lunes, 29 de abril de 2013

EL HILO DE ARIADNA


  





EL HILO DE ARIADNA

Laberinto
No habrá nunca una puerta. Estás dentro
y el alcázar abarca el universo
y no tiene ni anverso ni reverso
ni externo muro ni secreto centro
.
Jorge Luís Borges
La magia del amor pende de un hilo divino. No cede a pactos sino a sueños, y quizá el destino nos está esperando. Su curso sinuoso sobre la superficie del mundo se extiende a través de infinitas estancias, de innumerables superficies unas llanas, otras en cambio tortuosas, sujeto por el extremo, va tirando y descubriendo al mismo tiempo otros mundos, otras historias, en su condición de invisible hace de quien lo porta uno más sobre la tierra, tenue, silencioso, recorre y toca los caminos que deja atrás en pos de un final que implacable se impone a nuestros ojos vago y eterno, ella se deja llevar por el curso de los días con ese aire divino en sus sentidos, —para los griegos el amor no reside en el objeto amado sino en el que ama–, y desolado Amor por el abandono busca otro lugar que habita en nuestro propio destino.
 En medio de ese inmenso Laberinto el caminante que como  Ariadna  no entra y combate y espera la salida del amado, siempre  encuentra un fatal destino, de esa guerra a muerte en el interior la mayor parte de ellos perece y el que sobrevive se corona de una gloria “la hybris”,  que sobrepasa la fuerza del amor, que permanece ahogado y  en silencio y con desdén es apartado por el triunfo de la gesta. Conoce el llanto terrestre la hermosa  Ariadna, cuando despierta de su sueño y corre en busca de su héroe a toda prisa buscándole en la playa desesperanzada, algo divino en ella la arrastra hacia su mortal destino, a las puertas del Laberinto esperó a su amado, sobre las arenas mojadas lloró su abandono, hasta que de su sentir divino se hizo cargo el dios del éxtasis y el vino con su cortejo de Ménades sátiros y Sileno, quiso convertirla en diosa y llevarla al Olimpo de los dioses, ella de nuevo enamorada, por un tiempo gozó de ese carácter divino y engendró hijos eternos, la luz de su hilo iluminó sus días, el entusiasmo regresó a su sangre.
 Se separan entonces los caminos, ella guiada  hacia la luz eterna, en cambio  su amante ha perdido el mágico hilo y se encamina  hacia el laberinto de las tinieblas terrestres, lo primero que encuentra el héroe triunfante es la muerte de su padre y el otro laberinto, el Laberinto del tiempo, se impone a sus días,  mientras tiene lugar una lucha encarnizada en el interior del universo en donde habita el Asterion de todos los días devorando seres humanos y desencadenando luchas a muerte entre ellos, el amor del héroe es traicionero, en cambio el amor del dios se eterniza en el firmamento lanzando destellos de luz sobre este azaroso mundo que nos arrastra sin piedad a la destrucción y al abandono. Ya anciana Ariadna se encamina hacia “el reino de las sombras” como todos los mortales, y todavía reluce espléndida en el cielo, inmortal ante todas las miradas, como guía de múltiples zozobras.
 “El hilo se ha perdido; el laberinto se ha perdido también. Ahora ni siquiera sabemos si nos rodea un laberinto, un secreto cosmos, o un caos azaroso. Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. Nunca daremos con el hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o en la mera y sencilla felicidad”. J. L. Borges 1984
   

