viernes, 21 de noviembre de 2014

EL INCONSCIENTE



EL INCONSCIENTE


La voz de la conciencia siempre resonaba en sus oídos con ese matiz juicioso que siempre da la consciencia a los hombres de bien. Suele ser motivo de risa y de chanzas contemplar cómo un ser que carece de tan excelsa virtud, se bambolea, y da palos de ciego en una realidad tan bien conformada en su devenir cotidiano.

–¡Eres un inconsciente! Le repetían sin cesar y sin paliativos sus familiares y amigos. —Nunca llegarás muy lejos. Sin embargo, se esforzaba cada minuto de su existencia, ejercitaba su atención, lograba cotas de concentración muy altas… se daba cuenta de que tal vez tenían razón sus diligentes amigos y familiares que con tanta destreza lograban triunfar colmados de éxito, y decidió que debería superar lo que ya consideraba en su carácter  una terrible deficiencia.

Salió de viaje una mañana, como era habitual en él tomó un tren tras haber realizado todas las gestiones necesarias para subirse en él, casi a ciegas y con ese aire ausente que le caracterizaba, tomó asiento en uno de los compartimentos y se dispuso a leer un libro que ya tenía empezado con el fin de coger el hilo en el punto en que se encontraba, pero ¡oh sorpresa!, nada era semejante a la lectura de la noche anterior, la atmósfera del libro no era ya la misma, las líneas se montaban unas sobre otras en medio de tan insistente ajetreo, él con su constancia, todavía incrédulo, continuaba leyendo y pasando páginas y a duras penas lograba enterarse de algo, acaso el cambio de ambiente, el ir y venir de los viajeros, ese inevitable choque con la realidad de un nuevo viaje, irrumpían en su cerebro ocasionándole cierto nerviosismo.

 Pronto entró en su departamento un grupito de personas que lo acompañarían durante el trayecto en diferentes etapas. Levantó la vista levemente y se dio cuenta de que las tres personas que habían entrado colocaban su equipaje en los estantes superiores cuidadosamente y se desembarazaban de sus abrigos colocándolos encima.
Jacobo asombrado siempre por la pulcritud de sus congéneres se preguntaba mientras tanto como en sueños si él había procedido de idéntica manera y repasaba mentalmente todo el proceso desde que llegó al compartimento, en efecto, esa pulcritud le parecía a él inalcanzable.

Como era persona muy locuaz, pronto entabló conversación con una señora, inveterada viajera y de aspecto demasiado atildado. Se estableció entre ellos una conversación convencional a primera vista, pero él enseguida se dio cuenta de que la señora inquiría constantemente, con una sonrisa demasiado complaciente, y se mostraba muy deseosa de saber todo lo que Jacobo escupía por su boca, él inocentemente daba datos y más datos sobre sus circunstancias familiares, sus deseos, sus anhelos más profundos, viajes de otro tiempo, anécdotas del pasado, emocionado de manera visible porque su interlocutora le seguía la corriente, contó Jacobo todo cuanto en ese momento se le pasaba por la imaginación, incluso comentó de pasada el pasaje del libro que estaba leyendo y sintió cómo en ese momento lograba centrarse en su lectura, como una niebla que pasa y nos humedece la cabeza con un pequeño golpe de viento, ah!! ¡Qué gusto poder leer ahora con tranquilidad!, una especie de lucidez repentina hizo que sazonara su solitario monólogo abandonándose a él con cierto desenfreno desesperado ante la escasa participación de la viajera que asentía o negaba con gestos, como si estuviera privada de lenguaje, o tal vez su código lingüístico fuera muy pobre, o simplemente carecía de educación tan insensible como se mostraba, pero cuyas preguntas excitaban la imaginación solitaria de Jacobo que se veía obligado a responder con largas parrafadas y benevolentes sonrisas que le servían de incisos.

La mujer se recreaba con su inocente conversación, pronto Jacobo se quedó sin aliento, estático, dejo de mover sus manos, posó su mirada ausente en los ávidos ojos de la señora, le iban y le venían diferentes ráfagas de lucidez a su  cerebro agotado por el esfuerzo constante de atención a la mujer y su cuidadoso lenguaje y descripción. El tren rodaba a toda marcha como si sus palabras volaran al unísono, y sus sonrisas se posaran en lo alto de las montañas circundantes,  sintió un ligero sofoco y después frío, la mujer completamente ajena a sus impresiones, continuaba ansiosa su labor de preguntar como si no fueran suficientes todos los datos que le había proporcionado Jacobo, poco a poco iba tiñéndose su semblante de lozanía, y satisfacción, mientras Jacobo sentía el deseo apremiante de detener  su conversación, de detener la marcha impetuosa del tren, porque le inundaba la frialdad del vacío.

