sábado, 4 de mayo de 2013

LAS ALAS DE ICARO







LAS ALAS DE ÍCARO

Después que la mano última a su empresa
impuesto se hubo, su artesano balanceó en sus gemelas alas
su propio cuerpo, y en el aura por él movida quedó suspendido.
 Ovidio. La Metamorfosis, libro VIII


Sobrevuela el mar de la desdicha vestido con sus alas elaboradas cuidadosamente en la prisión del abandono por el buen hacer del conocimiento, que requiere paciencia y humildad y ensoberbece al mismo tiempo al  hombre investido con su poder luminoso y lento.
No ignora el trabajo de su maestro y padre, él mismo ha recogido las plumas esparcidas por los pájaros, abandonadas al alcance de sus pobres manos. Algo mágico le conduce a través del éter, los hombres desde la tierra lo admiran como a un dios, desafía ingenuo el poder del viento contra su rostro y bate sin cesar las alas de la memoria trabajadas con esmero, el sabio artesano lo vigila de cerca y ve con inquietud su lejanía, Ícaro alza más alto el vuelo, desoye sus consejos, ebrio de placer y de orgullo ignora su caída.
Dédalo conoce el riesgo que encierra su saber y es previsor, conoce el proceloso mar que le espera, conoce sus propios límites y advierte a su hijo, es un artesano capaz de deslumbrar al resto de los hombres con los prodigios del arte, ha experimentado el enorme placer de volar batiendo sus alas comprobando  que siempre, siempre,  pide más  su pobre espíritu.
 Ícaro conoce así el paraíso que le aleja del Laberinto tortuoso y se deja llevar por el viento hacia la luz poderosa del sol, vuela sin mesura inundado de gozo, el calor desvanece la cera de sus días poco a poco, sus alas inmortales se desprenden de su espalda , su aliento siente la asfixia de la irrupción del aire en sus pulmones y la humedad de la espuma marina le carga con el peso de la desventura, su realidad corpórea no resiste y le devoran las aguas de su triste vida, su padre llora y le nombra en vano, la melancolía del conocimiento le embarga y se lamenta, entonces, preferiría estar ciego, erige ante su tumba  dos columnas en las islas del Ámbar una en honor de su hijo otra con su propio nombre, que dejan traslucir el pesaroso reino de la muerte.

Mito de Ícaro:
Ícaro (en griego clásico Ἴκαρος,  Ikaros), es hijo del artesano y arquitecto Dédalo. Ícaro pasa a veces por ser el inventor del trabajo en madera, su padre hombre muy ingenioso que fue a parar a la corte del rey Minos en donde realizó algunos de sus trabajos más famosos, como el Laberinto de Creta en donde Minos encerró al Minotauro fruto de los amores de su esposa Pasifae con el toro blanco de Poseidón y a quien Dédalo le construyó una vaca artificial para que consumara su zoofílica relación con el toro. También se le conoce como autor del templo dedicado a Apolo en la corte del rey Cócalo. Y asimismo la   (construcción de Talos, una estatua de bronce como defensa militar). Dédalo construyó además una amplia pista de baile para Ariadna (Iliada XVIII.591) y  dio su nombre epónimamente a cualquier artesano griego y a muchos artilugios griegos que representaban hábiles técnicas.
Dédalo consiguió escapar de su prisión, su propio laberinto, pero no podía abandonar la isla por mar, ya que el rey mantenía una estrecha vigilancia sobre todos los veleros y no permitía que ninguno navegase sin ser cuidadosamente registrado. Dado que Minos controlaba la tierra y el mar, Dédalo se puso a trabajar para fabricar alas para él y su joven hijo Ícaro. Enlazó plumas entre sí empezando por las más pequeñas y añadiendo otras cada vez más largas, para formar así una superficie mayor. Aseguró las más grandes con hilo y las más pequeñas con cera, y le dio al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro, (pasaje maravillosamente descrito por Ovidio en el libro VIII de la Metamorfosis).
Cuando al fin terminó el trabajo, Dédalo batió sus alas y se halló subiendo y suspendido en el aire. Equipó entonces a su hijo de la misma manera y le enseñó cómo volar. Cuando ambos estuvieron preparados para volar, Dédalo advirtió a Ícaro que no volase demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera, ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y no podría volar. Entonces padre e hijo echaron a volar.
Pasaron Samos, Delos y Lebintos y entonces el muchacho empezó a ascender como si quisiese llegar al paraíso. El ardiente sol ablandó la cera que mantenía unidas las plumas y éstas se despegaron. Ícaro agitó sus brazos, pero no quedaban suficientes plumas para sostenerlo en el aire y cayó al mar. Su padre lloró y, lamentando amargamente sus artes, llamó a la tierra cercana al lugar dónde Ícaro había caído Icaria en memoria de su hijo. Dédalo llegó sano y salvo a Sicilia bajo el cuidado del rey Cócalo donde construyó un templo a Apolo en el que colgó sus alas como ofrenda al dios. El rey Minos buscó desesperadamente a Dédalo por todas las ciudades ofreciendo un acertijo que estaba seguro resolvería Dédalo, ofrecía una caracola espiral y pedía que fuese enhebrada completamente, éste ató un hilo a una hormiga que recorrió todo el interior de la concha, enhebrándola completamente. Minos descubre así a Dédalo y exige al rey de Sicilia que le sea entregado, pero Cócalo le convence para que tome un baño y sus hijas lo mataron quemándolo con agua hirviendo.
Se decía también que Ícaro y Dédalo habían huido de Creta cada cual en un barco de vela. Dédalo acababa de inventar el uso de las velas, pero Ícaro no supo gobernar el suyo y naufragó. O bien, que saltó torpemente a la tierra de Icaria y se ahogó, son variantes del mito que tienen por objeto reducir el carácter maravilloso de la aventura al suprimir el episodio de las alas.
En este mito se destaca uno de los ingenios del artesano que le acarrea un fatal destino, la muerte de su hijo Ícaro portador de unas alas que fabricó su padre con el objeto de salir huyendo de Creta en donde permanecían encerrados por el rey Minos bien en una torre vigilada por guardianes, y según otras versiones en el mismo intrincado Laberinto. El mito nos habla del valor del ingenio, de hecho el nombre Dédalo significa “artificioso”  “trabajado artísticamente” en griego clásico ( Δαίδαλος, Daídalos) y la transcendencia y nefastas consecuencias que puede generar  el mal uso del poder que obnubiló la mente de Ícaro y poseído de su fuerza tras su apasionante vuelo, se vio sorprendido por su caída y encontró la muerte.  
¡Ay, dolor!, una mano
gesticula en mudo grito de ayuda desplomándose
desde lo alto…
Robert Walser “La caída de Ícaro”

De: Claros y Sombras
Mercedes Vicente González
Foto: Peter Brueghel el Viejo 1554-55
Paisaje con la caída de Ícaro