Mito de Ariadna y el Laberinto de Creta:
Ariadna se enamoró del héroe Teseo al punto de conocerlo, cuando llegó a Creta con el fin de cumplir el pacto de Atenas con el rey Minos, su padre, ofreciéndose como víctima del monstruo encerrado en el laberinto construido por Dédalo para ese fin. La madre de Ariadna Pasifae tuvo amores zoofílicos con el resplandeciente toro blanco que debía sacrificar su esposo Minos a Poseidón, inducida por éste como castigo del dios al rey, concibió un monstruo con cabeza de toro y cuerpo de hombre, Asterion  (del griego Άστέριος, «estrellado» o «relativo a la esfera de las estrellas fijas»), es el nombre propio que se da en la Biblioteca mitológica de Apolodoro a la figura mítica del Minotauro
Ariadna según diferentes versiones del mito es de origen divino, considerada en ocasiones como diosa de la fertilidad de Creta, fue especialmente adorada en Naxos, Delos, Chipre y Atenas.
 Algunos investigadores creen que Ariadna es el epíteto tras el que se esconde una primitiva diosa de la fertilidad de Creta, «el primer personaje divino de la mitología griega en ser inmediatamente reconocido en Creta» una vez hubo comenzado la arqueología. Creen que este personaje debe identificarse con el teónimo documentado en tablillas micénicas da-pu-ri-to-jo po-ti-ni-ja («Señora del Laberinto ») y que para Homero y la mitología griega posterior, los orígenes divinos de Ariadna se diluyeron.
Ariadna (en griego Ἀριάδνη, de la forma greco-cretense para arihagne, ‘la más pura’) fue, en la mitología griega, la hija de Minos y Pasifae, los reyes de Creta que atacaron Atenas tras la muerte de su hijo Androgeo. A cambio de la paz, los atenienses debían enviar siete hombres jóvenes y siete doncellas cada año para alimentar al Minotauro. Un año, Teseo, hijo de Egeo, rey de Atenas, marchó voluntario con los jóvenes para liberar a su pueblo del tributo.
Ariadna enamorada de Teseo, como otros personajes femeninos que ayudaron a provocar un nuevo orden le ayudó dándole una espada mágica y un ovillo de hilo que estaba hilando, o, bien una corona luminosa según otra versión, también se cuenta que fue el propio Dédalo quien le proporcionó a Ariadna el ovillo, para encontrar el camino de salida del Laberinto tras matar al Minotauro. Sujetando cada uno un extremo del hilo, Ariadna se quedó en el exterior mientras Teseo entraba en el Laberinto y gracias a esto pudo el héroe encontrar la salida. El Laberinto ha perdido su secreto para Teseo pero en palabras de Borges “Teseo no podía saber que del otro lado del Laberinto estaba el otro laberinto, el del tiempo, y que en algún lugar prefijado estaba Medea”, (Medea se había casado con su padre Egeo y fue desterrada acusada de atentar contra la vida del héroe). Teseo olvidó el consejo de su padre: debía desplegar las velas blancas  en caso de triunfo, llegó a las costas de Atenas con las velas negras extendidas, su padre le dio por muerto y se arrojó al mar.
 Durante horas recorrió el laberinto hasta enfrentarse con el monstruo. Gracias a la ayuda de Ariadna, Teseo logró matar al Minotauro, y salvó a todos sus compañeros. Dédalo reveló el secreto del Laberinto a Ariadna y ella ayudó a su amante. Una vez en brazos de Ariadna Teseo relata los momentos de lucha contra el monstruo. Le cuenta que los caminos del Laberinto eran oscuros y tortuosos. El recorría pasillos vacíos, llenos de sorpresas, iba desenrollando el ovillo poco a poco para reconocer el camino de retorno a la salida, deshaciendo lo andado. En un rincón oscuro, una sombra amenazadora se movió, el monstruo sediento de sangre joven, lo embestía con fuerza.
Cuando el rey Minos supo la proeza de Teseo montó en cólera y los dos amantes se apresuraron a huir de Creta. Hicieron un alto en Naxos y cuando Ariadna se quedó dormida fue abandonada cruelmente por su amado.
En vano le buscó por la playa anegada en llanto, la encontró Afrodita que se compadeció de ella e hizo que Dionisos que frecuentaba la isla, se enamorara de su espectacular belleza, se desposó con ella y la llevó al Olimpo.
Como regalo de bodas Dionisos regala a Ariadna una corona de oro con piedras preciosas de incalculable belleza. A Ariadna a pesar de ser desposada por un dios no le fue concedida la inmortalidad y al envejecer realizó su marcha al “reino de las sombras” como cualquier mortal, en ese momento Dionisos lanzó hacia el firmamento la corona que le había regalado en su boda, esta durante su trayecto comienza a ganar altura, brillan entonces con mayor intensidad sus piedras preciosas y se incrustan en el firmamento y forman la constelación que inmortaliza su nombre “La constelación de Ariadna” que en la imagen del cuadro de Tiziano aparece con toda claridad. Publio Ovidio Nasón, fue el primero en plasmar literalmente la leyenda del Minotauro.
 Y es por este mito por el que aparece la expresión que todavía se utiliza “el hilo de Ariadna”, para referirnos al instrumento de que nos valemos para encontrar el camino que conduce a solucionar un problema complicado.
De Claros y Sombras
Mercedes Vicente González
Foto: Baco y Ariadna 1516. Tiziano