Cuando por fin la viajera llegó a su lugar de destino y recogió sus cosas para bajar del vagón, él emitió un saludo de despedida ausente como siempre y amable,  y se quedó pensativo, era inútil de todo punto retomar su lectura, miró a través de la ventanilla el paisaje montañoso que se abalanzaba sobre el tren, sintió un leve mareo, una especie de arcada acompañada de una nausea se le agolpó en la garganta mientras pasaban por su imaginación todas las palabras que había emitido en absoluto carentes de entusiasmo, sintió también una profunda tristeza acompasada por cierto nerviosismo y malestar, ¿qué había estado haciendo? ¿era posible que siempre que entablaba una conversación, una multitud de impresiones silenciosas tuvieran que acosarlo y torturarlo?, se hizo a sí mismo el firme propósito de no volver  a hacerlo, pero ¿cómo?, –vivía entre la gente y la gente habla y habla… pregunta y pregunta… y nunca es capaz de apreciar si tienes nauseas, si sientes un vacío enloquecedor, si los nervios se desatan, si no eres capaz de retomar tu lectura, en fin todas esas cosas que ocurren cuando un interlocutor toma conciencia de cierta candidez en el otro y decide absorberla sin piedad.

Jacobo llegó al fin a su destino, con su habitual mirada ausente y el gesto consternado y abatido a causa de lo poco que había evolucionado su conciencia, pisó con firmeza el asfalto y tal como subió a ciegas a ese tren, tomo un taxi que lo llevó a su casa en donde siempre escuchaba la misma cantinela, –nunca llegarás muy lejos… —eres un inconsciente…, cabizbajo  se dirigió a su cuarto y retomó atentamente la lectura en el punto en que lo había dejado, y libre ya en su soledad de interlocutores apremiantes, prosiguió su ejercicio cotidiano de consciencia, esta vez sí, lograba enterarse de algo.

Mercedes.


Imagen: Bruno Schultz "Self-portrait" 1920-22.

domingo, 24 de agosto de 2014

BATAWANA

BATAWANA



Apoyado contra un muro el hombre temblaba con un móvil en las manos. Cada vibración del aparato le iluminaba el rostro, encendía su mirada, y caía su boca con un rictus entre la esperanza ansiosa y la fatal desesperanza.
Lo veía desde su lecho manipular las teclas, mensajes de texto…llamadas perdidas…. enlaces…
Luz oscura entre tinieblas el hombre se transformaba, se tambaleaba como un borracho a las tres de la madrugada.
Un estremecimiento ahogó mil penas en la mujer que lo observaba inquieta con el alma en vilo temiéndose lo peor. Recorrer la ciudad juntos quizá no fuera suficiente, esta visión lo desvelaba todo a esas horas en las que ella se fundía en un abrazo de ensueño, de esperanza.
Sonaba el móvil imperioso y cada vez que sonaba, el hombre se retorcía, entre convulsiones, poco a poco iba perdiendo fuerzas, y se combaba lentamente en un arco antropomórfico, desesperado.
Al cabo de unos minutos la pantalla del pequeño ordenador se iluminó, la batería como era de esperar se acabó, empezaron a escribirse las letras del aviso lentamente, primero Bat después awana. Resultado final “Batawana”, ella recordó entonces algunos vocablos indios llenos de presagios, de misterio,  lo leyó como un mensaje entre sueños, sintió que la noche se le venía encima, contempló la imagen del hombre desfallecido entre las convulsiones de la locura, el aparato permanecía destartalado a su derecha con las letras del mensaje bien claras “Batawana”, no pudo en ese momento levantarse de la cama y abrir la puerta. Finalmente abrió la puerta de su cuarto, una sombra deambulaba por la casa, y sintió un leve estremecimiento, la inquietud se respiraba en el ambiente, bebió un trago de agua, volvió a su cama, la perra también se levantó inquieta y fue a tumbarse en la entrada, cuando regresó al lecho y se fundió en el abrazo habitual no pudo volver a conciliar el sueño, Batawana rondaba a su antojo por su mente como aquellas enigmáticas palabras de antaño analizables, explicables, pero esta palabra estaba asociada a la muerte, esta palabra se tendía en el suelo aún entre los pedazos electrónicos de un móvil, sintió que el miedo empapaba sus huesos y la impotencia de ver a un hombre tendido a sus pies roto de dolor y convulsionado por las descargas de la locura.
 “Batawana” mensaje de texto: “La batería se está quedando sin energía. Bateria baja, cargue la batería pronto para seguir usando el teléfono”. Enlazó los cables de carga y los enchufó a la corriente esperanzada.

