EL ABSURDO DE PROMETEO
La aparición de un dios representa el final de un largo período de oscuridad y padecimientos. Y es el suceso más tranquilizador de todos los que pueden ocurrir en una cultura.
El hombre y lo divino. María Zambrano
El hombre y lo divino. María Zambrano
Prometeo está triste, como un ladrón se ha enfrentado al padre de los dioses y ha entregado a los hombres el fuego divino que contempla fulgurante arrasando la tierra, sufre en su roca, impotente, cómo él es ahora uno más de los humanos. He aquí el drama del dios prisionero, torturado, sometido a interrogatorio, que reta y maldice a un dios sanguinario, espía, verdugo y salvador a la vez.
Despojados de su divinidad los hombres acosan desesperados cualquier manifestación de la misma en sus congéneres y la más común es la de un hombre enamorado. La luz ilumina sus ojos, su piel brilla ante todas las miradas, su caminar es decidido y seguro, vacíos de ese poderoso influjo divino quieren tocar al investido, desean su suerte, y como lo único que conocen es su malestar material, lo materializan y lo banalizan adaptándolo así a su existencia de pobres desgraciados. La vida irrumpió como un huracán en el ánimo de un hombre, que demasiado pronto tuvo esa suerte, tergiversándolo todo, se llenó de deseos, de impaciencia por contemplar y comprender cuanto se abría ante sus ojos, los ancianos sonreían complacidos, las mujeres cotidianas tendían sus brazos a su paso para sentir de cerca el calor de sus rayos, los niños confiaban en su mirada, se extendía el deseo a lo largo y a lo ancho de las ciudades que pisaba, le besaban, le abrazaban, le devoraban, era la belleza, la empatía, el despertar.
Cuenta Hesíodo en sus escritos sobre los orígenes de las razas que la humana es de origen divino y fue degenerando hasta convertirse en lo que hoy conocemos como humano. Y ese hombre conoció finalmente las sombras y se alejó espantado. Anegado en ellas llora ahora su mal hado.
En la oscuridad del útero permanece dormido con el calor de su madre y llora su ausencia al nacer, el despertar de todo hombre tiene algo de divino, se mantiene en esa divinidad según los obstáculos con que se encuentre, para el más osado o afortunado, continua extendiéndose a lo largo de su vida por encima de todo y flota como sobre una balsa de aceite hacia adelante, pero arrastrado en su deseo de luz camina ineludiblemente hacia las sombras.
Prometeo roba el fuego y a la humanidad desvalida se lo otorga y para ello libra una batalla contra el que todo lo puede, el más divino de los dioses, se rebela y es cruelmente castigado sobre la roca del tiempo, la eternidad de su condición divina prolonga su dolor regenerándose el hígado a pesar de la voracidad del águila, dolor eterno que los hombres mortales eluden en su condición de mortales, y esa luz es fuego entonces que todo lo arrasa en una lucha terrestre por prevalecer, heredan de Prometeo sin embargo esa eternidad de su dolor en la brevedad de su trayecto, símbolo de la afirmación del yo contra dios y el mundo, símbolo de un sí absoluto a la vida, símbolo de una superación de un yo heroicamente despojado de los dioses en el seno de la decadencia del mundo y de lo divino, el padre de los dioses contempla a los pobres prometeos humanos y desea perdonar al titán a través de un héroe hijo suyo Heracles pero el castigo recae sobre la raza humana con el desprecio superior del poder divino.
El dios de dioses no tolera la insolencia, quiere súbditos adoradores obedientes y sumisos que a su vez recuerden en la tierra su omnímoda presencia, el hombre es un titán divino y en su trayecto asola ciudades, arrasa pueblos enteros, es un genocida embestido por el poder divino, camina dando palos de ciego, mortal, pende de un inmortal que traza su camino castigándole al vacío y a la miseria, el dios de dioses no perdona, el perdón no existe, el dolor del hombre culmina en la muerte cansado de rastrear su identidad divina, Prometeo, la roca del Cáucaso, es la nada de los hombres enfrentados impotentes a ese acontecer divino cotidiano que arrasan la tierra sin cesar en pos del poder de ese dios de dioses que imaginan omnipotente.
Los dioses se cansaron; se cansaron las águilas; la herida, cansada, se cerró. Quedó la inexplicable cadena de montañas rocosas… La leyenda trata de explicar lo inexplicable. Dado que proviene de un fundamento de verdad, tiene necesariamente que terminar en lo inexplicable.” (Franz Kafka)
Mito de Prometeo:
Nos dice desde su magisterio María Zambrano: “Existir es resistir, ser ‘frente a’, enfrentarse. El hombre ha existido cuando, frente a sus dioses, ha ofrecido una resistencia”. Hoy ya prácticamente no se ofrece esa resistencia. En escena se espera un titán que encarne esa fuerza capaz de reponer la contienda con los dioses, el antiguo juego de engaños y dones, no para triunfar, sino conforme al mito, para existir. No es claro que esta vez Prometeo pueda ayudarnos, la triste disposición seglar de marginados y “salvados” parece irreparable.
En la mitología griega, Prometeo (en griego clásico Προμηθεύς, ‘previsión’, ‘prospección’) es el Titán amigo de los mortales, honrado principalmente por robar el fuego de los dioses en el tallo de una cañaheja, darlo a los hombres para su uso y posteriormente ser castigado por Zeus por este motivo.
