Siempre pendiente de su Alma Mater que decía le hacía partícipe de todas las confidencias, pasó su vida en un suicidio constante que tenía atemorizada a toda su familia.
Tuvo lugar en su juventud un suceso que lo marcaría de por vida, le sacó un arma a su padre, un general retirado, con intención de matarlo, ese hecho le costó muchos años de peregrinaje de psiquiátrico en psiquiátrico.
Era un hombre entrañable de complexión fuerte muy alto y bienparecido, pero tenía la inveterada costumbre de intentar tirarse por la ventana continuamente para horror e indignación de sus seres queridos, como algunos de ellos eran facultativos, resultaba muy sencillo recluirle en diferentes centros que a base de medicación y también, según él contaba, otros recursos que frenaban en seco sus intenciones. Mi buen amigo era pintor y sentía verdadera admiración por diferentes pintores y artistas de otras épocas y de la suya propia, como Tapies o Chillida, y Van Gogh o Miró, Kandinsky y otros muchos, cuando era jóven y era muy guapo y delgado, era marchante y allí donde iba montaba su caballete en las diferentes ciudades donde estuvo recluido. Andando el tiempo consiguió escalar algunos pequeños peldaños en su libertad siempre vigilada, y pasó a habitar un undécimo piso en compañía de su madre, ella y sus numerosos hermanos se ocupaban diligentemente de él y habían determinado que en ausencia de la madre la casa le pertenecería a él con la condición de que siempre una hermana suya velara por su bienestar.
Falleció la madre como era de esperar ya que tenía muchos años y él sufrió un terrible accidente que lo dejó postrado en una silla de ruedas practicamente inmóvil, ya no se le veía por las calles conversando amigablemente, que digo, ¡intimamente¡ con su “Alma Mater” que un dia me confesó era alguien imprescindible que le revelaba toda su sabiduría y me aseguró que todos los mortales teníamos una… su Alma Mater debía ser muy sabia por las cosas que decía… él desde luego no daba literalmente un paso sin recurrir a su consulta… una tarde soleada salí, como acostumbraba, a dar un paseo y encontré a su fiel compañero y me dijo con gravedad: el loco bueno que se movía por el corredor del centro psiquiátrico ha fallecido ¿Quién te lo ha dicho ? pregunté, entonces muy serio y mirándome fijamente a los ojos me contestó con mucho sigilo: su Alma Mater...
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