Fin.

miércoles, 30 de abril de 2014

¿QUÉ ES LA LITERATURA?





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¿Qué es la literatura?

Los libros no es que te digan cómo hay que vivir es que te cuentan cómo la han vivido otros. De lo general a lo particular de lo contrario te pierdes.


Era  una niña muy estudiosa que le gustaba leer libros y sin saber nunca por qué razón siempre estaba castigada fuera de la vista de todas sus compañeras, sin duda era un mal ejemplo, pronto se dio cuenta que la mejor actitud frente a gente tan punitiva era la de ser amable.
– ¡No estudies tanto, que se te va a poner el culo gordo! ¡Te vas a quedar ciega de tanto leer! — el amor es cosa de la literatura y del cine, decían otros. Eran las lindezas que cada día  escuchaba de sus mayores.
Pasó el tiempo, su trasero no engordó y su vista se encontraba en un excelente estado. Vapuleada por tanta presión, no pudo evitar formularse algunas de esas preguntas que se derivaban de esas amenazas. ¿Qué es el amor? ¿Qué es el cine? ¿Qué es la literatura?
Después de serias averiguaciones, descubrió que la vida que la rodeaba era un vacío intenso que la relegaba a castigos y azotes continuamente, y que sólo en los libros que leía encontraba la explicación, eran como una ventana abierta a través de la cual entraba la luz y la brisa encerrándola cada vez más en un estrecho recinto físico que poco le importaba, ser tan pequeña ante semejantes descubrimientos era algo que nunca llegaba a  vislumbrar.
La niña creció y allá por donde pisaba, encontraba idéntica oposición. Pronto empezaron los rumores de que estaba loca, de que era una persona obsesiva e inaccesible, pero sus amigos literatos y poetas continuaron atrapándola hasta el infinito, no era una obsesión cuantitativa, simplemente ella buscaba respuestas a sus preguntas. No era ambición de saber tampoco, notó enseguida que sólo la lectura de  un buen texto puede sobrecoger de placer, se dio cuenta que explicar los sentimientos es muy difícil, y con ello todas las demás  cosas intangibles, fue poco a poco refinando su búsqueda, y comprobó que los grandes genios tenían numerosos puntos de coincidencia pero sobre todo alumbraban con idéntica intensidad.
—Es un camino difícil e inseguro el que emprendemos en compañía de los libros, las sorpresas se suceden de continuo, se confunde el tiempo con el tiempo… los espacios se magnifican… toda la vida se puede concentrar en medio de una historia… y en el trayecto hacia los libros del pasado la atención se alía con la interpretación de los textos, entonces llega una destreza tal en la mirada que hace al despertar que una simple página nos parezca la eternidad.
Un día la niña ya mujer se encontró con un sabio, él ,visiblemente molesto por tanta inquietud en medio de  su ambiente le preguntó: ¿es que quiere usted saberlo todo? Una irrupción de sentimientos encontrados afligieron su ánimo, —imagino que en medio de una batalla un guerrero de los de antaño, cuando perdía sus armas debía tener en su mirada idéntica expresión de tristeza e impotencia que a ella la embargaron en ese momento. Con sigilo, lentamente como intrusa en el nuevo reino, retrocedió sobre sus pasos presa de una grave confusión.
A partir de entonces, vislumbró la soberbia en el saber, y su deseo fue alejarse de los sabios que encontraba a su paso, nunca había ¡ni siquiera soñado! que fueran tantos y ¡de carne y hueso!
Comenzó entonces un largo peregrinar a través de archivos, librerías y bibliotecas, ¿qué le importaba a ella una reprimenda más? Después de todo Platón no la conocía, ni todos los sabios juntos con los que tropezó en las páginas intemporales de los libros.
Algunos hombres se ponen nerviosos como si aquello que ellos han descubierto fuera un fin en sí mismo, eso a ella no le ocurría y pronto tuvo la sospecha de que algo hacía mal, entonces surgieron las dudas, ¿Es un espejismo? ¿Es un delito? ¿Me estoy equivocando?