En Atenas se había dedicado un altar a Prometeo en la Academia de Platón.Desde allí partía una carrera de antorchas celebrada en su honor por la ciudad, en la que ganaba el primero que alcanzaba la meta con la antorcha encendida.
Como introductor del fuego e inventor del sacrificio, Prometeo es considerado el Titán protector de la civilización humana.
El mito de Prometeo se encuentra en dos obras: en la “Teogonía” y en “Trabajos y Días”, ambas de Hesíodo. Este mito ejemplifica la caída del hombre desde esa posición privilegiada con la divinidad hasta la situación actual. Hay otras versiones del mito de Prometeo, como la que aparece en el “Protágoras” de Platón, o en el “Prometeo Encadenado” de Esquilo.
Prometeo era hijo de Japeto y la oceánide Asia o de la también oceánide Clímene. Era hermano de Atlas, Epimeteo y Menecio, a los que superaba en astucia y engaños. No tenía miedo alguno a los dioses, y ridiculizó a Zeus y su poca perspicacia. Sin embargo, Esquilo afirmaba en su Prometeo Encadenado que era hijo de Gea o Temis. Según una versión minoritaria, el gigante Eurimedonte violó a Hera cuando ésta era una niña y engendró a Prometeo, lo que causó la furia de Zeus temeroso de su poder.
En la mitografía, Prometeo puede ser clasificado entre los dioses tramposos, como es en la mitología nórdica Loki, quien análogamente es un gigante más que un dios, está asociado con el fuego y es castigado a ser encadenado a una roca y atormentado por una serpiente.
Así pues Prometeo es un titán, que se hermana con los hombres, se cuenta en algunas versiones del mito que él fue el creador de los hombres a quienes Zeus quería destruir.La Biblioteca mitológica recoge una versión según la cual Prometeo fue el creador de los hombres, modelándolos con barro. Es el dios de la tecnología y el progreso, astuto y prototipo de rebeldía se enfrentó a Zeus el dios de dioses y le engañó dos veces, Prometeo fue un gran benefactor de la humanidad. Urdió un primer engaño contra Zeus al realizar el sacrificio de un gran buey que dividió a continuación en dos partes: en una de ellas puso la piel, la carne y las vísceras, que ocultó en el vientre del buey y en la otra puso los huesos pero los cubrió de apetitosa grasa. Dejó entonces elegir a Zeus la parte que comerían los dioses. Zeus eligió la capa de grasa y se llenó de cólera cuando vio que en realidad había escogido los huesos. Desde entonces los hombres queman en los sacrificios los huesos para ofrecerlos a los dioses, pero la carne se la comen.
Indignado por este engaño, Zeus privó a los hombres del fuego. Prometeo decidió robarlo, así que subió al monte Olimpo y lo cogió del carro de Helios o de la forja de Hefesto, y lo consiguió devolver a los hombres en el tallo de una cañaheja, que arde lentamente y resulta muy apropiado para este fin. De esta forma la humanidad pudo calentarse.
Al robar Prometeo el fuego del carro de Helios y entregárselo a los hombres para su supervivencia, es castigado cruelmente por Zeus encadenado a una roca y a que un águila le devore el hígado que como es inmortal se regenera eternamente, el dolor y padecimientos de Prometeo son proverbiales.
Para vengarse por esta segunda ofensa Zeus ordenó a Hefesto que hiciese una mujer de arcilla llamada Pandora. Zeus le infundió vida y la envió por medio de Hermes al hermano de Prometeo: Epimeteo, en cuya casa se encontraba la tinaja que contenía todas las desgracias (plagas, dolor, pobreza, crimen, etcétera) con las que Zeus quería castigar a la humanidad. Epimeteo se casó con ella para aplacar la ira de Zeus por haberla rechazado una primera vez a causa de las advertencias de su hermano para que no aceptase ningún regalo de los dioses y quien en castigo sería encadenado. Pandora terminaría abriendo el ánfora tal y como Zeus había previsto.
Tras vengarse así de la humanidad, Zeus se vengó también de Prometeo e hizo que lo llevaran al Cáucaso, donde fue encadenado por Hefesto con la ayuda de Bía y Cratos. Zeus envió un águila (hija de los monstruos Tifón y Equidna) para que se comiera el hígado de Prometeo. Siendo éste inmortal, su hígado volvía a crecerle cada noche, y el águila volvía a comérselo cada día. Este castigo había de durar para siempre, pero Heracles pasó por el lugar de cautiverio de Prometeo de camino al jardín de las Hespérides y lo liberó disparando una flecha al águila. Esta vez no le importó a Zeus que Prometeo evitase de nuevo su castigo, al proporcionar la liberación más gloria a Heracles, quien era hijo de Zeus. Prometeo fue así liberado, aunque debía llevar con él un anillo unido a un trozo de la roca a la que fue encadenado.
Agradecido, Prometeo reveló a Heracles el modo de obtener las manzanas de las Hespérides.
De acuerdo con otra versión por el dolor que le producía el águila voraz se fue apretando contra la roca hasta hacerse uno con ella, el Cáucaso.
Fuera de los nombres propios, el hilo conductor del drama parece compuesto de dos únicas hebras: la contienda a los dioses, y trocar dones y engaños.
De Claros y Sombras
Mercedes Vicente González
Foto: Prometeo, escultura de Adam el joven 1762
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