de Creta. Era hijo de Pasifae y un toro das, sino miles y miles, incontables. Y en cada sagrado. Su complexión era mitad toro y mitad hombre. A él debe destruir Teseo.
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            jugar a creer que nada es posible en este mundo sin tus alegrías.
            Y un día llegó la hora. Era el mo-
            mento anunciado por pitonisas y reyes. Rendí ante mi arma despiadada al triste minotauro que al morir lo hizo con una sonrisa de piedad. Sus ojos fueron cerrándose poco a poco y nada en él me anunciaba un futuro diferente. Muerta su esperanza, renacido para la vida del recuerdo, dejé al pobre Asterión con una herida mucho más
            honda que aquella que le ocasionara al encuentro del cruel enemigo, para que Asterión esperaba mi nueva acometi-la muerte. Lo dejé ir con una relativa venciéndolo, venciera mis temores. Pero da, yo me retorcía por el dolor de la certeza de que todo volvía a comenzar.
            cuando estaba a punto de lograrlo, la es-ausencia. Cual nuevo y lamentable
            Y seguí tu hilo misterioso, Ariadna.
            peranza quebraba su lanza en lo más Teseo3, ya no sabía cumplir con el des-Me guió por pasillos incontables; me profundo de mi alma y no me permitía tino de los dioses y poco a poco me mostró las diferentes facetas de tan hon-concluir la tarea apenas empezada.
            dejaba morir entre tus brazos.
            do laberinto; me sumergió en la alegría Asterión se burlaba de mí, y aunque cien También pensé junto con el triste
            de la búsqueda y en la certeza de hallar-veces clavara mi espada en su corazón minotauro que muriendo alcanzaría mi te al final del recorrido. Estuve solo atormentado, cien veces renacía para gri-redención. Y él fue quien me lo dijo como no lo había estado nunca. Recor-tarme des- piadadamente que los dos es-la última vez que me vio llorar ante sus daba la intensidad de tus besos apreta-tábamos solos y que únicamente nos di-cascos. Él me recordó que el destino del dos y húmedos que ofrecían siempre ferenciaba la herida esperanza del espí-
            hombre no es fácil en esta tierra de desdi-una boca de plata con alientos infinitos.
            ritu cansado que era el mío y el terrible chas, en este auténtico valle de lágrimas.
            Recordaba tu misericordia eterna para consuelo de ya no tener que aguardar Y, ¿podrás creerlo, Ariadna?, el mi-mi alma cansada. Recordaba el dolor porque nada estaba en su futuro.
            notauro me devolvió la esperanza y me de cada despedida. Y así avanzaba solo, Quinientas veces le grité que no era enseñó a morir poco a poco. Me mos-pero seguro; solo, pero consciente del cierto y lo dejé solo con su soledad.
            tró el camino que conduce a la tierra triunfo final que me aguardaba.
            Yo reiniciaba así el camino de la cuer-donde nadie habita. Me llevó de la mano Cuando llegué a ti, ese cordón
            da extendida hacia el futuro, y al llegar al hallazgo cruel que en otros momen-umbilical que nos había unido por
            no era tu rostro el que me aguardaba.
            tos le permitió a Odiseo esconderse en meses, años y siglos cansados ya no te-No eran tus ojos ni tu boca de dientes el anonimato de un pronombre. Nadie, nía sentido. Te observé temblorosa y organizados y perfectos. Era otra cara nadie. Sólo el silencio universal que co-tus ojos no miraban la realidad de mi que me miraba con profunda dulzura bija al hombre cansado de buscar.
            presencia. Se dirigían en cambio hacia y que me ofrecía reiterar el vano es-Y yo no me engañaba, no. Tan sólo
            un infinito océano que abría su mura-fuerzo para tratar de hallar, ahora sí, me rendía al placer de volver a pensar lla gris ante tus pies mojados por el lo imposible.
            en ti. Porque como tu cabeza no hubo agua tibia de la tarde.
            Pero era en tus ojos, Ariadna, don-otra igual; como tus manos nada seme-Y en tus ojos, Ariadna, donde había de había leído leyendas imposibles; en jante aparecía en ese universo desola-leído historias increíbles veía ahora una los tuyos y no en esos ajenos espejis-do donde un alma buscaba y otra se exhortación que más se parecía a sú-
            mos que nada me darían. Mientras
            ocultaba únicamente por el afán de plica vigorosa que salía de tus labios y que gritaba al viento: “Nunca más”.
            3. En la mitología griega, hijo de Etra. Se le relaciona frecuentemente con Hércules. Al igual que éste debió realizar una Sólo quise saber si podía retomar ese serie de “trabajos” entre los cuales se incluyó el ingreso al laberinto de Creta para encontrar y destruir al minotauro hilo histórico y volver a empezar la búsque allí habitaba. Enamorado de Ariadna, hija del rey Minos, se ponen de acuerdo en el modo como el héroe podría queda imposible. Los ojos de Asterión salvarse de una muerte segura; para esto la joven le da un ovillo de lana que debía desenrollar cuando avanzase por se iluminaron en el laberinto de mi los pasadizos del laberinto. Así lo hizo y cumplida su tarea, regresó feliz a los brazos de su amada gracias al hilo memoria y en ese momento entendí:
            conductor que lo guió.
            “Nunca más”.
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            QUINTANA, L.
             ARIADNA
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