Como su pasión por la vida era muy intensa, encontró más y más preguntas a las que encontrar respuesta. Entró en laberintos intrincados, acarició su sueño lejos de los sabios, comprendió que en realidad los libros que tanta compañía nos procuran solo hablan de una cosa, la inmensa soledad que sentimos desvalidos ante las puertas inexorables del tiempo.

domingo, 27 de abril de 2014

LOS RECOLECTORES DE CACAO













LOS RECOLECTORES DE CACAO

Si el espacio es infinito estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito estamos en cualquier punto del tiempo
J. L. Borges


Caminaban lentos los hombres, cansados y abrasados por el calor y los fardos. Caminos tortuosos hasta llegar a la carretera infinita. Sus torsos encorvados por el peso brillaban al sol, caminaban en hilera. Eran recolectores de cacao. Cuentan las leyendas de los mayas que es un producto con poderes divinos. Regalo divino para aliviar su cansancio y deleitar el reposo.
Theobroma cacao es el nombre científico que recibe el árbol del cacao o cacaotero, planta de hoja perenne de la familia Malvaceae. Theobroma significa en griego «alimento de los dioses»; cacao deriva del nahua «cacáhua».

A lo lejos se veía  una mancha difuminada por los rayos del sol y los ojos abatidos de los caminantes se llenaban de esperanza e inquietud.
Escuchaba en medio de la niebla de los sueños la voz de un narrador atentamente y tan impaciente como esos hombres que desfilaban al mismo tiempo desfilaba el relato que me contaba un hombre entrado en años con voz trémula y lejana en el tiempo. La tensión del esfuerzo de los caminantes se hizo presente en una noche de la que no quería despertar hasta llegar al final de esa infinitud que procuran los sueños.
Debieron transcurrir breves minutos en ese trayecto que hice en la noche,  en el corazón del tiempo, temía, tan inquieta como ellos que no llegara la mancha lejana, sentía un calor sofocante que se confundía con el frío, ignoraba en qué lugar del mundo y de la historia me encontraba, el narrador me tenía atrapada en medio de las visiones, todo transcurría como si yo misma formara parte de esa hilera, llegó un momento en el que mi deseo de conocer al narrador se hizo indispensable, pero el narrador aparecía encubierto, solo alcanzaba a escuchar su voz eterna, pensé entonces que tal vez estuviera muerto pues los muertos suelen visitarme mientras duermo, pero este mágico personaje aparecía entre nubes de ensueños y me condujo a través de una carretera estrecha, pedregosa, sinuosa en la que la hilera de hombres se confundía con su perspectiva, hubo incluso un momento en el que fui consciente de que no era un sueño, era un relato, las tierras que pisaba me eran desconocidas, todo era lejano e ignoto, los hombres cargados con sus fardos llegaron al final de la carretera, y la mancha desveló una vieja cabaña en la que un corro de mujeres vestidas de blanco batían chocolate espeso con unos artefactos de madera, los hombres suspiraron contemplando el ir y venir de las hiladas del producto que pendían de esos palos, sedientos de descanso y con el aire casi divino que da el reposo del trabajo y del esfuerzo.

Una sensación de infinitud me acompañó todo el día.

domingo, 19 de enero de 2014

SUEÑO ETERNO







SUEÑO ETERNO

El silencio redondo de la noche.
El silencio redondo de la noche
Sobre el pentagrama
Del infinito
Federico García Lorca

