lunes, 20 de junio de 2011

EL MODERADOR

EL  MODERADOR

La historia que se movió en la sombra acaba en la sombra.
El Duelo J.L.Borges

Era un hombre demasiado delgado y esbelto, de modales amables, con mucho prestigio, y le acompañaba siempre un gesto de esfuerzo en su rostro porque en otro tiempo estuvo a punto de quedarse ciego y en el presente, a duras penas vislumbraba las letras de sus documentos con la ayuda de sus gafas. En general,  su apariencia inspiraba confianza.
Era asimismo el encargado de ejecutar dos testamentos contadictorios y confusos, y con ese fin congregó a los herederos en su despacho a través de una cariñosa carta.
Todos acudieron a la convocatoria el día señalado, acompañados de sus respectivos abogados, administradores y legajos, que se iban amontonando sobre la mesa en medio de una humareda espesa de tabaco rubio que inundaba los ceniceros a medida que transcurría la tarde. En pie, apoyado en una esquina de la mesa rectangular y alargada, él ejercía de moderador entre gritos, discusiones, y demostraciones de toda índole, que inducían fácilmente al descrédito y a la desconfianza de cuanto iba aconteciendo. El lenguaje se traducía  en una jerga jurídica por parte de los letrados, con tintes chulescos y autoritarios, que iba dirigida a todos los presentes ajenos a ella, a excepción de uno, que  visiblemente era su cómplice.
El moderador se tornó invisible y no había manera de entenderse, todo transcurrió como en una pesadilla de cifras que al amparo de las leyes dejaban traslucir el engaño en medio de la confusión, y todo allí era estrategia, él se levantaba, iba y venía, discutía acaloradamente, en contraste con su aparente fragilidad, los buenos modales desaparecieron por completo, otros le secundaban.
 En un momento determinado se alzó una voz firme y serena con aire de indignación, que afirmó rotundamente, “no creo una palabra de lo que aquí se está diciendo”, entonces se levantó la sesión y todos muy nerviosos se apresuraron hacia la puerta, encendieron sus cigarrillos, iban murmurando… ahora todo era dispersión y silencio, el moderador se puso su gabán y salió del despacho rumbo hacia su casa muy excitado, envuelto en una niebla de fracaso y dispuesto a solicitar su renuncia , la fatalidad quiso que al cruzar la calle le atropellara un vehículo grande  y falleció en el acto. 

EL SECRETO

EL SECRETO


Cumplida la agonía, ya solo y desgarrado y rechazado, se hundió en el sueño….
      HIS END AND HIS BEGINNING J.L.Borges

Desviar la atención de un suceso lo convierte asimismo en extrapolable, lejos de perder su encanto si es que lo tiene y ese es el caso, se torna móvil dentro de la realidad y aparece velado y evidente a la vez ante los ojos de los demás. No conviene ocultar las cosas que nos importan con demasiado sigilo porque tarde o temprano estallan y nos delatan.
Así, en medio de un ambiente de acoso apremiante y deseos pasionales y voluntades resueltas a abatir cualquier cosa que se saliera de la norma, harta ya de tanta inquisición, decidí inventarme de vez en cuando  un amante, cosa muy legítima por cierto, cuando la mayor parte de los amores en el mundo de las gentes, son fruto de invenciones y subterfugios.
Como era yo la diana a abatir, me dispuse sin más dilación a elegir entre las ofertas sin número que tenía a mi alcance. Entre tanto… disfrutaba de mi sueño que hacía  mucho tiempo ya, me permitía ese tipo de juego, con la sigilosa esperanza de que algún día un acosador perspicaz se percatara  y me proporcionara un final feliz , entonces...  yo continuaba mis quehaceres cotidianos inmersa en la realidad de mis legajos e investigaciones y disfrutaba de una intimidad pertrechada con sueños, que durante años mantuve a buen recaudo, hasta que un día, uno, tal vez perspicaz, pero con seguridad desconfiado y torpe, me preguntó : ¿ pero eso es real o es imaginario ? en ese mismo momento pensé desolada : lo mejor es el silencio…. …. Caminé hasta mi casa y me sumí en el más profundo de los sueños….

