domingo, 14 de agosto de 2011

EL ENEMIGO DE SÍ MISMO








EL ENEMIGO DE SÍ MISMO

Y quiero arrojar estos guijarros lejos de mí, pero una y otra vez se me caen de las manos, y no puedo apartarlos de mi vista.
El Golem, G. Mayrink

Todos tenemos un doble, solo tenemos que acercarnos a un espejo y lo vemos.
Muchos que lo ven se asustan y acaban esquizofrénicos con la visión, otros sin embargo, no lo tienen en cuenta, lo pasan por alto y dan por hecho que está presente. Pero los hay que lo persiguen a muerte con el fin de aniquilarlo.Esos son los que nos ocupan en esta exposición. Una cosa es cierta, de ningún modo podemos eludirlo.
Era un hombre poco agraciado, había nacido medio deforme y era consciente de ello, así que tenía por costumbre,  devorar a su paso a todo individuo que encontraba, y suponía mejor dotado que él, con el fin de usurpar su personalidad.
Se empeñaba en desarrollar otras cualidades que lo hicieran merecedoras de algún elogio, cosa que por otra parte incluso puede parecer legítima, desde un punto de vista meramente humano, pero él pretendía ser un genio. Son muchos los casos de artistas insignes que han conseguido merecidos elogios en una situación semejante, y han logrado al fin, ser grandes genios, como es el caso de Miguel Angel por ejemplo, pero eso no demuestra en absoluto que la condición más o menos afortunada de un individuo, dé lugar siempre a ese acontecimiento insólito, nada más lejos de la realidad.
Era un pobre desgraciado, un buen día se miró en el espejo y descubrió  que su doble era su más ferviente enemigo y entró en contradicción consigo mismo, a partir de entonces todo su afán consistía en destruirlo a cualquier precio.
De una manera obsesiva, lo encontraba en todas aquellas personas que lo rodeaban, el enemigo estaba encarnado de manera diabólica en su mujer… en su amante… en su mejor amigo… en otros amigos… en otras gentes… Con todos los recursos de que disponía: aprendía de memoria párrrafos enteros en los libros y guiones de cine,  se convirtió en un magnífico orador, con una audiencia nada desdeñable, era un artífice de la palabra, consciente de que en sus manos ejercía todo su poder, y ocupaba además, un lugar relevante dentro de la sociedad.
 Pertrechado con sus armas, como estaba, intentaba abatirlo por todos los medios y no lo conseguía, muy al contrario, su enemigo insistía desesperadamente, se imponía a todos sus deseos. Llegó un momento en el  cual ya perdió el sentido de la orientación y su pérdida de identidad, le llevó a comportamientos aberrantes, peroraba y peroraba sin descanso, sus palabras dejaron de tener sentido, las mujeres huían de él, los amigos dudaban de su solvencia, él mismo se mostraba inseguro y poco convincente, enfermó y estuvo a punto de morir, comía y bebía  desaforadamente… y siempre regresaba a su casa con el temor de encontrarlo en su morada.
Pronto, completamente frenético a causa  de su ira, invadido por el odio más feroz, comenzó a perseguir él, a los que encontraba a su paso y a acusarlos de impiedad… de injusticia… a su mujer… a su amante… a su mejor amigo… a otros amigos… a otras gentes… él, llegó a convencerse a sí mismo, de que ya  era su víctima.
De ese modo, poco a poco fue convirtiéndose en su propio enemigo, que acabó con su vida una mañana mientras se estaba afeitando frente al espejo.