La fuerza de la costumbre hace el sueño aún más pertinaz para mí que siempre habito en el otro lado, el lado de las sombras y a la luz del día se crece y se magnifica como quimera que es, frente a lo que no es y crece con los años en busca de su identidad anulada y proscrita, es el sueño de lo posible,  es el sueño en el vacío, es eso que se va y vuelve cada año de una vida que se va consumiendo y apagando y que permanece luminoso y nítido como entre nubes surcadas a duras penas por los rayos del  sol.
Dulce sueño que me acompaña todas las noches  con la pena de perderlo en el  despertar evanescente, y brutal la luz del día lo hunde en la realidad de su ausencia, entre robar y soñar elegí el sueño reparador en el que apareces con toda tu presencia,  la mejor prueba de que existes y vives, y tus palabras brillan en la oscuridad como astros azules, no conozco tu voz, ¡qué difícil es imaginar una voz que no se ha escuchado nunca más que en silencio!, diálogos de sombras me estremecen el alma y entreveran mis párpados de nostalgias calladas y serenas, llegan con esperanzas ajenas y se desploman en mi mente, hacen que la luz eterna del sol me adormezca durante el día hasta encontrarte lejos de lo palpable en medio de un deseo impotente, inerme, y desolado.
No tienes nombre, tienes imágenes, no tienes voz, solo silencio, llega un dolor lacerante de lejos, es preferible sentir una inmensa mentira que esa cruel realidad capaz de traspasar los fantasmas de la noche, los hilos de su tejido tiemblan de pena, se muere el día y la noche despierta los sonidos, las imágenes cantan la misma canción de siempre, es la melancolía del amor no consumado, es la eternidad infinita,  el caudal del río de la desdicha, ese saberse solo en la orilla, como riberas teñidas de rojo al atardecer sobre piedras doradas y cansadas a golpes de sol y de luna.
 Sin nombre escucho tu latido nocturno que azota los miembros durante el día desamparado y ciego, no quiero romper con mi silencio el suave rumor de tus palabras, no, no  tienes nombre solo eres un sueño pero ¡qué sueño!

Pintura:
Nolde

Mar.

domingo, 12 de enero de 2014

LA VIEJA CABAÑA










LA VIEJA CABAÑA


Hay soledades
en las que miras solo con un ojo y miras solo sal.
Hay momentos de frío
en los que estrangulas palomas y te calientas con sus alas.
Hay momentos de gravedad
en los que sientes que has caído ya entre los que caen.
Hay silencios
que debes expresarlos tú, ¡precisamente tú!

Vladimír Holan.
 Poema: Hay

Dolor inasible, pesadumbre de días desesperanzados, el recuerdo de la niñez violado, días lejanos que marcaron a sangre y fuego el vacío venidero y hoy en lontananza regresa aquella luz insólita cargada de presagios.
 Un país en la ruina, esa misma soberbia enhiesta y absoluta que hunde en la pobreza y el desahucio a miles de seres que conmigo han caído en la derrota, aquello que iluminaba aquellos días de transición regresa y golpea con fuerza un presente desolado, idéntico vacío que en los años jóvenes y se extiende en el abismo de la ceguera y la hambruna, adiós a la historia de la guerra, historia ya es pasado y los hechos se prorrogan pertinaces en la actualidad de la vida, laceran el alma de un paisano común empobrecido y solo, y la mente rompe barreras impuestas desde antaño y como antaño florecen esperanzados los artífices de su misma historia los hombres que sueñan, inventan otras tierras, otras hambres, otro paisaje coloreado  y sabio, una y otra vez la guerra asola y diezma el alma de los muertos.
¿Por qué siempre vuelve?, pasan años, pasan lunas, pasan amores , pasan y pasan los días y surgen retazos de vida en penumbra, de rayos de sol oblicuos y directos que se estampan contra un lecho-catre que a duras penas se sostiene sobre un somier desvencijado y un colchón de lana añeja y apelmazada, cuatro libros en las estanterías vacías y el alma repleta de anhelos, la música se expande por todos los rincones, el blanco de las paredes brilla intenso con las primeras luces de la primavera, los poemas saltan del corazón al cerebro tamizándose como alimento que recorre la sangre desde el estómago a través de todos sus miembros.
 Allí aferrada a la nada, los sueños surcaban la realidad en cada paso, en cada esquina, en cada mirada, una huida hacia el pasado dentro de la historia, vueltas hacia los anaqueles de cada librería, el ansia insaciable de más alimento en el que zambullir su mirada perdida y etérea, lejos las imágenes perdidas, lejos las cuatro paredes angustiosas del habitáculo familiar en donde la intimidad era un castigo y la luz el esfuerzo inútil y acabado en  la falta de horizonte, ¿Por qué siempre vuelve con la misma perspectiva inabarcable? Una guarida, una choza, miseria material y sin embargo ¡qué inmensa riqueza para los sentidos!, ¡qué libertad soñada!
 Al atardecer el bosque se llena de sombras, en el estanque se recogen los patos junto a las piedras sobre el limo húmedo y extienden las alas del sueño, el camino empedrado brilla plateado con golpes de luna, deambular en medio de la noche al abrigo de un único anhelo, llegar a la cálida  choza al amor de la lumbre y las velas y prolongar el vago silencio del tiempo en las páginas de un libro  hasta la alborada. ¿Por qué siempre regresan aquellos intensos momentos, retazos de vida, que bullen y saltan, se regocijan y claman sin otra identidad que la suya?