EL ÚLTIMO VIAJE

EL ÚLTIMO VIAJE


... ... pero yo recibiré mi destino donde le plazca a Zeus y a los otros dioses inmortales. Iliada XXII


Cuando se nos muere un ser querido todo nuestro ser se apresura a cerrar todas, absolutamente todas las salidas  de nuestro organismo al exterior, como para evitar que el espíritu que habitaba en nosotros se nos vaya, cerramos los ojos, cerramos la boca, los oidos resuenan con sus ecos, nos encorvamos con cuidado como si ese ser habitara adentro, en el interior de nuestro estómago, dormimos medio desvelados y lloramos entonces en silencio, despiertos, tocamos sus pertenencias y las guardamos cuidadosamente, hacemos lo posible y lo imposible por cerrar todas las puertas, con el temor secreto de que se nos vaya ese halo interior que se resiste a salir, casi tan fuerte como el dolor que sentimos, inmóviles, no comemos, no dormimos, velamos, porque poco a poco sentimos que se va alejando de nosotros y el dolor se va durmiendo, nuestro pobre ser no lo resiste, en ese estado de duermevela, subí a un tren que me iba a llevar hacia la despedida del ser que más había amado en toda mi vida.
Pleno invierno, nevaba abundantemente, lo dejé todo y subí al tren apresurada, temía no llegar a tiempo. Apesadumbrada, elegí un asiento alejada del tumulto y orientada hacia el lugar de destino, tardamos un buen rato en arrancar, cosa poco habitual en ese tipo de tren rápido, finalmente arrancamos , yo estaba impaciente, en  el tanscurso de una hora de trayecto, de pronto, el tren se detuvo, y todos los viajeros de mi vagón se levantaron de sus asientos al cabo de un rato, para preguntar al revisor qué sucedía, agarrotada en mi asiento, no quise moverme y esperé impaciente, al parecer el temporal de nieve había desprendido un poste eléctrico que cayendo sobre un árbol hizo que ambas cosas bloquearan el paso del tren, pasó una hora que se hizo eterna, yo guardaba mi halo con fuerza, sentía un tempo lento imponerse a los acontecimientos, no es posible pensé, cómo va a ocurrir esto precisamente hoy, que está agonizando... y la misma agonía se iba imponiendo inmersa en esa atmósfera terrorífica de espera y desasosiego, después de unos minutos enormes, nos anunciaron que debíamos hacer noche en el pueblo más cercano, todo estaba perdido, ya no llegaba a despedirme, estaba claro.
Acudimos en hilera y con mucho frío hacia el hotel  que nos proporcionó la compañía del ferrocarril, aún tuvimos que esperar en una sala, me sentía como un zombie, y no podía hablar con nadie, finalmente subí a la habitación y me dispuse con temor a llamar por teléfono, con la clara pretensión de seguir de cerca los acontecimientos, mi interlocutor no escatimó información y cada media hora recibía todos los datos, me quedé dormida en medio de tanta tensión, cuando desperté, sonó terrible el teléfono, ya había muerto. El temporal había remitido y nos subieron de nuevo al tren, el paisaje estaba teñido de blanco, un blanco que me molestaba especialmente en esos momentos, desviamos la ruta y dio el tren un inmenso rodeo, cada vez más, tenía la impresión de que llegaba muy tarde, pero ya no importaba, ya no había prisa, todo había terminado y lo único que tenía que hacer era guardar ese halo del frío…de la gente… ignoro como era mi expresión en esos momentos, pero un viajero compasivo se sentó a mi lado y me tomó las manos… rapidamente reaccioné y le supliqué: por favor no me toque… en lo sucesivo rechacé cualquier contacto de la gente … ... intocada, me acerqué a ella y la besé en la frente…….