Piet Mondrian 1872-1944
Nistelrode

Netherlands

viernes, 10 de enero de 2014

LA ARAÑA.










LA ARAÑA.

Arania ,arana, rana, rémora en el cielo palpitante de estrellas, trepa y se cobija en los sueños y teje una gran tela de rayas oblicuas, paralelas, temblorosas, reptan sus patas de alambre sobre el corazón roto, expulsa y se engancha en la red el líquido  y se pega contra el aire en ese entramado trabajoso, mientras pasan esas horas laboriosas del tiempo, la mujer respira y palpita una vida que conserva como oro en paño, recorre las calles polvorientas y secas y la araña culmina su trabajo; casi a ciegas escala los pisos de su casa y jadeante abre la puerta cuando un sonido imperceptible se desprende del techo, la araña ha caído y la ha pisado, mira hacia la parte superior y descubre el tejido de tantos días sumida en los sueños, ahora sabe que no está sola, la acompañan los trabajadores bichos que habitan su casa indiferentes al tiempo.
Lasitud lisa, lúgubre, catafalco para la araña miserable que le ha  robado las horas mientras ella se desvanecía en las sombras del silencio, raigambre de ensueños, la araña ha tejido sin tregua las desdichas ignotas, ocultas, que recogió deslizándose a través de su lecho hecho de  hilos en un  enjambre de besos, la recoge la envuelve y la arroja al vertedero, los hilos se amontonan y forman una pelota pegajosa e informe.
 Acude de nuevo a su lecho,  tejedora de sueños se envuelve en medio de un sin número de eternas telas agazapada en la penumbra, insecto lábil se desliza al amanecer, arácnido arania, arana, rana, rémora a través de la luz que riega  y rompe la noche, desvanece al instante las figuras nocturnas casi divinas, mientras sus ojos se estrellan contra la ventana y salen de pronto al encuentro del nuevo día.

Pintura: Salvador Dalí.

Araña de la tarde Esperanza 1940.

miércoles, 8 de enero de 2014

SUEÑO DE UN AMOR SOÑADO



SUEÑO DE UN AMOR SOÑADO

Como una vela sobre el mar
resume ese azulado afán que se levanta
hasta las estrellas futuras,
hecho escala de olas
por donde pies divinos descienden al abismo,
también tu forma misma,
ángel, demonio, sueño de un amor soñado.
Orillas del amor. Luis Cernuda

Las palabras saltan hilvanadas, impacientes, cruzan aguas azules y reverberan en el silencio arrastradas por el tiempo eterno, tocan su fin inacabadas, balbucientes, extrañas como un sueño, breve sueño de unos días de solaz y alegría inmensa, las palabras no alcanzan para definir ese torrente desmesurado de una vida palpitante aún, cuando sale de la muerte y renace a la luz del color y la luz de nuevo en el tránsito de los atroces vientos que arrastran consigo la maleza del invierno, nunca llega el fin en ese pálpito sereno de las horas diurnas.
 Joven aún, enfilar el caminar incesante sin esperanza, las palabras no sirven para definir entonces esa andadura absurda, tantas veces soñada, tantas veces pensada, sentida levemente, ese dejarse llevar por el azar sin rumbo, ese vacío blanco afincado en el cerebro, que ilumina siempre en un costado una fuga sin fin, siempre huir y zambullirse en una atmósfera ciega, etérea, y frágil, desarmada, las palabras no alcanzan para definir esa languidez de la tarde cuando se acerca la hora del encuentro, la noche serena que aplaca los miembros arropados en la nada cercana ya al sueño, presagio de una muerte callada.
No bastan entonces las palabras, solo la niebla cuando baja sobre el mar de los sueños destila esa música de la melancolía y la pena. Ese es tal vez el sentido evanescente del amor soñado, el que se aleja sobre las aguas mecido por las olas desde el amanecer hasta el ocaso, y atraviesa la luz hasta llegar a las sombras nocturnas  y entonces se duerme dulcemente y para siempre.
Pintura: Rothko

Wengue de la rua mar

De: Silencios en Otoño